Los Susurros De La Llorona

EL LLANTO

La casa seguía en silencio, salvo por el zumbido leve del televisor y la lluvia que no dejaba de golpear los vidrios como si quisiera entrar. Félix dormitaba en el sofá, envuelto en una manta, con el tazón de palomitas vacío a un lado. Sus pestañas temblaban como si soñara con algo, pero no era un sueño feliz.

Fue un sonido lo que lo despertó.

Primero pensó que era parte del programa en la tele. Un quejido, un murmullo… pero cuando abrió los ojos y vio que la pantalla estaba en negro, supo que no era así. El televisor se había apagado, quizá por un corte de luz momentáneo. Solo quedaba el parpadeo verde del reloj del microondas a lo lejos.

Se quedó quieto, conteniendo la respiración.

—Ayyy mis hijoooos…
La voz era tenue. Quebrada. Como si viniera de alguien herido. Pero también tenía algo fantasmal, como si flotara entre las paredes, como si no perteneciera a este mundo.

Félix se sentó de golpe.
—¿Mamá? —preguntó con la voz baja, esperando no recibir respuesta.

Pero no fue su madre quien respondió.

—Mis hijoooos… ¿Dónde están mis hijooos…?

El sonido provenía del patio trasero. Algo más que la lluvia golpeaba contra las ventanas. Un sonido de uñas… o dedos… o ramas, arrastrándose por el vidrio como si buscaran un camino hacia dentro.

Félix se paró muy despacio. Caminó hacia la puerta del patio, sin saber por qué lo hacía. Era como si una fuerza invisible lo llevara. Tal vez era la curiosidad. Tal vez algo más.

Corrió la cortina con un solo dedo, apenas lo suficiente como para mirar hacia afuera.

No había nadie.

Solo la lluvia. El jardín encharcado. El columpio moviéndose lentamente, aunque no soplaba viento.

Se quedó ahí unos segundos, en silencio.

Entonces, escuchó algo más.

Un suspiro.
Lento. Doloroso. Directamente detrás de él.

Giró sobre sus talones. Y por un momento, la vio.

Una figura alta, vestida de blanco, con el cabello empapado cubriéndole el rostro, de pie en el pasillo que conducía a la escalera. No podía ver su cara, pero sentía que lo observaba. Que lo olía. Que lo buscaba.

Félix no gritó. Ni siquiera pudo moverse.

La figura avanzó un paso…
Y entonces, todo se apagó.




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