Lucia.
Estoy parada frente a él, perdida en su mirada azul que me trae tanta calma y a la vez me inquieta, ahora entiendo el porqué se me hacían tan conocidos esos ojos. Todos los recuerdos de nuestra niñez se me vienen de golpe, nuestros juegos o cómo me defendía ante los demás.
Cuando nos vimos por última vez él tenía diez años y yo solo siete. Nuestros padres trabajaban juntos en D’Moda y nosotros nos criamos unidos, compartiendo espacios y eventos. Las familias solían pasar juntas las vacaciones y hasta íbamos a la misma escuela hasta el fatídico accidente aéreo donde perecieron nuestros progenitores.
En su momento, los abuelos y el tío Gorge pensaron en un atentado, nunca se encontró evidencia al respecto, pero decidieron para protegernos, mandaron a estudiar al extranjero, en diferentes internados, nos separaron y hasta ahora, no nos volvimos a ver.
Yo fui matriculada con los apellidos de mi mamá y los abuelos fueron muy discretos en relación con mi destino. Me visitaban continuamente, pero siempre intentando pasar desapercibidos.
Según fui venciendo niveles de enseñanza me cambiaron de escuela y en el instituto conocí a las chicas, aunque nunca más volví a tener noticias de Darek hasta que se fue volviendo un recuerdo borroso en mi memoria.
Ahora los recuerdos de nuestra infancia regresaron de golpe, como si hubieran estado dormidos.
Su cercanía me afecta, no lo puedo explicar, es algo ambivalente. Saberlo cerca me transmite paz, confianza; cuando me mira con sus impenetrables iris provoca en mí una sensación electrizante, hipnótica que me hace estremecer y logra que me ruborice.
Los abuelos se acercan junto al tío Gorge y llegan hasta donde estamos.
—Lamento que se hayan reencontrado en estas circunstancias —comenta Gorge.
—Considero que no pudo ser mejor momento —afirma Aya quien llega del brazo del abuelo Rodrigo—, si Derek no hubiera estado cerca, el muy infeliz dominguillo le hubiera pegado a mi niña.
—Gracias muchacho —dice mi abuelo mientras le palmea el hombro, Darek se voltea hacia él y se funden en un abrazo—. Contigo acá en la empresa cuidando de Luz estaremos más tranquilos, algo me dice que no será la última vez que veamos a Marcos. Olfato de viejo, ese tipejo dará algunos problemas aún. Por suerte Lucia lo desenmascaró en el momento justo para descubrir sus fechorías.
En la sala de juntas se escucha un gran alboroto proveniente de las oficinas de presidencia. Hay gritos y una algarabía que no es usual. Nos apresuramos a salir para averiguar qué sucede.
Llegamos justo en el momento en que Vero arrastra a Brenda del cabello tratando de introducirla al interior del elevador que Carlos le mantiene abierto mientras esta grita e intenta soltarse.
—No se te ocurra regresar acá. —La amenaza Vero tirándola dentro del cubo—. Esto es solo una pequeña parte de lo que deseo hacer contigo, te juro que me he quedado con ganas. —Mi loca amiga se gira hacia nosotros con una sonrisa de triunfo y satisfacción que sé que le durará mientras recuerde el evento—. Ya me deshice de parte de la basura, ahora solo falta rediseñar este lugar y cambiar estos muebles usados. Era algo que me correspondía, pues mi Luz tiene una imagen que cuidar y un glamour que conservar.
No ha terminado de hablar y mi abuela la aplaude como si hubiera hecho la hazaña de su vida, a lo que todos estallamos en risas en el instante que las puertas metálicas se cierran llevándose a esa desgraciada.
—Si alguno de ustedes necesita detalles de lo sucedido aquí, tengo toda una película donde quedaron grabadas las memorias del épico suceso —explica Carlos al señalar su celular, estos dos están hechos a la medida—. Quizás haga que algunas imágenes se vuelvan virales.
—Proyéctalas en la pantalla, esto es algo que no quiero perderme y que veré en primera fila —pide mi abuela con insistencia, mientras que Carlos ni lento ni perezoso la obedece.
Desde que escuché lo que Marcos pretendía, mi abuelo autorizó que Carlos accediera al sistema de cámaras de la empresa y desde ese momento lo controla todo desde su celular, por ello se jacta de tener toda una película, la cual proyecta en el televisor de la oficina a través del circuito cerrado de la empresa.
En el televisor se puede observar cuando Vero llega a las oficinas de presidencia y ve a Brenda de lejos, le dice Carlos que la sacará de ahí y que abra las puertas del ascensor.
Carlos le pide un segundo y desde su celular ajusta las cámaras para grabar. En el video se ve cuando Vero le pregunta qué está haciendo aún ahí y esta le dice que quiere hablar conmigo. Mi amiga se le va encima sin darle tiempo a nada mientras le recuerda que yo dejé bien claro que no quería verla, la tira al suelo entre cachetadas y la toma del cabello arrastrándola hacia el elevador. Todo esto ocurre mientras Brenda intenta quitársela de encima, gritando como loca.
Luego de ver las imágenes, todos miramos a nuestra amiga que está tan tranquila que no parece la protagonista del suceso acontecido.
—Yo, yo no he hecho nada —dice haciéndose la víctima—, simplemente sacaba la basura.
—Gracias mijita —le dice mi Aya—. Debieran existir más gente como tú en este mundo con sangre en las venas. Gracias por hacer lo que yo hubiera hecho con unos años menos. —Todos reímos antes las palabras de mi viejita y ella abraza a Vero como premio a sus acciones.