—Si eso sucede, sólo tengo que recitar el conjuro de reflejo; así, aunque me encuentre aquí, no podrá ver a Gallagher —estaba decidida; lo protegería.
Al llegar, Gwyddyon les había comentado sobre la situación con Owen. Sabía que obtendría esa respuesta, pero confirmarlo, en lugar de tranquilizarlo, le preocupó aún más.
—No necesito que me protejas —reprochó—. Debes enfocarte en lo que está por venir, antes que en mí.
—Se supone que debo concentrarme y mantenerme tranquila, pero; ¿cómo podría conseguirlo, sabiendo que corres riesgo?
—Por ahora, sólo estamos hablando de la posibilidad de que Owen cumpla su palabra y entre a esta casa buscándote —el aprendiz intervino—. Pero si se da el caso y tú no puedes hacer nada; entonces yo lo protegeré —se ofreció, consciente de que el alguacil era el punto débil de aquella guerrera.
—Por ahora necesito que todos se vayan a descansar —musitó el hechicero—. Tú, Aldara; aún tienes mucho por aprender. Esta semana sólo te atrasó en tu aprendizaje. Y tú —señaló al alguacil—. Estoy seguro de que tienes la capacidad necesaria como para armar una buena estrategia de ataque y defensa. Antes de que Cearbhall venga a mi casa, debemos ir a la suya.
Sabiendo que no había nada más que discutir, todos se marcharon. Sin embargo; Gwyddyon era consciente del peligro que todo aquello implicaba. Conocía a su alumna, sabía que el amor que se había formado entre ella y el alguacil era legítimo, tan real y tan poderoso que había logrado encender ambas piedras, así como también, aunque al parecer aún no se daba cuenta, su unión había despertado el poder Ancestral que residía en el espíritu de Aldara.
Sonrió al verlos alejándose, mientras con cariño Gallagher sostenía la mano de su compañera. Había pensado en enviarlos a alcobas diferentes, pero era consciente de que ninguno accedería. Ellos se habían vuelto uno mismo y ya no había forma de deshacer esa unión.
A pesar de su vasto conocimiento, tampoco entendía la razón por la cual la piedra brillaba de esa forma con él. Pero era consciente de que el amor era un área difícil de comprender, aunque alguna vez, mucho tiempo atrás, también estuvo enamorado.
Exhaló con cansancio, esa noche sería otra noche en medio de un arduo trabajo.
Fue hasta su laboratorio y sin postergarlo más, tomó la pócima que lo convirtió en un pequeño insecto, entonces volvió al palacio O’Doherty, dispuesto a averiguar más.
•••
—Hace días quiero pedirte algo —la observaba, mientras se cambiaba la ropa por una especie de camisón—. Ahora que eres mi compañera, tal vez desees cumplir mi petición.
—¿Qué?
—¿Me mostrarías cómo bailabas en tu mundo?
Por un momento permaneció estática, sin saber que decir. Había pasado tanto tiempo desde la última vez en que bailó, pero además, era un tema del que no habían hablado con claridad.
—Se necesita el escenario correcto —de inmediato notó el cambio de actitud en ella.
—Explícame —lo miró fijamente antes de exhalar.
—Hay una barra de aceró en el escenario —meditaba en sus palabras—. Y mesas alrededor, para los espectadores.
¿La repudiaría si fuera realmente consciente de lo implicaba su antiguo empleo?
—¿Para qué es la barra?
—Para bailar —su ceño fruncido fue la clara muestra de su confusión—. Es difícil. Se necesita mucha agilidad y fuerza. Aunque ahí no ganaba tanto como en los shows privados.
—¿Por qué?
—Porque al bailar en el escenario sólo puedes obtener propinas, mientras que de la otra forma, además de propinas, hay una tarifa. Pero es necesario bailar de ambas formas.
—Pero; ¿por qué no haces sólo espectáculos privados?
—Porque estando en el escenario es donde consigues clientes —seguía sin entender.
—¿Qué hacías cuando no había una barra de esas que dices? —cerró los ojos intuyendo que motivado por su respuesta, seguiría insistiendo en obtener el espectáculo privado que él deseaba ver.
—Improvisar —volteó a verlo.
—Muéstrame —sabía que se lo pediría.
—Me avergüenza lo que puedas pensar de mí.
—¿Por qué? Sólo era un trabajo; ¿o no? Gracias a él fue que conseguiste ayudar a tu madre —en esos días se habían contado algunos detalles extra sobre sus vidas.
—¡Sí! Exacto. Aunque es un trabajo muy juzgado por algunas personas. Pero sólo es bailar, no hay nada más que eso.
—Muéstrame —insistió porque quería verla bailar, al menos una vez—. ¿Bailarías para tu compañero?
No es que fuera una santa, aunque gracias a su trabajo en el club sabía que muchos hombres pensaban que era algo parecido a una “Femme Fatale”; a pesar de que en relidad, su personalidad estaba muy alejada de todo eso.
“Sólo es un baile, sólo es mi empleo, es la única forma en que pude ayudar a mamá”
Era lo que todas las noches se repetía mentalmente, antes de subir al escenario, al atender a los clientes o al volver a casa.
No era un ángel, tampoco una Femme Fatale, sólo era Lenora Larson, una stripper que habia llegado a sentirse cansada de los hombres, pero que por cuestiones que escapaban de sus manos, había llegado a ese lugar para convertirse en Aldara O’Collins; la heroina de ese pueblo.
A veces pensaba en lo curioso que resultaba que algo así le hubiera ocurrido a alguien tan simple y con una vida tan peculiar como la de ella.
A veces pensaba en todo lo que había logrado y que irremediablemente perdería si volvía a su vida anterior.
—¿Lenora? —él era a quien más temía perder.
—Si este es un sueño, espero nunca despertar… —balbuceó antes de decidirlo—. Acércate —extendió la mano para guiarlo hasta el pequeño sofá que tenía en esa alcoba—. No hay música, pero creo que puedo hacer algo especial para ti.
Apresurandose, apartó cualquier objeto que pudiera estorbarle antes de comenzar a cantar con voz suave, mientras ideaba una coreografía sencilla y se soltaba el cabello.
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Editado: 21.11.2021