Los Susurros De La Llorona

Donde habita el grito

Parte 1: El abismo de Félix

Félix ya no sentía los pies.
Porque no los tenía.

Caminaba sin cuerpo, pero cada paso dolía.
No físicamente.
En el alma.

El mundo a su alrededor era un cementerio que se arrastraba.
No con lápidas, sino con cunas rotas, juguetes oxidados,
y retratos antiguos con los ojos raspados.

Las voces lo seguían.

> —No llores…
—Ya no hay salida…
—Sos el cuerpo que nos va a liberar…

Y entonces, la vio de nuevo.

La Llorona.
Pero esta vez… no tenía forma.

Era una sombra que sangraba.
Una figura que goteaba recuerdos.

Cada gota que caía al suelo… mostraba una imagen.

Una madre ahorcando a su hijo con un pañuelo.
Un niño sumergiéndose voluntariamente en un aljibe.
Una pequeña lanzándose desde un campanario, con la sonrisa rota.

Y Félix entendió:
todos los niños que ella había tomado… estaban dentro de ella.

> —¿Querés salir?
—Tenés que elegir.
Uno de ellos toma tu lugar…
o vos te quedás.

Félix cayó de rodillas.
Y gritó un nombre que no sabía que conocía.

> —¡Leo!

Su mejor amigo.
Su compañero de juegos.

Y desde el lodo… una voz conocida respondió.

> —¿Me llamaste?

**

Parte 2: Laura y la cruz invertida

Laura ya no podía respirar.

Su piel ardía.
Su espalda…
comenzó a sangrar.

Dos líneas.
Como si algo rasgara desde adentro.
Cruzadas.
Una cruz al revés.

> —¡Ayúdame! —gritó mientras se arrastraba hasta la cocina.

Fue allí donde encontró al padre Elías,
quien acababa de llegar sin anunciarse,
siguiendo el olor a humedad y tumba que emanaba de la casa.

> —¡Santo Dios! —dijo al verla—. ¡Ya empezó!

El cura lanzó agua bendita por toda la sala.
Los espejos se estallaron solos.
La radio se encendió.
Y del horno… salía humo negro.

> —No es la casa —murmuró Elías—.
Es ella.
Está usando a la madre como puente.

**

Laura cayó al piso.
Sus ojos se pusieron blancos.
Y comenzó a hablar con otra voz:

> —Él ya no es tuyo.
Él me pertenece.
¿Querés verlo?
Mirame.

Y sus pupilas volvieron.
Pero no eran de Laura.

Eran los ojos de la Llorona.

**

Parte 3: La elección de Félix

En el mundo de la sombra, Félix veía a Leo.
Pero su piel estaba azulada.
Tenía los labios rotos.
Y lloraba… sin lágrimas.

> —Si me elegís a mí… vos vivís.
Pero yo… me quedo.

Félix negó.
No podía hacer eso.

Pero entonces, la Llorona se acercó por detrás.
Puso su mano sobre su cabeza.
Y murmuró con voz doble:

> —¿Preferís que tome a tu madre?

**

La lluvia subía.
El suelo se partía.
Los otros niños gritaban.

Y Félix, en medio de todo, entendió:
su cuerpo estaba en un ritual,
su alma en un purgatorio,
y su madre… colgando del hilo más fino.

El padre Elías gritaba oraciones,
mientras Laura reía con voz de fosa común.

Y en el hospital, el cuerpo de Félix comenzó a flotar sobre la cama.




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