Lucia.
Estoy feliz, camino a paso firme hacia la empresa de la familia, la cual debo heredar al cumplir veinticinco años y tomar su control.
Ya en dos días es mi cumpleaños y he logrado convencer a mi viejito para que Marcos siga al frente de la junta directiva.
No es que quiera desentenderme de mis responsabilidades, pero es que acabo de graduarme como diseñadora y quiero intentar crearme un nombre por mí misma.
He cursado mi carrera utilizando mi apellido materno, de la Hoz. Quería que se me reconociera por mis esfuerzos y el apellido Alcántara es muy conocido en el mundo del diseño de moda.
Junto a mis amigos tenemos un gran proyecto, queremos tener una casa de diseño donde la moda sea accesible para todos.
Marcos me dice que sueño con un proyecto así porque no me interesa ganar dinero, que solo lo tomo como un pasatiempo. Él duda que mis amigos y yo hagamos algo, que solo queremos perder el tiempo.
Nuestra empresa sería una pequeña sucursal del imperio D'Moda. Esa fue una de las tantas condiciones que puso mi abuelo para que no me separe totalmente del negocio familiar. Según él, tendremos autonomía y únicamente deberemos reportar nuestros resultados en la junta de la empresa donde soy miembro a la cual tengo que asistir.
Otra condición que me impuso es que si en un año nuestra casa de modas no despega y logra mantener autonomía, D’Moda trazará las estrategias que decidan nuestro futuro.
De inicio arrancamos solos con nuestro propio capital. Aiza, Verónica, Carlos, Víctor y yo vamos con todo, seremos socios a partes iguales, ellos estuvieron en la junta con mi abuelo y conocen las condiciones. Están felices porque estaban seguros de que mi abuelo no iba a ceder, pero lo logramos. Entre los argumentos que le di, además de abrirme paso por mí misma, está mi pronta boda con Marcos, quien ha asumido muy bien sus funciones como director general en D'Moda y pasará a ser parte de nuestra familia.
Mi abuelo ha puesto un sin números de condiciones y todo ha quedado establecido con su abogado, debidamente firmado y como resultado tengo permiso para volar como dice mi abu Eva o Aya, como le digo de cariño, quien estuvo presente en todas las negociaciones con mi viejito terco.
Yo amo a mi abuelo Rodrigo, aunque a veces se pasa de exigente.
Llego a D’Moda muy animada, saludo a todos a mi paso y tomo el elevador, las puertas se abren justo en presidencia y salgo a paso seguro.
Brenda no está en su escritorio, de seguro anda cumpliendo alguna orden de Marcos. Miro su escritorio y sonrío, de estar ella allí me saludaría con tanta algarabía que arruinaría la sorpresa que pretendo darle a mi novio.
Camino con sigilo rumbo a la puerta, pero mi sorpresa es tal que casi caigo de bruces. Allí están Brenda y Marco totalmente desnudos en el sofá de la oficina conversando entre besos y caricias.
Respiro profundo y me dispongo a entrar cuando escucho a Marcos hablar.
—Sabes que no la puedo dejar, no puedo echar por la borda todo nuestro plan —justifica él refiriéndose a nuestra relación —. Ya en dos días cumplirá los 25 y será la dueña de todo esto.
—Sí, pero ella será la dueña, no tú. Yo al final solo seré tu amante y ya me estoy cansando —protesta Brenda.
—Tranquila, mi reina, tú y yo seremos dueños de todo —afirma—. Todo será nuestro.
—Sí, y tengo que creerte que te lo va a regalar —espeta burlona.
—Todo está listo, llevo dos años pensando en todo —replica él—. Si te has dado cuenta de que en mi gestión no hay ni un solo error. He sido tan confiable y transparente que ya ni revisa lo que le doy a firmar, la tengo bobita. En las últimas juntas he estado introduciendo documentos que ella firma sin mirar, si bien no ha firmado nada malo, lo ha hecho.
—¡Ah! Son los que me mandas a poner a última hora —menciona ella.
—Han sido cosas sin importancia y que ella debe firmar de todos modos, nada ilegal o torcido. Si en un momento lo descubría quedaba como algo traspapelado por la ineficiencia de mi secretaria.
—Entonces yo sería la culpable. —protesta.
—No, solo sería un error humano. —Le explica él. Siento tanta rabia que me cuesta contenerme.
—Pero error mío —sisea.
—Tranquilo amor, en dos días todo acabará, ella asumirá el control de su empresa y a la vez firmará el documento en el que me lo cede todo. —Siento que el estómago se me revuelve ante tanta suciedad, me obligo a mantenerme en pie para seguir escuchando. Comienzan a besarse, a acariciarse y ya no hablan del tema.
Con el mismo cuidado que me acerco a la puerta me alejo de aquel escenario dantesco que se desarrolla en aquella oficina.
Llego al baño, me derrumbo y lloro hasta que saco todo lo que tengo dentro. He decidido que mis abuelos deben saber lo que sucede y ya más calmada los llamo para comunicarles que los necesito y les pido que citen al abogado.
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Hola queridos lectores.