Luces en Diciembre

Sol en febrero

Entre recuerdos despiertan fantasmas,

desde el amor más puro hasta el llanto fatal,

pues el corazón no elige qué canta,

y a veces la belleza es también funeral.

Miro mis versos, ruinas del tiempo,

poemas que narran lo que fui y no soy,

me devuelven a aquella tarde en junio,

cuando todo se quebró, cuando todo se oyó.

Aquel día el cielo no hablaba,

solo un silencio pesado y cruel,

sentí que la vida entera se desplomaba,

que el aire era espina, que el suelo era hiel.

Tristeza primero, un río infinito,

lágrimas ciegas que no quise mostrar,

la desilusión me tomó por el cuello:

"todo lo amado ya no volverá".

Después vino el enojo, ardiente, salvaje,

¿por qué mis acciones llevaron al fin?

Cada palabra no dicha fue daga,

cada error un juicio dictado contra mí.

Y cuando creí que aún había esperanza,

que quizá mis manos podían curar,

descubrí que ya estabas en otros brazos,

que otro ocupaba el lugar que dejaste al marchar.

Ese vacío fue un golpe brutal,

como hundirse en un pozo sin fondo ni luz,

fue entender que todo el esfuerzo fue en vano,

que el amor que soñé terminó en su cruz.

¿De qué sirvió llorar, luchar, arrodillarme?

¿De qué sirvió querer reparar lo perdido?

Si mientras buscaba salvar nuestro mundo,

ya habías huido, ya habías elegido.

El vacío me habló con su voz implacable:

—"no queda nada, solo ceniza y rencor,

no fuiste suficiente, no fuiste eterno,

tu sueño murió junto al último sol"—.

Desde entonces mis versos sangraron,

mi alma quedó rota, fragmento sin fin,

y aunque el tiempo me arrastra en su marcha,

la herida aún arde, no quiere morir.

Hoy entiendo que el hombre es ruina,

que el amor se transforma en ceniza y dolor,

y que todo lo eterno se quiebra en un soplo,

como un ángel caído que olvidó su fulgor.

Pero en la penumbra de esta verdad oscura

descubro que el dolor también es raíz,

que sufrir es el precio de toda ternura,

y que la nada no existe sin lo que perdí.

El tiempo no frena, no borra, no espera,

es juez implacable que avanza sin fe,

y en su corriente el alma sincera

aprende que amar es perderse también.

Quizá la existencia no tenga respuestas,

quizá el vacío sea parte del plan,

pero si en mi herida la vida se gesta,

entonces el llanto también es cantar.

Así vivo, entre sombras y dudas,

entre carne mortal y preguntas sin fin,

un hombre que escribe su herida desnuda

y halla en la nada un motivo sin fin.

Porque ser humano es ser contradicción:

buscar en el caos un rastro de sentido,

saber que el amor es también destrucción

y aun así entregarse, aun así estar vivo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.