Luna de muertos

Prólogo.

Hace cientos de años, cuando el mundo estaba sumergido en la ignorancia y la caza era su forma de sobrevivencia existió una mujer, con una cabellera lisa muy peculiar, era larga hasta sus caderas y de un color negro azulado, su apariencia era muy distinta a la del resto de humanos que caminaban por las praderas de aquellas tierras desconocidas. A pesar de la extraordinaria belleza de la mujer, esta padecía de una discapacidad pues era ciega, sin embargo, eso no le impidió tener una vida aparentemente normal, porque detrás de esa fachada había algo mucho más grande que cualquier ser vivo en aquel entonces. Esta mujer poseía magia, era una especie de bruja mística o al menos así fue denominada durante mucho tiempo hasta que su verdadera especie resultó tener nombre propio: Kineut, seres mágicos que controlaban los elementos de la naturaleza.

Cuando los humanos se asentaron y empezaron a surgir pequeñas aldeas la mujer se hizo presente, los aldeanos la adoraron como a una diosa no por su apariencia sino por la ayuda que les brindaba con su magia a cambio de llevar una vida serena y armoniosa entre todos.

Conforme el tiempo pasó las aldeas se expandieron, los recursos fueron disminuyendo en los lugares ya poblados por lo que los aldeanos se vieron obligados a salir a buscarlos en otros lugares, pero, así como la población y las necesidades de estos aumentaban también su conocimiento y con eso, todos los peores defectos de un ser humano. La ambición, la envidia, el egoísmo y entre otras cosas negativas empezaron a corromper el alma de los aldeanos del pueblo que la Kineut había ayudado con tanto esfuerzo.

Al ver su actitud la mujer se molestó y advirtió lo que podría pasar si ellos no dejaban atrás todo eso y a pesar de que muchos obedecieron, otros no lo hicieron, pues creyeron que esta no se daría cuenta, pero lo que no sabían era que al ayudarlos a prosperar ella cedió gran parte de su divinidad al suelo, al aire, a la tierra y al agua que ellos usaban, por lo que gran parte de su alma estaba en cada rincón de la aldea y podía verlos.

Cuando en una noche de otoño, cuando el mes estaba llegando a su fin, ciertos hombres habían tomado la iniciativa de deshacerse de la criatura para tomar sus dones divinos, cuando uno de los aldeanos todavía devotos a la mujer escuchó el plan de aquellos no dudo en avisarle a esta, pero lamentablemente para él, fue descubierto y le arrebataron su vida a sangre fría. Una trifulca entre los aldeanos empezó a surgir cuando más devotos a este ser divino se dieron cuenta de lo que estaba pasando, la sangre empezó a correr por el verde pasto, manchando de sangre las pequeñas flores azules que habían allí, los muertos estaban proviniendo de ambos bandos hasta que finalmente la mujer apareció para detener la masacre.

Las lágrimas corrían por sus mejillas al ver los cuerpos y a todos peleándose entre sí, pero repentinamente su tristeza se convirtió en enojo y con ello se vino una poderosa tormenta.

La Kineut caminó entre los cuerpos hasta llegar con el hombre que lo empezó todo, este sintió temor al verla porque a pesar de su ceguera la mirada suave y amorosa llena de brillo se había tornado fría y cruel, el humano cubierto de la sangre de sus víctimas ofreció perdón de rodillas y le imploró por su vida, pero era muy tarde ya que la ira de la mujer cayó en el pueblo y con la luz de la luna llena en su mayor esplendor los maldijo a todos y cada uno de ellos, al hombre junto con sus seguidores los convirtió en una horrible criatura cubierta de pelo, con dientes largos y garras en lugar de uñas, incapaces de razonar y de reconocerse siquiera a ellos mismos, mientras se transformaban la mujer tomaba de nueva cuenta todo lo que les dio, los árboles se secaron, así como el río y el suelo también se volvió árido y rocoso, imposible de usar para la siembra.

El resto de aldeanos vivos no quedaron libres de su ira, pero al menos les tuvo clemencia, pues les permitió mantener su forma humana, aunque con los cuerpos de los muertos absorbidos por la magia en el suelo llevó a cabo la maldición para ellos, esta era que cada luna llena tendrían que pagar por sus atrocidades cometidas esa noche, convirtiéndose de una forma dolorosa en una especie de lobo, más grande y fuerte que los comunes, si tenían suerte y quizás con mucho esfuerzo podrían ser capaces de razonar; su decisión la basó en que los lobos eran las principales criaturas que acechaban el pueblo y de los cuales ella siempre los protegió con su magia.

Para agravar su condena y como recordatorio por haber quitado la vida a seres inocentes se aseguró de que la maldición durara para toda la eternidad o al menos el tiempo que ellos viviesen, pues a pesar de que les permitió vivir una vida larga estos no eran inmortales, ya que envejecían, pero a un paso mucho más lento que un humano común y podían ser heridos, pero también podían curarse solos, por lo que matarlos parecía imposible hasta que siglos después una joven cazadora descubriría la forma de hacerlo: Aquellas flores azules que yacieron en el suelo de aquel pueblo abandonado por la vida humana, se convirtieron por divinidad de la bruja en el veneno puro de estas criaturas.

Los siglos transcurrieron y las generaciones de estos seres llevaron en sus venas la maldición de sus antecesores, pero con la posibilidad de evitarla si no repetían sus actos: matar a un ser humano.

Para aquellos aldeanos que pudieron conservar su forma humana la vida siguió andando, dejaron el pueblo principalmente por la falta de fertilidad en el suelo y por la escasez de agua, en el nuevo lugar donde se asentaron otra vez conocieron nuevas personas con las que se relacionaron al grado de reproducirse. Debido a que estos eran humanos comunes sus hijos con los maldecidos heredaron parte de su maldición pues, aunque no se transformasen completamente si tenían las deformidades en su cuerpo cada luna llena.

Con la mezcla de sangre de humanos y criaturas sobrenaturales surgieron lo que hoy conocemos como los tres tipos de licántropos: originales, mestizos y por supuesto los dementors quienes aumentaron su número cuando los primeros de estos empezaron a morder a otros seres humanos.




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