Sin rumbo,
lloriqueo de niño,
te miro de lejos,
quiero caer en tus brazos de nuevo.
Tanto te extrañe,
mi esquizofrenia,
una ilusión de ti me deja ver.
Tan fuerte está mi mal estar,
que también la sensación corporal me pone fatal.
Te vuelvo a ver en mi cuarto de hospital,
dudo si eres real,
te intento nuevamente tocar,
pero ni en eso ya me puedo también confiar.
Esa voz que temía escuchar,
en la habitación en blanco comenzaba a resonar.
—Estoy aquí.
Sin rumbo realmente estaba,
porque tú tenías que venir a salvarme,
de lo tan perdido que tampoco quería ya encontrarme.