Lydia estaba en la sala de su apartamento cuando su madre le avisó que alguien había llegado a visitarla. Intentó pararse, pero fue detenida mucho antes de que hubiera sujetado su muleta.
—Elijah… —Susurró sorprendida— Pudo haberte visto mi…
—Cuando no esté en la escuela debería reposar —sugirió haciendo que se sentara—. Y no se preocupe, su madre ya había entrado a la cocina.
—Aun así —refunfuñó— ¿Qué haces aquí? No sabía que vendrías.
—Quise pasar a ver como seguía y… —aclaró su garganta— Quería también invitarla al acuario, Liam dijo que le gusta el océano.
—Ah…si, me gustaría —dijo emocionada—, pero…debo estudiar para un examen de mañana, yo…lo siento —añadió cabizbaja.
La madre de Lydia regresó de la cocina con una jarra de limonada y un par de vasos de cristal para los dos, luego se retiró a su cuarto.
—Ya veo —suspiró—, ¿de qué es su examen? Quizás pueda ayudarla a estudiar.
—Filosofía.
—Supongo que es su día de suerte —bromeó tomando asiento junto a ella.
— ¿Conociste a Aristóteles o a Platón? —Expresó intrigada.
Elijah soltó una risa abierta que luego cubrió su mano, cuando se detuvo se le quedó viendo a Lydia con un suspiro.
—Tampoco soy tan viejo señorita Lydia —comentó viéndola con ternura mientras ella se avergonzaba—, solo tengo un poco más de 800 años —susurró.
La confesión bromista del vampiro para hacerla sentir mejor había resultado y ella solo se rio un poco, entonces él tomó el libro de entre sus manos y empezó a hojearlo.
Mason en cuanto acabó de trabajar con Miranda fue directo con Jace en su cuarto para hablarle sobre la búsqueda de su hermana.
—No sé por qué tanto interés de repente —alegó el rubio con recelo— ¿sabes algo y me lo estás ocultando?
—No —negó rápido—, es solo que…no te he visto avanzando como antes.
—Pues han pasado cosas, como la fusión y lo de John —comentó—, además sigo sin tener respuestas…a donde quiera que vaya termino contra una pared dura de concreto.
—Eso debe ser un dolor de cabeza —masculló para sí mismo—. Quiero ayudar, será más rápido ¿no?
—No.
La respuesta tajante cayó como agua fría para Mason, no esperaba esa respuesta por lo que eso arruinaba su plan.
—Sé cuándo ocultas algo, si no me dices que es…no dejaré que te involucres —se sentó en la cama con los brazos cruzados.
—Pero… ¡Agh! Que mocoso —protestó Mason en voz alta—, intento proteger tu trasero y no me dejas.
Jace frunció el ceño sin entender lo que estaba ocurriendo.
—Solo dame lo que tengas y yo haré mi parte —ordenó firme—, cuando tenga más claro el resultado te lo diré ¿de acuerdo?
— ¿De qué parte hablas? —Alegó exasperado— Sabes algo ¿no?
—No puedo decirte nada hasta estar cien por ciento seguro…o al menos un setenta por ciento —expresó frustrado—, es algo delicado.
— ¿Es delicado y no quieres decírmelo? —Gritó en reclamo.
La voz de Jace llegó hasta donde estaban Melissa y Liam.
— ¿Crees que estén bien ahí dentro? —Preguntó Liam— Yo puedo oír, pero tú sentir, veamos quien gana en descubrir lo que pasa.
Melissa sonrió y asintió. Cerraron sus ojos para concentrarse en la situación hasta que la chica abrió un ojo.
— ¿No está mal que hagamos esto? —Susurró.
—Si…quizás —respondió y ambos rieron—. ¿Qué?
Liam dejó de reír al igual que ella, pero la vio confundido porque esta lo miraba de una forma diferente a la habitual.
—Nada, es solo que a veces esto se siente tan surreal…y me hace creer que sigo en Orkus —confesó con una sonrisa vacía.
— ¿Por qué?
—Porque cuando estuve en Orkus, la mayor parte del tiempo estaba bajo medicamentos fuertes que me hacían estar…drogada —comentó cabizbaja—, entonces no sabía si lo que veía a mi alrededor era real…hasta que apareciste tú.
Melissa mantuvo su cabeza agachada, pero se giró hacia Liam, a quien vio con unos ojos brillantes.
—La única cosa real que había conocido —sonrió—, hasta aquel día.
—Me alegra haber sido yo y no Mason —bromeó—, me hace sentir importante.
La chica soltó una risa ante su broma.
—También eres importante para mí —confesó Liam—, me haces sentir en calma…gracias.
— ¿Uhm? Denada —dijo en voz baja causando ternura—, tú también me haces sentir en calma, como si…pudiera enfrentarme al mundo y aun así estaría a salvo.
—Entonces que así sea —afirmó extendiéndole la mano—, enfrentémonos al mundo.
Melissa asintió entusiasmada y le dio la mano, luego los dos se dieron cuenta de lo que habían hecho sin querer y se pusieron nerviosos por lo que ambos desviaron la mirada hacia los otros lados, pero nunca se soltaron.
Por la noche estuvo Milton vagando por la plaza, asegurándose de que ningún miembro de la manada de Mason estuviese cerca para que así no lo descubrieran yendo a la mansión de Kalisman.
— ¡Kalisman!
Gritó un par de veces desde afuera del portón. Mientras, Kalisman estaba en su cocina preparándose algo para cenar cuando llegó Marcel a avisarle sobre Milton.
— ¿No harás nada?
—Hago un té ¿no ves? —Alegó el rubio tomando la tetera.
—Me refiero al mestizo que grita por ti —expresó irritado—, dijiste que querías mantener un perfil bajo desde lo que pasó en Orkus y esto no es un perfil bajo.
—Bebe un té Marcel, te hará bien…
Kalisman le dio una taza de porcelana con un poco de té de canela y naranja pero el moreno con un manotazo lanzó la taza hacia la pared.
—No quiero un té —respondió molesto— ¿Qué sucede contigo? Has estado actuando raro.
El rubio respiró tranquilo mientras bebía con elegancia vestido con su bata de seda gris. Cuando finalizó su taza salió caminando relajado hacia la puerta, dio un par de órdenes a los vampiros que vigilaban la entrada y en cuestión de minutos Milton se encontraba sentado en su sala con un taza de té ofrecida.
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Editado: 13.01.2024