Lucia.
Me levanto en la mañana con energías renovadas, luego de ir al baño y prepararme mentalmente para este día, me dirijo hacia la cocina a hacerme el desayuno.
Al pasar por la sala, veo un par de chaquetas sobre el sofá, lo que me hace saber que mi casa se encuentra llena.
Mis amigos son como hermanos y siempre están para mí. Mi abuela siempre me dice que ellos son tesoros que Dios ha puesto en mi camino como recompensa por la nobleza de mi corazón y para compensar la pérdida de mis padres.
Me repetía que no permitiera que Marcos los alejara de mí, pues siempre habían estado en los momentos más difíciles. Que pocos tenían la dicha de encontrar en sus vidas a amigos tan incondicionales, los amores van y vienen, pero que los amigos verdaderos siempre están y ellos lo han demostrado con creces.
Me coloco el delantal y me dispongo a hacer un rico desayuno para todos cuando escucho la algarabía y las risas. Cuando ellos están, mi hogar se llena de vida.
—Hola, chicos. ¿Cómo les fue anoche? —averiguó mientras los saludo.
—Bien, justo cuando te fuiste llegó el amigo de Víctor y pasamos una bonita noche aunque nos hiciste falta —dice Aiza.
—Hoy la representación masculina del grupo se hará cargo del desayuno —Vero llega y me quita el delantal, según ella nos toca dejarnos consentir. Nos acomodamos en la sala, ya que será un domingo de película.
—Ayer cuando les dije que iba al baño —menciono—, en uno de los reservados vi a Marcos y a Brenda, por eso me fui.
—Desgraciados, no se esconden para hacer sus cochinadas —espeta Vero enfurecida.
—¿Cómo estás con eso? —pregunta Aiza.
—Tranquila, ya me convencí de que él solo me utilizaba —explico—. Tomé la decisión de irme porque no quería que se vieran descubiertos. No quiero que nada estropee lo que tengo preparado y él me lo hará muy fácil.
—Eres una guerrera, te admiro por tu fortaleza —comenta Aiza.
—No soy tan fuerte, hace tiempo que estaba dudando y me preguntaba si esa era la relación que quería para mí, no veía esa magia que veo cuando las veo a ustedes con los chicos. Solo no me atrevía a dar el paso.
—Todo siempre sucede en su momento, y lo que tiene que ser será, tenemos un destino trazado —comenta Aiza.
—Ahora que hablas de destino, cuando salí del bar casi corriendo, crucé la calle sin mirar y cuando unas luces me encandilaron me paralicé. —Les cuento—. Hasta me desmayé del susto. ¿Y saben en los brazos de quién abrí los ojos?
—¿De quién? —chilla Vero con impaciencia.
—Del chico del elevador, el que me llenó de café —respondo.
—El que te abrió el saco —cuestiona Aiza emocionada.
—El dios griego de ojos azules, como dice tu abuela —comenta Vero.
—Parece que están destinados a chocar, dos veces en un día es mucha casualidad —asegura Aiza.
—Eso mismo dijo él —afirmo.
—Él es tu destino —habla Aiza de forma cómplice y estallamos en risas por sus ocurrencias.
—Ahora a las coincidencias le llamas destino —digo incrédula. Llegan los chicos y comenzamos a desayunar.
—¿De qué se reían? —cuestiona Víctor.
—De las premoniciones de tu novia —dice Vero—. Ya hasta encontró al hombre que el destino le tiene destinado a Luz.
—Vamos a escoger una película y dejemos que el tiempo decida —propone Aiza con molestia. Ahí comienzan otra guerra campal por decidir que veremos.
Nos levantamos tarde y ya es cerca de la una de la tarde cuando terminamos el desayuno y, al fin, seleccionan una película.
Esta vez, dejaron que Aiza decidiera para que no estuviera más molesta y como siempre ella eligió una comedia. Cuando estamos por comenzar suena mi teléfono.
—Hola —respondo viendo que es Marcos quien llama.
—Hola, Lucia. ¿Nos vemos hoy? —pregunta.
—Si quieres vienes a mi departamento, aquí están los chicos para una tarde de película. —Mientras le contesto, los chicos hacen señas de negación.
—Si ellos andan por allá, mejor no paso —responde e imaginaba que se negaría—, ya casi no sacas tiempo para nosotros.
—Mañana será un día decisivo, ya después de mañana todo cambiará. —Le digo y él no tiene idea de cuánto va a cambiar.
—Está bien, veremos si es verdad. —Me responde sin ocultar su molestia.
Corto la llamada porque ya no soporto escucharlo más, es un farsante, un cínico y me las va a pagar.
Los chicos se acercan y me abrazan, les aseguro que estoy bien, que afectarme es un poder que no le voy a otorgar. No sé si en algún momento lo quise mucho, pero hoy solo siento desprecio por él y unos deseos enormes de hacerlo pagar.
Tenemos una agradable tarde de películas, como a las siete pedimos pizzas para comer, luego de quedar satisfechos dejamos todo ordenado y le digo que me voy a dormir.
Mañana será un día intenso y prefiero descansar temprano. Ellos me informan que van a quedarse esta noche nuevamente, ya que mañana van a la empresa conmigo.