Narrador omnisciente.
—Hola, hermano, te tardaste —le reclama Víctor a su amigo—. Ya me veía como novia vestida, alborotada y plantada.
—Siempre exagerando —protesta su amigo—, te he marcado para decirte que tuve un imprevisto y no me respondiste. Además, solo he tardado cinco minutos, dramático.
—¿Y camina tu imprevisto? —cuestiona Víctor mientras se funde en un abrazo con su entrañable amigo, al que hace tres años que no ve—. Para ti cinco minutos es mucho, dónde queda el respeto al tiempo de los demás.
—Hoy te levantaste chistosito, creo te contagió Carlos —dice—, o te dormiste del lado equivocado.
—Ja, ja, ja, cuéntame una de trapo. Quiero saber qué le pasó al rey del orden y la puntualidad.
—Si vas a seguir burlándote, me voy. Y no fue solo una cosa, fueron tres.
—Comienza uno, dos y tres… —Lo incita a hablar—, tienes cinco minutos menos, pues a las dos tengo una junta en el trabajo y no me voy a ir con la intriga.
—Primero, cuando te marqué, organicé todo y me dispuse a salir, entré un segundo al baño y caminé al parqueadero, al entrar al auto y me di cuenta de que dejé el teléfono sobre mi escritorio. Me dispuse a desandar mis pasos para buscarlo, pasé por la cafetería, agarré un café y tomé el elevador, al salir me impacté con una chica a la que le derramé todo el café caliente sobre su pecho y … —Lo interrumpe su amigo
—¿Es lind…? —No lo deja terminar molesto.
—Si quieres que te cuente, te quedas calladito que hoy andas en modo Carlos y no te aguanto —lo regaña.
—Y tú, en modo insufrible —responde Víctor, ofendido.
—Luego de intentar ayudar a la chica, pasé la vergüenza de mi vida, pues al intentar quitarle el saco para ver si se había quemado mucho, ella se resistió. Por el contrario, la prenda cedió muy fácil, para mi sorpresa solo llevaba una hermosa ropa interior roja que le resaltaba un cuerpo de diosa sumado a unos ojos verdes hermosos, pero eran los ojos más tristes que he visto.
—Para ser un desafortunado encuentro viste mucho —agrega Víctor—. ¿Y cómo se llama, quién es?
—No lo sé, salió corriendo luego de que le abriera el saco. Sabes, sus pupilas no las voy a olvidar nunca, pues me recuerdan a alguien, pero sobre todo es esa tristeza que transmitían, forjaron en mí la necesidad y el deseo de protegerla, se veía tan frágil.
—Quiero que seas sincero ante mi pregunta, no es con ánimos de mortificarte —advierte Víctor.
—Hazlo, pero si empiezas a joder me voy.
—Qué te impactó más. ¿Sus curvas adornadas en esa sexy ropa interior roja o sus hermosos y tristes ojos verdes? —Le pregunta Víctor mirando a su amigo con seriedad.
—Por lo poco que he podido apreciar, te puedo decir que tiene un cuerpo de infarto y que el rojo le resaltaba jodidamente, pero sus ojos, esos sí, se me grabaron en el alma. Sabes, más que deseos de poseerla, quería protegerla y borrarle esa tristeza.
—Amigo, nunca te había visto con ese brillo en tu mirada al hablar de una mujer, creo que debes buscarla. Tendrías que averiguar quién es. —Indica Víctor.
—Pero cómo, si ni su nombre sé.
—Pregunta en la recepción, si estaba en ese edificio debieron darle acceso. —sugiere Víctor.
—Por último, ya llegando acá, me marca el jefe para asistir a una reunión con unos clientes. Le recordé de mi almuerzo contigo y bajo protesta accedió.
—Esta noche nos vamos de parranda, ya es hora que conozcas a mi novia, a Carlos y su novia en persona. Vamos a un bar o a comer, tú decides —invita Víctor—. Serás el anfitrión.
—Ya tengo deseos de conocer a esa tropa, a Carlos lo conozco por video y las chicas veremos si son cómo ustedes cuentan o están exagerando —dice su amigo—. Además, aún no he salido de noche en esta hermosa ciudad.
Lucia.
Entran los abogados al despacho y mi abuelo los invita a tomar asiento luego de saludar con un fuerte abrazo a su amigo.
—Lucia estás tan hermosa como siempre y mi querida Eva, tú no envejeces ni porque tengas al lado al ogro de mi amigo —bromea Gorge y mi abuelo se pone serio—. Ya amigo, solo te mortifico. Les presento al Licenciado Aiden el nuevo Abogado Junior, mi nieto no pudo venir, se le complicó el día.
—Ya me parecía que al ver al acompañante de Gorge no veía en él a mi amigo de la infancia. Pudo cambiar mucho, pero no tanto —expongo.
Luego de las presentaciones correspondientes, nos acomodamos y le cuento a Gorge todo lo acontecido en la mañana de hoy y le explico lo que quiero.
—Entonces quedamos así —digo—. La junta se efectuará en dos días como está previsto. En la mañana de mi cumpleaños.
—Licenciado… —enuncia Gorge refiriéndose a Aiden—, encárgate de que estos nuevos documentos queden debidamente notariados, pues los necesitaremos con urgencia. Los otros me los das que ya no son necesarios, todo ha cambiado.
Ellos se piden y mi abuela le hace prometer a Gorge que vendrá a cenar en estos días, junto a su nieto.
Mi teléfono suena y contesto sin mirar a la pantalla.