Luces de neón

Capítulo 33. Culpa

—Me parece magnífica la forma en la que has plasmado tu idea —murmuró Calipso, aunque sentí que hablaba para sí misma. Lo dijo con seguridad, como siempre lo hacía, y una sonrisa tiró de mis labios—. Si te soy sincera, Apolo nunca me cayó muy bien. —Me miró de soslayo y se retiró levemente su espeso flequillo negro hacia un lado—. Increíble, Dafne. Sabía que lo harías genial.

—Solo estoy empezando —respondí antes de llevar mi ojos hasta el boceto de la escultura que descansaba sobre la mesa de su escritorio—. Todavía queda mucho trabajo por delante.

Calipso arqueó sus cejas oscuras y se acercó más al papel al tiempo que asentía con la cabeza. Llevaba el pelo suelto, un poco más abajo de las orejas, propio de las modelos de Edmund Leighton, y un bonito jersey rojo a juego con el color de su pintalabios favorito.

—Me alegro de que no hayas cambiado de modelo. Esa es una de las mejores decisiones que has podido tomar.

Los rayos del sol incidían directamente sobre mis manos. Las miré antes de mirarla a ella e hice girar mi anillo un par de veces.

—Al final no ha sido tan complicado. —Carraspeé y me encontré con sus ojos negros, que me miraban con atención—. ¿Crees que estará a la altura?

—¿De quién?

—Pues de los jueces del tribunal —respondí con cierto nerviosismo—. No lo sé. No eres la única que va a corregir mi trabajo. Y sé que siempre me dices lo mismo, pero siento que como me conoces, tus críticas no van a ser negativas.

—Mis críticas son negativas cuando tienen que serlo, Dafne. Si no veo nada negativo, no digo nada negativo. —Entrelazó los dedos debajo de su barbilla y apoyó el mentón en ellos—. Siempre que he visto algo que puedes mejorar te lo he dicho.

—Ya… —suspiré—. Es solo que siento que nunca seré suficiente sin importar lo que haga.

—¿Suficiente en qué sentido? —Hubo un silencio en el que ninguna de las dos habló—. Porque tu expediente académico no baja del sobresaliente y seamos realistas, dibujas increíblemente bien. Sabes que tienes talento para esto.

—Pero una nota no define quién soy…

—¿Por qué menosprecias tu trabajo? —Le bastó otro silencio para poder hacerse una idea de todo lo que había estado pasándome desde que comenzó el mes—. Tú ya sabías a lo que querías dedicarte antes de entrar al hospital. Lo veía en tus ojos cuando me hablabas de ello. Lo hacía cuando me pedías lápices y papel. Dime, ¿qué ha cambiado, Dafne?

No podía decirle la verdad. No podía decirle que cada vez me costaba más confiar en mí y en lo que era capaz de hacer. No podía decirle que mi futuro era siempre el tema principal de las conversaciones entre mi familia y la de Leo. No podía decirle que mi padre siempre me repetía lo mismo, que lo que hacía no tenía un futuro, que mis aspiraciones no me llevarían a nada.

—¿Y si todo este tiempo he estado equivocada, Calipso? —dije en voz baja—. ¿Y si mis padres terminan teniendo razón?

Entrecerró los ojos y sostuvo mi mirada el tiempo suficiente como para que pensara que alguna de las dos había perdido la voz. Aunque ya no me escocía la garganta por haber estado llorando el sábado por la noche hasta que me quedé dormida, todavía tenía la sensación de que cualquier cosa que dijera me haría explotar de nuevo.

—Tu padre no ve tu talento. Y si lo hace, prefiere apartar la mirada solo porque no decidiste estudiar lo mismo que él. Pero te recuerdo que es tu vida y son tus decisiones.

—Pero yo…

—La vida no es fácil. Tú lo sabes mejor que nadie. —De pronto, extendió su mano sobre el escritorio y colocó su palma hacia arriba. Había hecho ese gesto en numerosas ocasiones, así que yo solo puse la mía sobre la de ella—. La historia de Eros y Dafne es conmovedora. La escultura inspirada en Antonio Canova tiene ese toque personal que tanto me gusta. —Cerró su mano y le dio un ligero apretón a la mía. Yo miré su manicura con flores rojas sobre un fondo negro y después fijé mis ojos en los suyos—. El detalle del árbol de laurel y todos los pequeños cambios que me has mencionado me encantan, de verdad. Solo tienes que perfeccionar el cuerpo de él para que parezca más realista porque el mensaje de la obra está más que claro.

—¿El mensaje está claro para ti?

—Para mí y para cualquiera que vea este dibujo. —Llevó su mirada al mismo y sonrió levemente—. Charles Bukowski decía que los ojos besan mucho antes que la boca. Y aunque ellos no se estén besando, el amor es palpable. Se siente, Dafne. El amor no puede explicarse solo con palabras, sino también con gestos como el que has plasmado en tu obra.

—¿Tú crees que representa bien lo que es el amor?

Me tembló la voz, y puede que también la mano, ya que me la sujetó con más fuerza.

—Sí —dijo con voz suave—. El amor se expresa con palabras, con miradas, con caricias, con abrazos. Y con mordiscos. Ícaro demuestra su amor con mordiscos —añadió mientras se reía al referirse a su gato siamés—. Pero eso ya lo sabes. Lo único que tienes que hacer es confiar en ti.

—Y seré invencible, ¿no?

—Exacto —Me guiñó un ojo y sonrió ampliamente. Sus ojos brillaron, pero aunque ella se había dado cuenta de que no me encontraba muy bien, yo también capté cómo había tratado de ocultar sus ojeras con maquillaje—. Además, llevas el marco teórico al día. Así que puedes estar tranquila. ¿Vale?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.