Darek.
Aún siento su olor, así lo quiero impregnado en mí. Llevo el sabor de sus labios en mi boca, sus besos son un paraíso y un infierno a la vez. Son un paraíso porque junto a ellos viene el éxtasis, el placer y un infierno porque quisiera desgarrarlos, quisiera devorarlos en un loco frenesí y me obligo a contenerme. Sus hermosos y carnosos labios son una dulce y sugerente provocación.
Salgo del departamento de Lucia con una gran sonrisa en los labios, de camino a mi auto paso por el lobby del edificio y agradezco al portero por su ayuda de anoche.
—Hola joven, algún problema, necesita ayuda —dice el hombre solícito y amable.
—Tranquilo, todo bien, solo pasaba a agradecer su ayuda de anoche —Le digo con una sonrisa.
—Gracias, no es muy usual que las personas que viven aquí me agradezcan por mi trabajo —explica sorprendido—, solo Lucia se comporta con educación, la señora del uno, y ahora usted. Para el resto, o no existo, o estoy obligado a hacerlo. Tienen mucho dinero, pero no les sobra modestia y simpatía.
—Suele pasar —Le respondo.
—Por suerte, para este mundo, quedan personas como usted y la señorita Lucia —comenta en tono afable el hombre bonachón—. Eso nos da la esperanza de que no todo está perdido. ¿Y la señorita cómo amaneció?
—Mucho mejor, ya la verás salir en un rato. Bueno que tenga un buen día, ya ando justo de tiempo. —Le digo.
—Buenos días para usted que Diosito ilumine sus pasos, lo proteja siempre, le dé mucha sabiduría y calma. —Camino presuroso hacia mi Bugatti Veyron, estoy tan feliz que hasta me sorprendo tarareando una melodía.
«Definitivamente, esta mujer pone mi mundo de cabeza», pienso feliz.
En el trayecto a casa voy meditando en lo ocurrido desde hace tres días cuando me la encontré en el elevador, han sido días difíciles e intensos para ella, pero nada borra esa hermosa sonrisa de sus labios y sus ojos ya no se veían tristes esta mañana, estaba radiante.
Recuerdo cuando le abrí el saco y cuando borracha se deshizo de su ropa, es hermosa, es perfecta. Mi cuerpo reacciona al instante ante aquellas imágenes que mi mente reproduce, respiro profundo haciendo acopio de mi autocontrol. Hasta en la distancia esta chica tiene poder sobre mí.
La pienso cuando estaba borracha, las cosas que me dijo, al final soy feliz de que el idiota de Marcos no la haya valorado. Esa mujer es todo lo que necesito en mi vida, no he sido un santo, mas ninguna ha logrado hacer latir mi corazón como ella lo hace, por eso quiero que tengamos una oportunidad.
Luego que se quitara la ropa frente a mí y me pidiera que la hiciera mía, que me regalaría su primera vez, de besarme como lo hizo, supe que aunque estaba borracha, con su mundo de cabezas, yo no le era indiferente y que también me quería cerca.
Recuerdo como se abalanzó a mis brazos y me besó, fue un beso intenso, exquisito, delicioso. Su cercanía, su piel, su calor y ese beso que me dio nubló mis pensamientos, solo deseaba hacerla mía esa noche, en ese momento.
Recuerdo su piel, su tacto, su calor, cuanto desee besar cada milímetro de su cuerpo, como gemía ante mi contacto y mis besos. Nuestros cuerpos se reconocían, pero no es así como lo quiero, la quiero consciente de cada acto, de cada sensación.
Tuve que hacer acopio de todo mi buen juicio para no poseerla. La deseo mucho, mas no quiero que sea así, quiero ir bien, que lo nuestro funciones y que ella decida entregarse a mí, consciente, sintiendo y deseando todo lo que ocurra. No quiero una entrega presurosa, obnubilada por el alcohol y los problemas, quiero ser elegido por ella, quiero que me ame.
Haciendo acopio de mi fuerza de voluntad logré ponerle una bata, que no le cubría mucho, pero era algo. La llevé a la cama entre besos y logré que se durmiera abrazada a mí y yo lo hice abrazado a ella. Ha sido la mejor noche de mi vida a pesar de todo.
No puedo negar todo lo que provoca en mí, que quiero que nos entreguemos; sin embargo, lo que despierta con más fuerzas es mi deseo de protegerla. Eso lo supe anoche, o más bien lo confirmé cuando la tuve acurrucada en mi pecho, dormida, relajada y experimenté un placer inmenso solo con saberla ahí. Amo a esta mujer desde el primer encuentro. Derrumbó todas mis barreras y sin hacer absolutamente nada me enseñó que el amor a primera vista existe.
Llego a casa con ella en mi pensamiento, me cambio de ropa y salgo a trabajar, por suerte las oficinas del bufete ocupan un piso del edificio donde está D’Moda. De camino compro un hermoso ramo de flores.
Entro al edificio, subo al ascensor que va a las oficinas de presidencia, a las oficinas de Lucia.
—Hola Ana, Lucia, está —digo mientras saludo a mi prima y esta se sonríe pícara al ver las flores.
—Sí, llegó hace un rato, pidió no ser molestada hasta que avisara —explica mientras posa sus ojos en las flores y me hace carita—. Pero creo que tienes algo que contar.
—Yo, para nada, solo quiero ser cortés, nuestra amiga de la infancia ha tenido días difíciles. —Procuro hablar con naturalidad.
—Intento fallido, no te creo, he tenido días difíciles y no los has compensado con un ramo tan hermoso —reclama suspicaz y divertida.