Lucia.
Me remuevo en la cama hasta que logro abrir mis ojos. Imágenes fugaces de lo sucedido vienen a mi cabeza. Los recuerdos son confusos, no logro dar un orden a los eventos que se repiten en mí.
Recuerdo todo lo sucedido en la fiesta de mi cumpleaños, no sé cómo, ni cuando me fui del lugar, aunque sí tengo claro que Darek estuvo a mi lado todo el tiempo, cuánto disfruté bailar con él.
Súbitamente, me visualizo invitándolo a que me tome. «Hazme tuya —recuerdo que le digo—, tú me haces sentir distinta, ya no seré más la pobre niña. Quiero mi primera vez contigo».
No pude haber hecho semejante cosa, quito las sábanas que cubren mi cuerpo y descubro que estoy con una bata, bata que no oculta mucho, pero al menos no estoy como me pienso. Mi corazón late con prisa, siento angustia de que a causa del alcohol haya hecho una estupidez.
No pudo pasar nada entre nosotros, si hubiera sucedido algo yo tendría que recordar, sentir algún cambio en mi cuerpo.
Me encamino al baño, realizo mi rutina de aseo matutina, luego de estar limpia y peinada me visto y calzo cómodamente y me dispongo a salir del cuarto. Toca enfrentar mis actos, aunque agradecería que ya no esté en mi casa y así me ahorro el momento, no tengo idea de cómo lo miraré a la cara.
Llego a la cocina y me encuentro con Darek de espalda, su torso está desnudo, solo viste el pantalón negro que usaba anoche, está descalzo y su cabello negro lo tiene desordenado.
Me quedo mirando el espectáculo humano que tengo al frente, y admirando, además, con la destreza que se maneja en la cocina. Este hombre es sencillamente perfecto, pienso mientras un estremecimiento me recorre toda.
Perdida en mis apreciaciones, me enredo con la banca que tengo enfrente y resbalo.
—Cuidado —grita Darek asustado —, te lastimaste.
—No, tranquilo, solo me enredé con la banqueta —respondo desde el piso mientras él me ayuda a incorporarme.
—Qué bueno, despertaste —dice mientras mi mirada se va a su cuerpo perfectamente trabajado, no quiero mirar, pero no lo puedo evitar, es algo hipnótico que me impide cambiar la dirección de mi mirada—, preparé desayuno para nosotros y así lo disfrutamos caliente, está delicioso ya verás.
—Quiero disculparme contigo por las molestias que te he causado, soy un desastre —intento disculparme por todo y al mirar sus ojos me pierdo—. Pero hay algo que quiero saber.
—Preciosa, tú no molestas, me encanta estar cerca de ti. —Me responde con una voz seductora y áspera mientras reduce el espacio que nos separa y me mira con esos hermosos ojos azules que me desconciertan—. Responderé todas tus preguntas si eso te hace sentir tranquila.
—Bueno, anoche, tú y yooo, tú sabes… nosotros… tú y yo.
—Anoche recibí una provocadora invitación, qué más quieres saber —pregunta con una sonrisa maliciosa sin dar respuesta a mi cuestionamiento, lo que hace que mi nerviosismo aumente. Si me entregué a él por primera vez, al menos quiero recordar lo que sucedió.
—Yooo quiero, necesito saber hasta dónde llegamos, siii. —Continúo intentando descubrir lo ocurrido, quiero saber si fui suya.
—Tranquila —tiene su rostro casi junto al mío, y tengo mi espalda pegada a la barra del desayunador de la cocina, lo que me impide alejarme—. Soy un caballero y no me aprovecharía de una situación como la de anoche. —Me susurra al oído, mi piel se eriza y cuerpo se estremece—. No te voy a negar que haces que mi razonamiento se nuble y que si en este instante me haces la petición de anoche no podré contenerme. Te deseooo —gruñe cerca de mi oído y mi cuerpo reacciona como electrizado y se me escapa un jadeo. Sin poder evitarlo nos entregamos a un apasionado beso, beso que comienza con calma, que luego un deseo incontrolable lo hace agresivo, lo hace exquisito y así estamos hasta que nos vemos obligados a separarnos, nos falta el aire. —Nunca había sentido tanto en un beso.
Nuestras miradas se cruzan, no hay mucho que decir, el deseo nos envuelve y nuestros labios se encuentran nuevamente, me toma de las caderas y enrosco mis piernas a su cintura. No sé cuanto duró el beso, pero ahora mismo me quedaría en sus brazos para toda la vida.
—Tengo miedo —digo.
—Yo también y es que nunca nadie ha provocado todas las sensaciones que tú provocas en mí. Te deseo como loco, aun así, quiero que lo hagamos bien. No quiero que esto se evapore en un momento efímero. Quiero enamorarte, quiero conquistarte y que me ames como yo te estoy amando. Pusiste mi mundo de cabeza desde el choque frente al elevador.
—Me haces sentir cosas que no puedo explicar y que tampoco puedo evitar. Dejemos que el tiempo decida —suelto en un susurro bajo. Creo que es muy pronto para algo así, pero no me voy a cerrar a la posibilidad de experimentar todas esas sensaciones desconocidas que él provoca en mí. Desayunamos entre miradas cómplices, caricias exquisitas.
He decidido disfrutar esta experiencia que es novedosa para mí. Con Marcos nunca viví nada parecido, eran encuentros formales, nunca intentó traspasar esa línea y yo nunca sentí necesidad de que lo hiciera. Aunque hoy entiendo lo que sucedía, su interés no era hacia mí.
—Hay algo que quiero conversar contigo, que me preocupa, pero quiero que seamos sinceros, si no iniciaremos mal. —Me dice Darek mientras me pega su pecho.