Los Susurros De La Llorona

El niño que camina sin alma

Félix caminaba.
Descalzo.
La bata del hospital mojada por la llovizna.
Los pies cubiertos de barro y sangre seca.

La ciudad no lo veía.
Los autos pasaban.
Las luces lo cruzaban.
Pero nadie lo detenía.

> Porque cuando alguien está a medio poseer,
el mundo lo ignora…
como si ya no perteneciera.

Caminaba por calles que no conocía.
Y sin embargo, sabía exactamente dónde girar.
Qué calle evitar.
Qué casa mirar.

Un perro se le acercó, olisqueando.

Félix lo miró.
Y el perro huyó, chillando.

**

Entró a una plaza.
Y fue ahí donde se detuvo.

Había un charco.
Grande.
Oscuro.
Con hojas podridas y ramas flotando.

Félix se arrodilló frente a él.
Y el reflejo no era suyo.

Era el de ella.

La mujer de blanco.
Solo que esta vez… sonreía.

> —¿Viste? Ya no da miedo, ¿verdad?
Porque ahora…
sos mío.

Una mano emergió del agua.
Una mano pálida, de dedos largos, uñas oscuras, huesuda.

Félix la tomó.
Y por un segundo, su cuerpo empezó a hundirse,
aunque no había profundidad.

Como si el agua fuera una puerta.
Un umbral.

**

En otra parte de la ciudad, una anciana se despertó con un espasmo.

> —Está cruzando…

Y buscó su caja de huesos.
Con nombres.
Y fechas.
Y uno muy reciente.

> Félix A. — Nacido bajo lluvia negra.

**

Félix ya tenía medio cuerpo dentro.
Pero entonces algo rompió el silencio.

Un cuervo.

No uno normal.
Uno con un ojo blanco y otro rojo.

Se posó sobre una rama.
Y chilló.

El chillido fue tan agudo… que lo rompió.

No la rama.
La visión.

Félix cayó de espaldas.
El reflejo desapareció.
Ya no había mano.

Solo el agua.

Y el miedo.

> —¿Dónde estoy…?

Por primera vez,
su propia voz.

**

En su mente, se abrió una imagen:
su madre…
sangrando por los ojos,
caminando hacia el espejo.

Félix gritó.

Y corrió.
Sin rumbo.
Pero con una idea:

> —Tengo que volver…
antes de que sea tarde.

**

Pero al doblar una esquina,
el asfalto cambió.
Ya no era ciudad.

Era barro.

Era… ese otro lugar.
Donde la lluvia no cae del cielo.

Y en el medio del camino,
una silueta infantil.

Un niño.
Desnudo.
Con la cabeza ladeada.

Félix se detuvo.

Y el niño dijo:

> —Ella me hizo saltar.
Ahora… te toca a vos.

Y sonrió.
Con dientes…
demasiado afilados para ser humanos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.