Asustada, la doncella abrió los ojos gracias a una terrible pesadilla y sonidos extraños que provenían del bosque.
Había confiado en la soledad de tantos días en aquel bosque y había bajado la guardia. Sin embargo, había despertado justo para ocultarse al ver que alguien montado a caballo se le acercaba.
Preparó su ataque en caso de que fuera necesario, aunque pronto cambió de opinión y decidió que quizá esa era una buena oportunidad para robar víveres, armas y al caballo.
A pocos pasos de donde se ocultaba, pudo notar que no tendría necesidad de usar la violencia; tal parecía que el jinete ya había muerto.
Apresurada, detuvo al animal y le dio agua, mientras comenzaba a inspeccionar su carga. Estaba acomodado de forma tal que no se cayera, pero su sorpresa llegó al notar el rostro de ese hombre y darse cuenta de quién era.
El hombre gimió débilmente sacándole de su sorpresa, pero al escucharlo la doncella dudó entre terminar con su agonía y cumplir con la venganza que se había propuesto o ser honorable y no aprovecharse de la condición de su enemigo.
Con un suspiro, la doncella tomó las riendas del caballo y caminando con calma, lo guió hasta su guarida. Con gran esfuerzo desmontó al hombre y lo arrastró hasta recostarle en las pieles que había guardado. Fue por agua limpia y el resto de aquella tarde se dedicó a limpiar las heridas de aquel hombre.
Mientras cenaba, le parecía extraño estar tan cerca de él, en al menos un par de ocasiones pensó en terminar con su vida, aunque entonces volvía a reflexionar y lo dejaba vivir; pero era aún más extraño el ver el brillo de su amuleto y mantenerse quieta, sin atreverse a recuperarlo.
Durante varios días cuidó de él, hasta que, cierta tarde, al regresar después de una cacería exitosa, le encontró despierto.
Al inicio, él se asustó y aunque aún no se recuperaba, amenazó al intruso, pero ella sabía que a pesar de su advertencia, no tenía armas a su alcance ya que, las pocas que llevaba encima, se las había quitado e incluso, no había piedras en su refugio, más que las que protegían a la fogata.
Con calma, dedujo que no había sido reconocida y le reprendió advirtiéndole que esa no era la forma de recibir a su salvadora, palabras ante las cuales, el guerrero bajo la guardia y volvió a acomodarse, dirigiendo su atención al talismán que volvía a brillar ante la presencia de la doncella.
Mientras cenaban, ella le explicó la forma en que le había encontrado y confesó que no se explicaba cómo es que aún estaba con vida, aunque prefirió no decir nada, aún, acerca de sus planes por tomar venganza y acabar con él.
El guerrero, por su parte, le contó sobre el crimen ocurrido con su familia, el encuentro con la emperatriz y la forma en que había sido herido y abandonado.
Refugiados en el bosque, la doncella esperaba a que aquel guerrero estuviera en la condición adecuada, como para retarlo a un duelo. Pero a medida que convivían juntos, le alegraba el ya no tener que estar sola y sobre todo, comenzaba a dudar de llevar a cabo aquel ya lejano deseo de venganza.
Sin embargo, tan pronto él estuvo en óptimas condiciones, agradeció los cuidados y le informó su partida.
Aún deseaba y necesitaba cumplir con su venganza.
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Editado: 21.11.2021