Luces De Amor

Capítulo 2

—Tocas muy bien, mucho mejor que padre Juan —el comentario me toma desprevenido.

Hace poco hemos despedido al último niño del coro. Digo hemos, porque me quedé con ellos todo el ensayo.

—A propósito, no me dijiste tu nombre.

Cierto. Aún no me he presentado.

—Lo siento. David, un gusto.

—Yo soy Lucía, igualmente.

Al fin el ángel tiene nombre.

—Tú cantas maravillosamente —dijo sincero.

Ella solo sonríe.

—¿Te parece?

—Lo sé.

Niega con la cabeza, luego de cerrar y guardar todo, salimos por una puerta lateral, si mal no recuerdo por aquí salió el mencionado padre Juan.

Salimos a un pequeño patio. Y luego, por una pequeña puerta llegamos a la calle. En la vereda, se me queda mirando.

—Bueno, muchas gracias por tu ayuda. Y nuevamente disculpa la confusión con las bolsas. No era necesario que vengas hasta aquí, pero Jazmín me dijo que era urgente para ti.

Era urgente porque quería volver a verla.

Al final y a regañadientes, tuve que hacer el intercambio y ahora cada uno tenía la bolsa que le correspondía.

—No fue nada, al final se canceló el compromiso que tenía.

—Oh, entonces supongo que debo estar agradecida por la cancelación, así pudiste ayudarme con los niños. En serio, muchas gracias.

Solo me quedo mirándola. De pronto con ella soy tímido.

—Entonces… Ya tengo que irme —dice a modo de despedida.

No quiero que se vaya.

—Espera, ¿puedo invitarte a tomar algo?

—Lo siento, tengo un compromiso y este no se puede cancelar —responde—. Aunque, si gustas puedes venir a acompañarnos nuevamente con el coro. Padre Juan, se sentirá feliz de tener tiempo libre de nosotros.

—Claro que sí, ¿Cuándo ensayarán nuevamente? —respondo rápido.

—Mañana y todos los días, a la misma hora hasta noche buena. Estamos ensayando para la misa de ese día.

—No hay problema, puedo venir todos los días.

—Puedes invitar a tu novia.

— ¿Novia?

Ella nota mi cara de confusión y dirige una expresiva mirada hacia la bolsa que tengo en la mano. Cierto, ella vio el anillo en la tienda.

—Ah, claro.

Se despide con la mano y se aleja. Con la mención de mi novia ha marcado una distancia entre nosotros. Esto no debería molestarme, después de todo en unos días seré un hombre comprometido. ¿Cierto?

Entonces, ¿por qué siento tanta desolación al verla partir?

Cuento las horas que faltan para el próximo ensayo, haciendo caso omiso a las innumerables llamadas y mensajes que he recibido de mis amigos.

La verdad ya no me interesa, es como si por mucho tiempo hubiera estado viviendo aletargado y de pronto hubiera despertado. Volver a tocar el piano ha sido como volver a nacer. Hacía mucho tiempo que no lo hacía. Fueron muchos años en los cuales traté de convencerme a mí mismo que era una pérdida de tiempo.

Esa noche he llegado a casa y desempolvando el piano que tenemos me pongo a practicar como loco. Mis manos un poco torpes por la falta de práctica poco a poco recuperan la destreza de años atrás.

Mis padres por algunos años me dieron gusto en aquella actividad, pero cuando uno de mis maestros les propuso que ingresara al conservatorio e hiciera una carrera como músico, pusieron un alto a las lecciones y empezaron las amenazas con dejarme en la calle si me empeñaba con lo de la música.

En aquel entonces tenía 15 años, decidí que lo mejor era dejar la música y hacer caso a mis padres. Ahora, luego de casi diez años, me doy cuenta de que debí luchar por lo que tanto amaba.

Sí, hoy recién me he dado cuenta de que amo la música.

Otro ensayo que termina, nuevamente estamos solos en la iglesia, Lucía me observa mientras con mucho cuidado termino de guardar las partituras y cerrar la tapa del pequeño piano de la iglesia. Soy consciente de la lentitud de mis movimientos que conscientemente realizo y es que deseo que estos momentos duren una eternidad.

—¿Sabes? Tienes una expresión diferente cuando tocas —comenta Lucía.

—¿A qué te refieres?

—No sé, es como si estuvieras en otro mundo. En estos días que tocaste para nosotros has mejorado mucho a comparación del primer día.

La miré asombrado.

—¿Sabes de música?

Ella sonríe y asiente.

—Un poco, lo suficiente para saber que eres muy bueno. ¿Te dedicas a la música? Profesionalmente, digo.

Es la primera vez que trata de averiguar algo personal sobre mí, los días anteriores únicamente nos dedicamos a los ensayos. Cuando terminábamos ponía alguna excusa y salía corriendo.




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