Lucia, luz y poder

Capítulo VIII

 Lucia.

—¿Por qué haces esto? No entiendo de qué se me acusa, explícame —me exige Marcos notablemente molesto y nervioso—. Considero que luego de mi arduo desempeño y teniendo en cuenta mi gestión en la empresa, puedo dar mi opinión, pues todo esto es injusto. No lo entiendo y me extraña tu conducta hacia mí, Lucía, yo creía que nosotros estábamos tan bien mi reina.

—¿Te extraña mi comportamiento? —le pregunto tajante mirándolo a  los ojos—. Quieres saber el porqué  de mi actuar. Lee esta carpeta y si te quedan dudas hago una disertación acá,  frente a todos. —Toma el objeto y lo revisa con detenimiento, el silencio en la sala es tal, como la tensión, ya que se puede escuchar un alfiler si cae al piso.

En el informe, hay pruebas de sus desvíos de fondo junto al  monto calculado, y aunque es una suma para nada despreciable a nosotros, lo que más  nos interesa es no verlo más. Con la mitad de lo que hay en las hojas es suficiente para que pague con cárcel por varios años,  además  de que tendría que resarcir a D'Moda con una suma millonaria.

Acordamos con mi abuelo y los abogados que es mejor no estar envueltos en un proceso judicial en los inicios de mi administración y que sería por demás  desgastante para nosotros y sembraría un mal precedente para la empresa.

—Si quieres más  pruebas puedo aportar al menos una más. —Me levanto con lentitud, manteniéndome altiva, me acerco a Brenda y tomo la carpeta que tiene enfrente. Realmente tengo deseos de agarrar a esta desagradecida por los moños, pero ciertamente rebajarme a su nivel es casi un delito—. Acá  está  la última, el documento que pretendías que firmara para despojarme de lo que me pertenece. ¡Ups!, también tengo unas reveladoras fotos, pero por respeto a los presentes mejor no las muestro.  

—¿Cómo sabes todo esto? ¿Desde cuándo me espían? —sisea mi futuro ex al girarse hacia Brenda—. ¿Tú me traicionaste?

—Yo, yo no he hecho nada —responde ella.

—A ver «cariño» —digo y el sarcasmo se nota—. A esta niñita no le alcanzan sus neuronas para más que revolcarse contigo en la oficina —aseguro con voz firme—. Tu gestión  hubiera sido más  eficiente si no cargaras semejante peso muerto. Pero los dos son tal para cual y se merecen.

—No voy a permitirte que me hables así —reclama Brenda.

—Yo te hablo como quiera, y mejor me ahorras el tener que verte, ya no eres más la secretaria ejecutiva de la empresa y si quieres seguir trabajando aquí, te vas a tu puesto en los almacenes —ordeno y esta se dirige a la puerta y la detengo—. ¡Ah! Solo necesito un favor más para no despedirte, cuando entre a los almacenes me haces el gran favor de volverte invisible. ¡Ahora sal de aquí!

—No tienes derecho a…—lo corto a Marcos que intenta defenderla.

—Tengo todo el derecho, puedo y quiero y si no te digo que te vayas junto con ella es porque aún no has firmado los documentos —espeto con tranquilidad mientras miro a mi abuela quien me sonríe—.  Te aconsejo que te rodees con personas de valor como mis amigos, con su ayuda he logrado  conseguir todo lo que necesitaba para que hoy yo pueda estar en esta posición y tú en la que te encuentras. Por suerte nunca los puse a un lado como a ti te convenía. Después  de todo no soy ni tan boba, ni me tenías en tus manos. —agrego con malicia—. ¡Ah!, recuerda que hoy en día, hay cámaras por todos lados para que hagas algún espectáculo, que otros observan actitudes que son verdaderamente reveladoras y se tornan deprimentes.

—No voy a firmar nada —dice Marcos y me reta con la mirada.

—Si no quieres firmar no es necesario —miro al abogado de los ojos azules y me dirijo a él, intento sonar firme, pero debo confesar que su presencia aquí, me resulta inquietante de solo recordar lo que sucedió  con mi saco, aunque tengo que afrontarlo—.  Redacta la denuncia cuando quieras, a este no le va a alcanzar la vida para pagar lo que se ha robado.

»Conociéndote  como te conozco y teniendo la gallina de los huevos de oro en tus manos no debes tener ahorrado mucho. Al final, para qué ibas a ahorrar si todo esto sería tuyo —Clavo mi vista en Marcos usando las palabras que escuché.

»Pero después  de todo agradezco tu alerta, pues mi abuelo estableció  nuevas pautas y ya la empresa nunca más  estará en peligro de caer en manos de tramposos —afirmo mientras miro a mi abuelo quien asiente con su cabeza—. Para realizar una venta de la empresa o de sus acciones habrá  que cumplir determinados requisitos por las partes interesadas y solo se podrá  ceder la empresa a otro miembro de la familia.

—Señores, la función ha terminado —indica mi abuelo con su tono serio y de mando—. Esperamos que sean discretos sobre lo acontecido aquí, puesto que era necesario que fueran testigo de la decisión que Marcos eligió tomar, él decidió  no firmar los documentos y ya resolveremos entonces este asunto en los tribunales.

—Dónde  tengo que firmar —dice Marcos entre dientes de mala gana a sabiendas de que tiene todo perdido y el abogado se apresura a indicarle. Todos nos ponemos de pie y comienzan a salir de la sala de juntas, me acerco y le comento.

—Solo espero que aprendas a valorar las oportunidades que la vida te da. Yo agradezco haber llegado en el momento justo en el que le comentabas a tu amante hace dos días en el sofá de la oficina tus planes. —Él se me viene encima con intenciones de pegarme.




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