Lucia.
Ya todo estaba acordado con los chicos y Carlos será una pieza muy importante y sé que lo lograremos. En dos días será mi cumpleaños y se realizará la junta.
Se pusieron un poco tristes cuando les dije que no podría estar a tiempo completo en nuestra casa de diseños de modas, pero que aun desde lejos haríamos equipo.
Tendremos un mes para dejar todo listo y llevar a cabo el plan para hacer pagar a Marcos. Con la ayuda de los chicos, y la asesoría de Gorge no debe haber problemas.
Los chicos están instalados en la sala y nosotras subimos a mi habitación donde Verónica ha sacado todo mi closet.
—Sabía que no era necesario ir a la casa y dejarte sola —explica Vero—. En tu armario hay más ropa que en cualquier boutique. Siempre es lo mismo, compras ropa que al final no te estrenas.
—Sabes que no me compro nada —protesto—. Es la abuela que va a los desfiles y viene llena ropa para mí, que si es tendencia, que si son hermosas y miles de excusas para llenarme de cosas que yo ni uso, ni necesito. Muchas ni son de mi estilo.
—Diosito por qué no me pusiste una abuelita consentidora en mi camino —exclama Vero.
—Ni sé por qué protestas —la acusa Aiza—, si Luz cada vez que se le ocurre donar un poco de cosas te tiene a ti para liberarla de la mitad de la tarea.
—Sacrificios que una hace por las amigas. —Se excusa Vero y las tres nos reímos como locas.
Vero escoge lo que cada una vamos a vestir, nos maquillamos y peinamos y las tres quedamos divinas.
—Listas —dice Aiza.
—Lindísimas, matadoras, divinas estamos, ahora que el mundo tiemble —vocifera Verónica
Bajamos las escaleras y llegamos junto a los chicos listas para marcharnos.
—Me niego a salir de aquí —pronuncia Carlos muy serio—, llama a tu amigo y que venga para acá.
—Lo siento cariño, pero estos cuerpecitos se van de rumba con tu compañía o sin ella. No voy a privar al mundo de una vista tan hermosa, eso sí que es un delito —espeta Verónica muy cerca de los labios de su novio.
—Bueno, por suerte tu amigo es abogado —dice Carlos mirando a Víctor—, porque hoy terminamos en la delegación. Dale cariño que yo asumo las consecuencias si al final tengo el privilegio de lucir a una reina. Tú no te separes de mi lado y ya estará parte de la situación controlada.
—Tú no cambias. —Le reclama Víctor—. Ven cariño, estás preciosa, bueno están preciosas porque Luz está bellísima también. —Mi amigo extiende un brazo para Aiza y otro para mí—. Soy más afortunado que tú, pues yo tendré dos hermosas damas que lucir y a ti te toca la pitufa.
—No me provoques que si comienzo a hablar no quedarás bien parado y agradece que gracias a esta pitufa estás incluido en este selecto grupo —protesta Vero.
—Sin contar que sin nosotros serían unas ostras aburridas, mi corazón —sugiere Carlos.
—No empiecen con sus cosas, vamos a irnos ya, antes de que Luz se arrepienta —propone Aiza.
—Cómo hacemos. ¿Nos vamos en autos independientes o todos en uno? —Nos pregunta Víctor.
—Vamos todos en uno porque hoy Vero y yo nos quedamos con Lucia —dice Aiza y así lo hacemos. Nos decidimos por el auto de Víctor que es más espacioso.
Llegamos al bar, el ambiente era tranquilo y relajado, la música agradable y alegre. Nos sentamos en una esquina apartada y compartimos algunos tragos entre las bromas de Carlos y las locuras de Vero.
La velada está siendo especialmente agradable, realmente necesitaba mucho esta distracción. El amigo de Víctor ha llamado avisando que estaba por llegar o es lo que su locutor nos ha comunicado.
Me separo del grupo y camino rumbo a los baños, pero mi sorpresa es abismal al ver en unos de los reservados a Brenda y Marcos muy acaramelados. Esta imagen me supera, pues realmente estos dos se la pasan todo el tiempo juntos. Salgo del lugar corriendo, cruzo la calle sin mirar, todavía me encuentro aturdida y reacciono cuando las luces de un auto me vuelven a paralizar. De repente, todo se oscurece.
Muy lejos escuchaba voces, podía asegurar que era la misma voz del guapo del café.
—Estás bien, por favor reacciona. —Abro mis párpados y me encuentro con los mismos ojos azules de esta mañana.
—Tú, no puede ser —balbuceo y recuerdo el incidente anterior. Trágame tierra, no puede ser él de nuevo.
—Parece que estamos destinados a chocar. Dos veces en un día es mucha casualidad —Me toma en sus brazos y me levanta—. ¿Estás bien?, ¿te golpeé? —inquiere con voz ronca logrando que mi piel se me erice—. Te debo una disculpa aún por lo de la mañana.
—Creo que no, no me duele nada, he tenido un día terrible, creo que por el susto y por todo me he desmayado. —Siento mis mejillas arder por la vergüenza, en este momento solo quiero desaparecer.
—No se te ve bien, ven, te llevo donde vayas. —Niego con la cabeza.
—No, no es necesario —me separo bruscamente y corro a detener un taxi—. Necesito alejarme de ahí urgente.
El coche se detiene, entro en él y le doy mi dirección al conductor. Mientras el auto avanza rememoro todo mi día, el cual ha sido demasiado catastrófico y abrumador.