Parte 1: El cuerpo que grita sin voz
Laura, la madre de Félix, se despertó de golpe.
El reloj decía 03:33.
Su cuerpo estaba empapado en sudor frío,
pero su garganta…
ardía.
Como si hubiese estado gritando toda la noche.
Se levantó tambaleándose.
La luz del pasillo parpadeaba.
El crucifijo de la pared estaba torcido.
> —¿Félix?
No sabía por qué lo llamó.
Sabía que no estaba en casa.
Sabía que estaba en el hospital.
Pero su instinto… rugía.
Corrió al baño y vomitó agua.
Agua sucia.
Con olor a río estancado.
Gritó.
Y al mirarse en el espejo,
por un segundo,
su reflejo no tenía ojos.
En el hospital, el monitor del cuarto de Félix empezó a emitir una alarma.
El cuerpo del niño estaba inmóvil…
pero sus ojos abiertos.
Y un susurro emergía de su boca cerrada:
> —Mis hijooooos…
Parte 2: El padre que lee entre huesos
En una iglesia escondida en el interior,
el padre Elías buscaba.
No en biblias.
No en libros.
Sino en una caja de madera
que su predecesor le dejó con un mensaje:
> “Solo ábrela si la Llorona vuelve.”
El cura nunca creyó en esas cosas.
Hasta que conoció a Félix.
Hasta que lo vio en trance.
Hasta que escuchó el llanto salir de su boca infantil.
Dentro de la caja había:
Páginas rotas de un diario de 1863.
Una muñeca de trapo con los ojos quemados.
Un mechón de cabello mojado, aún húmedo.
Y un símbolo… tallado en hueso.
Leyó el diario.
Traducido mal.
Pero suficiente.
> “El Último Hijo no es el más joven.
Es el nacido bajo la lluvia negra.
El que ella marca… no para matarlo.
Sino para poseerlo.
Para tener un nuevo cuerpo.
Uno que pueda vivir entre nosotros sin levantar sospechas.”
Elías dejó caer el diario.
> —Dios mío…
Pero eso no era lo peor.
Lo peor fue una frase final.
Rayada a mano.
Con sangre seca.
> “Si la madre lo siente… es porque ya está dentro.”
El padre Elías tomó su estola.
Bendijo el agua.
Encendió la cruz de hierro.
> —Si llegamos tarde…
no solo vamos a perder a Félix.
Vamos a despertar algo que lleva siglos esperando.
**
Mientras tanto, Félix se perdía en ese otro mundo.
Y Laura, en su casa…
comenzó a escuchar llantos dentro de los muros.
Llantos de bebés.
Llantos de niños.
Y una voz… justo al lado de su oído:
> —Vos me lo diste, Laura…
¿Ahora querés quitármelo?
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Editado: 20.07.2025