—¡Cearbhall es el dueño del pueblo!
—¡Nos matarán a todos!
—¡Es mentira!; ¡Sólo trata de engañarnos para salvar la vida de Gallagher!
—¡Deberíamos huir, ahora que podemos!
—¡Es tu problema, tú eres quien tiene que salvarnos de esto!
—¡Queremos la cabeza de Gallagher!
—¡Vámonos, antes de que Cearbhall mande a sus hombres!
—¡Es imposible que Cearbhall esté aliado con Morrigan!; ¡Nos quiere engañar!
Al final, no resultó ser tan fácil como había imaginado. Pero lo peor era que finalmente se había dado cuenta de lo que la gente pensaba de aquella situación.
—Si no tuviera el poder que poseo, seguramente también pedirían mi cabeza —comentó a Epona, cuando todos comenzaban a marcharse—. Tal vez, tienen miedo de mí y por eso no hacen nada directamente en mi contra.
—A veces pienso que este pueblo no merece ser rescatado —era honesta—. Actualmente, desde el hechizo fallido del festival de la Luna Naciente, todo se ha descontrolado, aunque yo diría que desde mucho antes, desde que Gwyddyon desapareció. Sólo que, la gente no estaba tan enardecida como ahora que estamos a unos días de la Luna Ancestral.
—Solamente tienen miedo —no pretendía defender a nadie, sin embargo era consciente de que eso es lo que hacía.
—Ese no es motivo suficiente —le molestaba—. Si tienen tanto miedo; entonces deberían irse en lugar de quejarse.
—Epona; lo que ahora importa, es que vengas conmigo junto con toda tu familia. Esta reunión no tardará en llegar a los oídos de Owen y no quiero que te pase nada malo, ni a los tuyos —ya casi no quedaba nadie.
—No tengo miedo de ese oportunista.
—Pero, tus hijos aún son pequeños y tu compañero no está en el pueblo —la mujer exhaló—. Lo que menos quiero es que te pase algo estando sola —Enedina y Brian se acercaron en ese instante.
—Está bien —balbuceó sintiéndose forzada por la situación—. Pero, de todas formas, tendré que salir a trabajar.
—Aldara; ¿podemos hablar un momento? Es importante —Brian las interrumpió, aunque ni siquiera tuvo oportunidad de decir algo más allá de aquella petición.
—¡Ya vienen los hombres de Cearbhall! —alguien gritó desde afuera, ocasionando que la mayoría de gente corriera intentando escapar.
—Epona; reúne a tu familia —Aldara camino hasta la puerta, dispuesta a enfrentar a quien llegará.
—Son demasiados. Están apresando a todos los que pueden —confirmó Cedrik, acercándose a ella.
—Yo me encargo —lo había decidido.
—Señor Cedrik, señorita; es mejor que se aparten o nos veremos obligados a…
—Dejen libre a todas esas personas —interrumpió al líder de aquel grupo.
—Señorita; nos han protegido para que su magia no nos afecte —era notorio el temor con que habló—. Apártese y acompáñenos; o nos veremos obligados a llevarlos por la fuerza.
—Inténtelo —sonrió y cerró los ojos, mientras hacía lo posible por concentrarse.
—¡Ya escucharon! —gritó, antes de intentar empujarla, pero sin conseguir moverla—. ¡No nos obliguen a usar la fuerza!
Las piedras comenzaron a brillar y con un solo movimiento, lanzó a todos los soldados que estaban frente a ella.
—Liberé a todas esas personas —repitió—. A menos que desee iniciar una batalla conmigo.
Toda la gente y soldados que aún se encontraban en los alrededores, permanecían al pendiente de todo lo que sucedía.
—Tenemos órdenes de…
—Sus órdenes no me interesan —aquel hombre se mantuvo en el suelo, pensando en sus opciones.
—Si no cumplimos, nos matarán.
—Entonces no regresen, vayan a sus casas y únanse a mí —sugirió y esperó una respuesta que nadie se animaba a dar—. Yo no deseo lastimarlos; no me obliguen a hacerlo.
—¡Nada asegura su victoria! —respondió un soldado—. Si Cearbhall y Morrigan ganan, de todas formas no sobreviviremos.
—Entonces aprovechen la oportunidad y huyan, junto con sus familias —miró a su alrededor y habló tan fuerte como pudo—. Esta oportunidad es para todos. Si eso es lo que quieren; tomen a sus familias y huyan de la aldea. Si son tan cobardes como para ayudarme, entonces quédense ahí. Escondidos, sanos y salvos. Pero si no, si les agrada vivir aquí y tienen el valor suficiente como para luchar por el futuro de sus familias; entonces regresen. Los estaré esperando. Y les prometo que seré capaz, incluso, de dar mi propia vida por la de todos ustedes.
Los murmullos recorrieron el lugar, animándola a continuar.
—¿Qué dice ahora? —preguntó mientras ofrecía la mano al líder de los soldados.
—Honorable Aldara —aceptó la mano, incorporándose lo suficiente como para arrodillarse ante ella—. Cuente conmigo —miró hacia atrás, animando a sus hombres, quienes también se arrodillaron.
—Regresen a casa, avisen a todos los que puedan y empaquen todo lo que necesiten. Vayan al bosque y armen un campamento ahí. Yo los protegeré durante esta noche, para que puedan poner a salvo a sus familias.
Finalmente regresó al interior de la casa, con el capitán tras ella.
—Hay que hacer un hechizo de protección. Te ayudaré.
—Gracias, Cedrik. Epona; ve al bosque con tus hijos —después se dirigió a quien comandaba a los soldados—. ¿Puede enviar a algunos de sus hombres para que avisen a todas sus familias? Necesito que el resto permanezca alerta, en caso de que algo suceda.
—A la orden.
—Espere; ¿cuál es su nombre?
—Erwin. Pertenezco al clan de los MacRury.
—¿Qué hay de aquellos a quienes se llevaron? —una persona que aún estaba dentro de la casa, preguntó
—Por ahora no podemos hacer nada, hasta que entremos al palacio. No olviden que gracias a la traición de alguien, yo también tengo a mi compañero ahí dentro —hizo una pausa, notando que aquel hombre parecía avergonzado; tal vez sabía quien había dado el aviso sobre la reunión—. Vamos Cedrik, tenemos que poner una barrera que rodee al castillo; será más fácil que proteger al pueblo entero. Brian; necesito que vayas con Gwyddyon y le avises lo que sucedió.
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Editado: 21.11.2021