Lugares que nunca fueron | Antología

Parte 6

Encuentro

Klen mantenía su cuchillo firmemente presionado contra la piel de la desconocida, un solo movimiento y le abriría la garganta, la plata tenía una gran ventaja: podía cortar a cualquier criatura, sin importar qué tan rápido se regenerara. Si él quisiera, la mataría en un instante.

Pero la mujer frente a él no parecía preocupada.

—Vengo en son de paz, vi lo que hiciste con la mujer omega —dijo con calma.

Klen entrecerró los ojos.

—No volveré a hacer la pregunta, es mejor que respondas ya —su tono era neutro, carente de emoción.

Para su sorpresa, la desconocida sonrió con diversión.

—Mi nombre es Cristina, somos compañeros de clase.

Cristina.

Klen frunció el ceño, ese nombre le sonaba familiar.

Le tomó unos segundos recordar la conversación con Sofía y Luke, la gran Hija del Elfo Superior.

Con un movimiento brusco, la soltó sin delicadeza.

—¿Por qué me sigues?

Cristina se sacudió la ropa, ignorando su rudeza.

—Estuve a punto de intervenir cuando llegaste, pero estuviste increíble. ¿Tienes experiencia cazando? —preguntó con tono risueño.

Klen no respondió, se giró y siguió su camino, quería encontrar un buen árbol para dormir esa noche.

Sin embargo, Cristina no se quedó atrás.

—No te importa, vete. —su voz fue cortante mientras inspeccionaba el área, buscando el árbol perfecto.

Cristina lo observaba con curiosidad.

—Es sorprendente. Incluso para un beta sería difícil hacer lo que hiciste, acabaste con cuatro vampiros tú solo.

Klen no le prestó atención.

—Ajá.

—¿En serio eres un omega?

—Cree lo que quieras.

Finalmente, encontró un árbol lo suficientemente alto y robusto, ignorando por completo a Cristina, comenzó a escalar.

Cristina lo siguió con la mirada.

Si bien los elfos eran fuertes y más inteligentes que muchas razas, no eran conocidos por escalar árboles y ella no tenía intenciones de intentarlo.

Observó con atención cómo Klen desaparecía entre las ramas, había estado caminando por la zona cuando presenció lo ocurrido con los vampiros. Su primer instinto fue intervenir, pero antes de que pudiera moverse, Klen tomó acción, lo que vio la dejó boquiabierta.

Nunca había presenciado algo así.

Ni siquiera en los entrenamientos de su aldea.

Su estilo de lucha era brutal, eficiente, actuó con rapidez, asegurándose de que los vampiros no tuvieran oportunidad de atacar al mismo tiempo.

Era algo inteligente, era algo que haría un alfa.

Cristina comenzó a cuestionarse todo lo que le habían enseñado sobre los omegas, ese hombre no era débil. ese hombre era fuerte, tan fuerte como un alfa.

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Klen se acomodó en la gruesa rama del árbol, con una pierna colgando y la otra doblada, apoyando el codo en su rodilla mientras contemplaba la luna, la noche en el bosque era tranquila, con el sonido de los insectos llenando el aire y una brisa fresca meciendo las hojas, sin embargo, su mente no encontraba descanso.

Los recuerdos, como lo hacían de vez en cuando, comenzaron a deslizarse en su consciencia, no los invitaba, pero tampoco podía detenerlos, cerró los ojos y dejó que lo arrastraran a un tiempo donde aún no era el hombre que es ahora.

—Klen, no pienses, solo actúa.— La voz profunda de su padre, Noah, resonó con autoridad.

Era un niño, apenas diez decadas, con las piernas temblorosas y un cuchillo de plata en sus manos pequeñas, frente a él, una bestia se revolvía en el suelo, herida pero no derrotada, era un Skraven, un depredador nocturno con garras afiladas y una piel tan dura como el acero, sus ojos brillaban con un odio salvaje mientras trataba de incorporarse.

Su padre Liam estaba unos pasos detrás de él, con los brazos cruzados y una expresión seria, no había suavidad en sus ojos, no había ternura, solo evaluación.

—Acábalo.— ordenó su padre.

Klen tragó saliva y apretó el mango del cuchillo con fuerza, su respiración era errática, su cuerpo quería correr en la dirección opuesta, pero no podía, no debía.

El Skraven lanzó un gruñido y se lanzó hacia él.

El mundo pareció moverse en cámara lenta. Klen sintió su instinto gritarle que esquivara, que corriera, pero en el fondo de su mente recordó las palabras que una vez su padre Noah le dijo.

"Si huyes una vez, huirás toda la vida."

Con un grito, se agachó en el último segundo y rodó por el suelo, sintiendo el aire cortante cuando la garra de la bestia pasó justo por encima de su cabeza, su cuerpo respondió antes que su mente y, cuando se giró, su brazo se movió por sí solo, enterrando el cuchillo en la garganta de la criatura.

El Skraven gimió, un sonido gorgoteante, y se desplomó.

Hubo un silencio denso.

Klen respiró con dificultad, mirando el cadáver frente a él. Sus manos temblaban, cubiertas de sangre caliente, pero dentro de él, algo diferente despertó, algo que no comprendía del todo, pero que se sintió correcto.

Liam fue la primera en romper el silencio.

—Lo hiciste bien.— No fue un elogio, fue una simple afirmación.

Noah en cambio, se arrodilló frente a él, colocando una gran mano en su hombro.

—Ya no eres un niño.— dijo con orgullo. —Eres un cazador.—

Klen parpadeó y volvió al presente.

Aún estaba en la rama del árbol, con la luna brillando sobre él. Su respiración era tranquila, pero su pecho se sentía extraño, como si una sombra de aquel día aún lo envolviera.

Miró sus manos, ahora más grandes y fuertes, pero aún marcadas con las cicatrices de su infancia.

"Nunca tuve elección." pensó.

Suspiró y cerró los ojos, permitiendo que el sueño lo reclamara finalmente.



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En el texto hay: desamor, amor, odio

Editado: 05.06.2025

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