Luces de neón

Capítulo 25. Ella

—¿Estás segura de que todo está bien? —le pregunté por quinta vez—. ¿De verdad no me estás ocultando nada?

Estábamos en la habitación de Sara. La última vez que fui allí había sido hacía menos de dos semanas para ponerla al día de todo lo que había pasado con Eros. Concretamente para decirle que finalmente me había armado de valor para pedirle que fuera mi modelo. Y tenía que agradecerle que me hubiese dado la genial idea de representar al dios y a las ninfa bajo un árbol de laurel, pero a diferencia de lo que sentí ese día cuando hablé con ella, en ese momento parecía estar ausente, como si su mente estuviera a kilómetros de distancia. 

No pasé por alto el detalle de que evitaba mirarme fijamente a los ojos, lo que me hacía reafirmar mis pensamientos. A Sara le pasaba algo y no quería decírmelo.

—Todo está bien. —Se levantó de la cama tras haber cogido impulso y se colocó las manos en la cintura antes de girarse hacia mí y tenderme una de ellas para que le diera mi bolsa de color granate—. Es solo que estoy un poco triste porque Ian y Hugo no van a ir a la fiesta. Me hacía mucha ilusión que conocieran a Izan.

Desvié la mirada hacia la ventana. Los últimos rayos de luz se colaban a través de la persiana de tela decorada con estrellas plateadas, proyectando un halo dorado que se expandía por toda la habitación y que me recordó al cuadro de Bajo el roble de Siana Park, que representaba a Maximilian y a Riftan Calypse, la pareja de la novela con el mismo nombre que me había leído ese verano.

—Es su aniversario —respondí antes de volver a mirarla—. Es normal que quieran pasar la noche juntos.

Sara suspiró y se cruzó de brazos. Llevaba puesta su camisa negra de licra con un bordado de rosas rojas en la parte del escote que dejaba al descubierto su espalda y una falda larga granate con una abertura en el lateral derecho que le llegaba hasta la mitad del muslo. También se había recogido el pelo castaño con mechas que asemejaban su color al del caramelo en un moño bajo. De hecho, si se tumbaba y me daba la espalda, sería el vivo reflejo de la modelo que Diego Velázquez había usado para crear su Venus del espejo.

El tacón de sus botas negras emitió un sonido hueco en la madera del suelo cuando retrocedió un paso para dejar mi bolsa sobre la mesa de su escritorio. Entrelacé las manos sobre mi abdomen y la observé mirar con detenimiento mi falda morada idéntica a la suya.

—En realidad los entiendo, pero no puedo evitar sentirme así.

—¿A qué hora se han ido? —En ese instante, sus dedos se enroscaron en torno a la tela, como si mi repentina pregunta le hubiese pillado por sorpresa y no supiera qué contestarme—. Es extraño que no se hayan esperado a que viniera. Ian me dijo que iba a prepararle su famoso pastel de arándanos a Hugo y que me guardaría un pedazo.

—Llevan todo el fin de semana fuera —respondió un par de segundos después. En todo ese tiempo tampoco me miró, lo que hizo que esa sensación extraña que bullía en mi interior creciese de forma vertiginosa—. Supongo que Hugo habrá reservado alguna habitación de hotel para los dos o algo por el estilo. Ya sabes lo detallista que es.

Hugo era detallista y atento. Era muy buena persona, al igual que Ian. Llevaban juntos tres años y aunque a la familia de Ian le había costado asimilar que su hijo no seguiría los mismos pasos que el resto de sus tres hermanos, para la de Hugo no supuso ningún problema, ya que desde un principio lo apoyaron, a pesar de que si no lo hubieran hecho, no se habría alejado de Ian y mucho menos habría terminado su relación con él. Estaba completamente segura de que si eso hubiera pasado, si ambas familias se hubieran opuesto, eso no habría sido un impedimento para ninguno de los dos. Si bien venían de mundos totalmente diferentes, en cuanto a estatus social y económicamente hablando, ya que la familia de Hugo había fundado un importante bufete de abogados, mientras que los padres de Ian regentaban un sencillo taller de cerámica, eso no influyó en su relación, ni siquiera un poco. Sus sentimientos hacia el otro eran honestos. Solo bastaba mirarlos para saber que estaban enamorados.

¿Eso era el amor?

¿La forma en la que ellos se miraban?

Divagar por mis pensamientos redujo un poco los nervios que me hacían cosquillas en las puntas de los dedos, porque aunque Sara y yo tuviéramos el carnet de conducir, ninguna de las dos tenía un coche a su disposición. Por lo tanto, tuve que avisar a Eros para que viniera a recogernos e ir juntos hasta la casa de Izan, ya que estaba a las afueras de Barcelona.

—Será eso... —Suspiré y balanceé ligeramente las piernas sin dejar de mirarla—. Por cierto, ¿cómo va todo con Izan? —pregunté sintiendo que tenía que tener cierto cuidado al hablar de ese tema. Y no era porque hubiera pasado nada malo entre ellos, solo era la costumbre—. ¿Está todo bien?

—¡Sí! —exclamó al tiempo que una sonrisa tiraba de sus labios y revelaba los hoyuelos marcados de sus mejillas—. Esta semana nos hemos visto muy seguido. Lo he estado ayudando con el decorado de la fiesta. —Me guiñó un ojo y cabeceó un par de veces. De pronto, su voz se volvió más suave—. Creo que por fin he encontrado al indicado. Creo que las cosas pueden salir bien con él. Muy bien, en realidad.

Colocó la falda con cuidado sobre la cama y cogió mi camisa negra, que también tenía una pequeña abertura en la espalda, aunque tres botones impedían que fuera tan reveladora como la suya.

—Me alegro, Sara, de verdad —dije con sinceridad—. Lo último que necesitas ahora es volver a sufrir por alguien que no te merece y que ni siquiera está a tu altura.

—Lo sé. Izan no es como los demás. Al menos no se parece en nada a los chicos con los que he estado hasta ahora. Sé que tenemos nuestras diferencias. —Hizo una pausa para coger aire. Su expresión se suavizó y las persianas proyectaron miles de puntitos de luz en su piel—. Sé que no tenemos tantas cosas en común como me gustaría, pero quiero trabajar esos aspectos con él. Ser como un equipo, ¿sabes?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.