Parpadeaba, mil veces humedeciendo mis ojos. Quería seguir llorando, por tu ausencia o felicidad. En el frio pasillo de aquel edificio, la soledad siempre me traicionaba y de repente entre pensamientos a la orilla del decimo piso me encontraba, con un grito de ayuda y queriendo correr por desesperación.
Cerré los ojos, me deje llevar por el viento dando apunto de dar un paso para mi siguiente existencia, pero de forma contraria un jalón por mi espalda provoco mi regreso a la tierra, a mi vida. En esa en la que ya no te encuentras tú.
—Créeme, realmente no quieres hacer eso —Se encontraba tirada aún lado mío aquella mujer de un castaño quien fue me imagino la persona que evito mi deceso.
En algo tenia razón, de esta manera no me quería ir. No por un amor fallido, no con miles de letras aún estancadas por mi garganta.
—¿Quién eres? —Me levante con la mayor fuerza de voluntad que aun podía manejar.
—Un gusto, mi nombre es...