Luna de Miel Prestada

Nadar desnuda

—¿Te casaste? —repitió su ex, boquiabierto.

Freya sintió que la sangre le abandonaba la cara. Sí, lo había dicho. Y no, no tenía marcha atrás.
¿Qué otra cosa podía haber soltado? ¿Que estaba de vacaciones gratis con su “mejor amigo” porque su madre los había obligado? ¿Que su carrera de pintora estaba estancada? ¿Que seguía soltera y coleccionando fracasos amorosos como estampillas?

El infierno tendría que congelarse primero.

En ese momento, Enzo apareció a su lado, con esa sonrisa tranquila que siempre lo hacía parecer dueño del lugar. Miró a todos, luego a Freya, y preguntó con calma:

—¿Los conoces?

Freya sonrió con nerviosismo.

—Cariño, te presento a Mark y a su… novia Gabriela.

—Mucho gusto —interrumpió rápidamente Gabriela, agarrando la mano de Enzo y bajando descaradamente el pecho para lucir su escote—. Felicidades por la boda.

Él parpadeó, y Freya alcanzó a ver el instante exacto en que su cerebro procesó la frase. Por un segundo temió que se riera en su cara, que la delatara. Pero no: Enzo arqueó una ceja, ladeó la cabeza y, con un gesto tan natural que hasta a ella la engañó, le pasó un brazo por la cintura.

—Gracias —dijo finalmente—No podríamos estar más felices.

Freya lo miró con una mezcla de alivio y terror. Porque si algo era peor que inventarse un matrimonio en plena terraza de Florencia, era tener a Enzo de cómplice.

Mark carraspeó, todavía en shock.

—Vaya… felicidades entonces. —Sonrió tan falso que a Freya le pareció que se le iban a fracturar los pómulos.

—Gracias —respondió ella, sin saber dónde meter las manos.

—No pensé que fueras del tipo que se casa —soltó Mark con una sonrisa ladeada.

Freya arqueó una ceja.

¿Y eso qué se suponía que significaba? Pero antes siguiera de responderle, Gabriela rápidamente intervino como si no soportara no ser el centro de atención.

—¿Y… cuando fue la boda? —preguntó cruzándose de brazos con esa sonrisa venenosa que Freya conocía demasiado bien.

Enzo, sin perder la compostura, respondió antes de que Freya se enredara con fechas imposibles:
—Hace una semana. Una boda pequeña, íntima, solo para nosotros.

¿Una semana? Freya lo fulminó con la mirada. Eso significaba que, técnicamente, estaban recién casados… y en efecto en plena luna de miel. Maldito perfeccionista.

El mesero apareció como enviado del cielo.

—¿Una sola mesa para todos? —preguntó en inglés con acento italiano.

Freya abrió la boca para decir “no, gracias”, pero Mark dijo que sí y Enzo estuvo de acuerdo enseguida.

—Claro, juntos está bien. —dijo.

Y así, minutos después, se encontró sentada frente a su exnovio, la rubia infiel a su lado, y Enzo con su mejor sonrisa de portada de revista en el puesto de “esposo flamante”.

***

Freya se sirvió agua como si fuera vino. Necesitaba algo que la mantuviera ocupada, algo que no fuera mirar el escote de Gabriela, ni la sonrisa de Mark, ni el brazo de Enzo todavía posado en su cintura como si fuera lo más natural del mundo.

—¿Y cómo se conocieron? —preguntó Gabriela, con esa voz dulce que Freya sabía que solo usaba cuando planeaba clavar una estaca.

Freya abrió la boca, pero Enzo se adelantó.

—Ella solía nadar desnuda en mi lago.

Freya estuvo a punto de escupir su agua.

—¿Perdón? —Gabriela estaba desconcertada.

—Sí, desde los cinco años—sonrió—Ella aprendió a nadar primero que yo, así que le gustaba presumir y odiaba los vestidos de baño.

Mark frunció el ceño.

—¿Se conocen desde los cinco años?

—Sí —dijo Enzo, tomando su copa—. Nos conocimos en el colegio. Ella me prestó un lápiz. Yo se lo devolví con mordidas.

Gabriela soltó una risa nasal.

—Qué romántico.

—Y luego nuestras madres insistieron en que pasáramos todos nuestros veranos juntos. —añadió ella.

Enzo sonrió y Freya estaba segura de que estaba recordando el verano en que ambos insistieron en vestirse como Powers Ranger aun con 38° grados.

—Y …—Intervino de nuevo Gabriela girando la copa de vino entre los dedos— ¿cómo pasó lo de ustedes? ¿Cómo pasaron de la amistad al amor?

Freya estaba a un paso de decir ¡Basta! ¿Cuál era el maldito interés en conocer su historia de amor inventada?

—Fue gradual —Respondió Enzo, colocando una mano sobre su rodilla, como si supiera que Freya estaba a punto estallar—. Como si el tiempo nos estuviera esperando.

Freya necesitó todo su autocontrol para no girar la cabeza, mirarlo con los ojos entornados y soltar en voz alta: Wow.

—¿Y qué los trae a ustedes a Italia? —preguntó, decidiendo que era hora de cambiar de foco.




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