Owen.
¿Por qué tenía que ser él?
¿Por qué tenía que haberla tratado de esa manera?
Era un maldito ególatra. Eso era. Básicamente la había usado como a una marioneta, restándole importancia mientras la jalaba de un lado para otro.
¿Por qué Lenora tuvo que permitir que la tratara así?
¿Por qué ella permitió que la besara de esa forma?
Estaba enfadado.
No. Lo que sentía era mucho peor que un simple enfado.
Pero al menos, eso significaba que se había enamorado de ella, por ella y no por ser Cearbhall.
La amaba y era consciente de que durante los meses siguientes, tendría que tolerar el verla al lado de Owen.
—Sírveme —exigió al cantinero.
No estaba ebrio, sólo quería relajarse un poco.
Tomó el tragó, dejó el dinero sobre la barra y regresó a casa. Pero ella estaba ahí.
¿Quién más podía ser?
Buscó un lugar donde esconderse. No tenía nada que decir. Las cosas eran claras y, de esa manera, al menos todo resultaría más fácil cuando ella se marchara.
Tardó demasiado. Tanto, que pensó en acercarse y apresurar lo inevitable. La conocía. Tarde o temprano buscaría una oportunidad para volver a atormentarlo con lo sucedido. Pero afortunadamente, se marchó.
Sería una noche difícil. Lo sabía. Todas las noches desde aquella en que la besó por primera vez, se habían tornado difíciles para él.
Al menos estaba seguro de que no volvería a verla en al menos cinco días, cuando, según lo que había dicho Owen, tendrían su última reunión.
Sin embargo, una tras otra, las horas seguían avanzando sin que pudiera conciliar el sueño, hasta que junto con el amanecer, alguien llamó a su puerta.
Tenía que ser una broma.
¿Quién, en su sano juicio, visitaba a otras personas en un horario como aquel?
Molesto, se levantó y abrió la puerta.
—Lenora —de no estar tan cansado…
—Gallagher —entró sin importarle nada, abrazándose a él.
—¿Qué haces aquí? —como pudo, cerró la puerta.
—Vine porque… es que… —durante todo el camino había planeado lo que le diría, pero una vez ahí sólo pudo besarlo.
—Espera —intentó alejarla—. Aldara… —pero insistía en besarlo—. Detente.
—No… —se quitó el abrigo.
—No debes estar conmigo —apretó los párpados, sin poder evitar las sensaciones que le provocaba.
—No me importa —murmuró apresurándose, dejando que el resto de su ropa cayera.
—No debo tocarte —había comenzado a besarlo en el cuello.
—Pero quiero que lo hagas —finalmente la besó.
—Le perteneces a Cearbhall…
—Jamás —lo tomó de la mano, llevándolo de vuelta a su propia cama—. Jamás; ¿me escuchaste? Nunca lo permitiré —balbuceó, dándole otro beso cargado de pasión—. Yo sólo te amo a ti —finalmente logró hacerlo sonreír—. Haré todo por ti…
Con esa tenue frase derribó las frágiles barreras que el comisario intentaba construir.
•••
Estaba convencida de que Gwyddyon le daría un largo sermón y también estaba segura de que no le importaba, pero sobre todo, estaba segura de que valdría la pena.
Él se había quedado dormido, abrazándola, olvidándose de todo, menos de ella
¿Ese era su día libre?
Estaba segura de que así era y si no, al menos tenía la ventaja de ser el alguacil y de que, difícilmente alguien le reprocharía ya fuera que llegara tarde o no se presentara.
Su bracelett vibró, intuía que el hechicero intentaba localizarla. No dudaba que tarde o temprano la descubriría.
Pero deseaba continuar disfrutando de aquella sensación de protección que sólo con Gallagher había logrado encontrar.
—¿No piensas responder? —sonrió al saber que lo había despertado.
—No.
—Quitalelo —esperó hasta que la vibración terminara y se alejó, sólo lo suficiente, como para dejarlo a un lado, en la mesita—. Llamaré para avisar que estoy enfermo —lo esperó, observando que luego de comunicarse con Epona, también se quitaba el bracelett.
—¿Y ahora? —volvió a abrazarla.
—Lo que quieras —lo besó.
—¿Desayunar? —lo hizo reír, aunque sólo fue durante unos segundos.
—¿Qué piensas hacer ahora, respecto a Owen o Cearbhall ?
—Él no es Cearbhall —se incorporó un poco, volteándose boca abajo.
—El brillo es la prueba de que lo es —tocó la piedra resplandeciente que colgaba desde el cuello de Lenora—. Brilla más que conmigo.
—Sé que miente y buscaré la forma de demostrarlo —le sorprendió su determinación—. Enedina me cree y tú dijiste que no debía confiar en él. Sólo sigo tu consejo. Estoy confiando en mi intuición —hizo un ligero gesto similar a una sonrisa, sin saber de qué otra forma reaccionar.
—Tal vez deberías aceptarlo.
—No. Es un tipo asqueroso. Lo sé. He lidiado con muchos hombres así, como para darme cuenta de que lo es.
—¿Muchos? —no se había percatado de lo que había comentado.
—¿Me ayudarás? —no respondió—. Por favor…
No deseaba entrometerse, no necesitaba más líos de los que ya tenía. Sin embargo; accedió.
—Está bien. Veré si puedo averiguar algo. Mientras tanto, tendrás que fingir que todo marcha normal.
—Supongo que también tendré que limitarme a hablar contigo con el pretexto de limpiar tu oficina —él sólo suspiró—. ¿Tienes alguna idea de lo que deba esperar de Owen?
—Oficialmente y ante la vista pública, estás unida a él. Tal vez te exija que dejes el trabajo en la comisaría, también puede pedirte que lo acompañes a los eventos a los que lo invitan o querrá dar paseos contigo pero sobre todo… tal vez, en algún momento, te presionara que vivas con él.
—Esperó que podamos desenmascararlo antes de que eso pase —se sentó y él no tardó en seguir sus acciones.
—¿Has pensado en lo que harás si no consigues demostrar nada? Además, existe la posibilidad de que…
—Ya sé que no te interesa ser Cearbhall. No tienes que repetirlo. Pero no quiero estar con él.
—Tampoco deberías estar conmigo —no supo que responder, era consciente de ello—. Prométeme que regresarás a tu hogar, con tu madre —le sostuvo de la mejilla.
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Editado: 21.11.2021