Luces en Diciembre

Capítulo I | Fondo

No justifico mi huida, justifico mi ausencia.

—Te ame tanto y no quiero perderte— Mi bella dama de piel canela se acerco para besarme.

Que tristeza que ese beso solo fue un fantasma como sus palabras. —También te ame tanto, demasiado como para arrancarme el corazón. Te amo tanto —Fueron palabras que por ultima vez le dije antes que se fuera ese melancólico verano.

—¿Porqué te deje ir ese verano?— solté al viento del recurrente parqué donde la conocí, aún con esperanza de verla una vez más. Mínimo para notar los cambios que ha hecho desde mi partida, pero se que si la veo una ultima vez, me abalanzare a ella para besarla como no lo hice aquella vez que la deje.

La esperanza rota. Mi orgullo destrozado y mi pecho acelerado.

—Hola

Soltó la primera palabra ella.

Dos metros y medio de distancia nos separaban.

—¿Cómo te encuentras? —Abrí la conversación. —por cierto, te ves muy linda hoy

Ladee una sonrisa con ternura al verla, di un paso y seguido otro. Quién rompió la distancia fui yo. —Gracias, y me encuentro bien —Dio un paso atrás al ver que mi distancia disminuía ahora solo un metro. —¿Cómo has estado tu? —Sonrío y extendió su mano.

¿Aún me odiaba?

—Me encuentro bien, gracias por preguntar— correspondí su saludo de la misma manera —¿Cuánto tiempo sin verte? —pensé en alto.

—Alrededor de tres años, ¿no? —Me respondió y seguido de eso suspiro —exactamente dos años y seis meses de aquello. Como pasa el año y las cosas, ¿Verdad?—Volvió a sonreír.

—Me platicaron que te habías ido de la ciudad después de eso —hable sin pensar.

—Si, estuve viviendo un tiempo en Puerto Vallarta hasta la fecha

—¿Te encuentras de visita entonces?

—Si, el día veintiséis de diciembre regreso junto con...

—Mi amor, te traje esto —La interrumpió, pero respondiendo al mismo tiempo lo que iba decir. —Su, ten tu suéter que tomaras un resfriado cariño —Observe como le colocaba la prenda para después darle un beso en la frente.

El paso del aire sonaba y junto a ello también las hojas quebradas de los árboles comenzaban a revolotear, pero con ellos no solo sonaba el crujir de las hojas; sino también el de mi corazón.

—Fue un gusto coincidir contigo nuevamente —me sonrió de vuelta y se fue de largo antes que yo respondiera algo.

—El gusto fue mío pequeña, fue mío — mencioné a muy baja voz aún para que no me escuchara.

Yo no le permití una despedida años atrás, ahora que tocaba a mi no recibir ese cierre que tanto me dolía no tener.

Solo vagué entre calles y en un abrir y cerrar de ojos me encontraba a un paso para trascender. Y en otro pestañeo en el suelo contrario donde de un lado mío estaba una castaña.

—¿Quién eres?

—Soy Su, un gusto — me sonrió.

La historia quizás se repetiría... o tal vez no.




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