Loto

Atormentada

Siento las gotas caer sobre mi cuerpo, la ducha caliente cumplió su cometido. La
relajación después de un largo día en el trabajo llega al fin pero poco a poco la
ansiedad comienza a apoderarse de mi mente, mientras pasa por mi cabeza lo que
tendré que hacer a continuación. Una cosa cotidiana y totalmente normal, que para
mí se ha convertido en una pequeña cucharada del infierno. Finalmente salgo de la
ducha, descubro el enorme espejo que abarca casi toda la pared del cuarto de baño
y ahí está, no puedo evitar que a mi cabeza lleguen los recuerdos mientras recorro
con los dedos cada cicatriz. En otros tiempos me habría encantado lo grande de
ese espejo, admirarme durante largos minutos, tan vanidosa cómo siempre,
probablemente cantando y bailoteando, enviando besos a mi propio reflejo y
sonriendo resplandecientemente, justo cómo solía hacerlo cada mañana.
Hoy no soy más quien era antes, verme al espejo se ha convertido en una tortura
terrible, las cicatrices del cuello, abdomen, pecho y piernas, me trasladan al instante
a aquel fatídico día. A mi cabeza vienen las sucias voces de los depravados que me
hicieron esto, principalmente de ese monstruo a quien le di toda la confianza que se
le puede tener a alguien que amas. Kaleb... lo recuerdo pasando la fría hoja de la
navaja por en medio de mi pecho desnudo, su asquerosa cara de satisfacción al
observar la sangre brotar poco a poco. Disfrutaba de mis gritos de dolor y de auxilio,
mordía mi cuello mientras yo me retorcía de dolor bajo su cuerpo, recuerdo la
manera enferma de pasar su lengua por mi cara, siguiendo el camino que dejaban
mis gruesas lágrimas.
-Pudiste haber hecho lo que decían tus queridas amigas estúpidas, alejarte de mí,
pero elegiste no escuchar. Créeme amor, esto me duele mucho más a mí que a ti –
soltó una carcajada y tomó fuertemente mi cara con su mano, mientras hundía en
la piel de mi cuello el cigarro aún encendido- No, creo que si te dolerá más a ti.
-Sólo intenta no matarla aún, Kaleb –dijo desde las sombras una figura alta y
delgada, las lágrimas no me dejaron ver su rostro. Pero sé muy bien que es él quien
no ha sido detenido aún

4

-Sí, si mueres no gritarás cariño. Y eso no sería para nada divertido – dijo el tercer
sujeto viéndome con una cara repugnantemente maliciosa mientras seguía
sometida por Kaleb.
-Dije claramente que primero me divertiría yo –replicó Kaleb exasperado, después
se dirigió hacia a mí y dijo con una fingida voz dulce: –Después de todo, te encanta
estar conmigo ¿Verdad cariño?
Volvió a hacer un corte con la navaja, esta vez fue mi abdomen, tomó mi cabello y
me besó a la fuerza, entre mi forcejeo y la lucha, logre acertar una patada que lo
hizo doblarse de dolor. Me miró con rabia incontenible y creí que ese sería mi fin.
Me golpeó en repetidas ocasiones, me azotó fuertemente contra el piso. Después
de los golpes y la pérdida de sangre, todo son pedazos de recuerdos confusos: Una
pierna rota, mi sangre en el piso junto a mí formando un charco, múltiples
quemaduras de cigarro en el cuerpo, el dolor de múltiples heridas sangrantes,
hechas con la navaja de ese bastardo. Dos malditos saciándose enfermamente con
mi cuerpo...
-Voy a morir.
Este recuerdo es suficiente para quebrarme. El miedo irracional que siempre le he
tenido a la muerte se apodera de mi mente y me hace entrar en pánico. Jalo mi
cabello mientras las lágrimas brotan de nuevo. Sollozo desesperada, me apresuro
a cubrir el espejo y me dejo caer lentamente, hasta sentarme en el frío azulejo.
Cubro mis ojos y trato de calmarme
-No están aquí... no estarán más... estas a salvo –trato de convencerme para
relajarme – Pero él sigue afuera... no ha sido detenido... podría dañarte de nuevo
– me traiciona el subconsciente. Me aterra ésta idea, no me ha dejado en paz a
pesar de que han pasado casi dos años. De él no hay rastro, no hallaron ni una pista
y los otros dos bastardos no dijeron ni una palabra. No pude hacer el retrato hablado
pues no recuerdo rasgos de su rostro, sólo su complexión: delgado, no tan alto como
Kaleb 1.70 a lo mucho, cabello lacio a los hombros y tengo razones para creer haber
visto el destello del color verde en sus ojos, sin embargo no recuerdo ni siquiera
haberlo visto de frente. En los peritajes del hospital cuando me encontraron, había
sólo 2 tipos de ADN ¿Participó también este sujeto? Estoy segura de que mi mente
no me engaña, estaba ahí y lo oí hablar, vi su silueta pero los recuerdos no son
claros.
La idea del espejo fue de Gabrielle, mi psicóloga. Al cumplir 18 meses de terapia,
dijo que era necesario que afrontara el trauma, que debía ver las cicatrices cómo
una clara muestra de que es pasado y que no me lastimarán más. Es cierto, estoy
curada del todo físicamente salvo el dolor de la pierna con las bajas temperaturas.
Sin embargo mi cabeza me atormenta día con día. No soy para nada cómo era
antes, dejé mi trabajo en la revista y la ciudad para trabajar en una mundana oficina




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