Luna Maldita

Capítulo 8

Feliz San Valentín ❤️
 

 

STELLA
 

Yo soy su princesa.

Ninguna princesa de hadas con cuatro pelos en la cabeza va a quitarme ese apodo en este lugar.

Que rabia, que maldita rabia siento en este momento. Lo único que puedo pensar es en Killian casándose con otra, es una imagen que se pasea por mi mente y no me gusta nada lo que siento. Estoy molesta de que se pueda casar con otra persona, ¿por qué? No lo sé. Ni siquiera lo conozco, pero la molestia se introduce en mi sistema.

Estoy decepcionada de que sea un mentiroso. Un real mentiroso que mintió, que me hizo creer que podría ayudarme. Que me hizo creer en una mínima posibilidad de tener una familia feliz. Que él podría ser el hombre que amaré toda mi vida...

¡Y todo eso es una mentira!

—¡Milady!

—¿Pero donde va? ¡Espere por favor!

Las empleadas me siguen el rastro mientras atravieso furiosa los arbustos, tiro de mi vestido para que la tarea de salir del jardín sea más sencilla. Toda la zona que rodea el palacio está amurallada, pero eso no quiere decir que el espacio sea pequeño, todo lo contrario. Hay miles de hectáreas alrededor. Yo necesito salir del jardín que decora la parte exterior del palacio.

Las ignoro y sigo con mi camino, en dirección a la pradera supuestamente donde están Killian y los soldados que entrenan. Trabajan en las nuevas tácticas para iniciar en el ejército de los guerreros reales.

Mis tacones se unen en la tierra verde, estoy aplastando algunas flores que florecen por culpa de mi rabia. El corsé me aprieta tanto, que puedo sentir como las varillas quieren robarme el oxígeno. Pero yo soy más tozuda, sigo andando a pesar de los gritos histéricos de las mujeres a los pies de la pradera. Me piden que pare, pero lo único que hacen mis piernas es avanzar.

—¡Killian! —lo llamo.

Una gota de agua cae en mi rostro. ¿Me meó un pajarito? Después me encargaré de ti, pajarito meon.

Cuando llego a lo alto de la pradera, escucho los gritos lejanos de los luchadores. Están en pleno entrenamiento, pero no me importa. Corro para llegar más rápido, mis piernas empiezan a entumecerse por la intensidad de mis movimientos.

Los soldados notan mi presencia enseguida, algunos dejan de hacer sus ejercicios y me observan mientras miro enojada hacia todos lados para ubicar al mentiroso. Me lo encuentro luchando con otro hombre, lo tiene atrapado por el cuello y su contrincante luce como si se fuera a morir. Sus brazos se llenan de venas fuertes, su cabello cae por su frente sudada.

—¿Esa es la mierda que te enseñé? Parece que necesitas que te corte las pelotas. Vamos, lucha como un verdadero soldado antes de que...—los ojos marrones miel me abrasan cuando posa los ojos hacia mi —. Oh. Hola, princesa.

—Eres un maldito ogro mentiroso.

Una de su ceja negra se levanta mientras aprieta a su mano.

—Vaya, la bonita está de buen humor esta tarde —bromea frunciendo los labios para que no se le escape una sonrisa.

Suelta al chico que tiene una expresión horrorizada y se acerca a mi.

—¿Por qué me mientes, Killian? —le cuestiono enojada —. Pensé que podía confiar en ti.

—Tal vez podrías refrescarme la memoria, porque no suelo mentir a las bonitas como tú —se distrae un momento observando mis pechos apretados por el corsé, me moja el labio inferior.

—Mentira.

Me atrapa la muñeca, se interpone en mi camino empujándome. Sus soldados nos están mirando, han parado de ejercitarse y ahora nos observan en silencio con la cabeza baja. Le deben tener mucho respeto, o miedo, porque nadie dice nada solo esperan instrucciones y se mantienen quietos.

—Vamos a un lugar más alejado —no lo pide, lo ordena.

—¿Crees que puedes darme órdenes después de tirarme más que mentiras a la cara? —le preguntó rabiosa.

—No me hables así delante de mis hombres, Stella —aprieta los dientes mientras lo dice.

No me muevo un solo centímetro cuando me empuja, solo me tambaleo, porque su cuerpo es enorme, el mío diminuto. Me aprieta los dedos de su mano en la cadera para agarrarme, creo que le encanta tenerme entre sus brazos para dominar mi cuerpo, para salvarme y consolarme.

—Yo te hablo como me da la gana.

Error.

Su expresión molesta se descompone en pedazos afilados que hacen que sus facciones se contraigan, su rostro se vuelve más aterrador y sus ojos más malvados. Killian quiere hacerme creer que es un buen chico, pero su verdadera naturaleza sale cuando eres valiente para alterarlo.

Me agarra posesivamente de las caderas para levantarme al cielo, caigo en sus hombros fuertes, me lleva sobre ellos mientras emito gritos de molestia y temor. Aprieta su agarre en uno de los muslos de mis piernas, mientras introduce sus manos en el vestido para que el agarre sea efectivo. Siento sus dedos en mi piel, lo siento con tanta intensidad, que me arde la sangre que corre por mis venas.

—Jamás vuelvas a hablarme de esa manera —amenaza con frialdad —. Jamas delante de gente que me respeta y teme.

Me transporta hasta un lugar más alejado, los soldados salen huyendo de la escena, algunos me lanzan miradas de compasión, otras de odio. Killian me baja de sus hombros, mi cuerpo se proyecta contra un árbol y se me escapa un gemido.

Noto sus dedos acariciarle la piel sensible de mi cuello, me está ahorcando mientras me inmoviliza contra un tronco lleno de hiedra que lo rodea. Mis pechos se inflan, quedan más visibles a su vista y más turgentes. Se le escapa un vistazo hasta ahí, vuelve a mirarme con esos  ojos aún más furioso. Aprieta más el agarre de mi cuello.

—¿En que mentí? —masculla.

—Ya tienes una esposa con la que te casarás. ¿Por qué te burlas de mi y dices que será el padre de mi hijo? Pensaba que serías un hombre distinto, pensaba que podría confiar en ti. En serio lo pensaba, pero solo eres igual que los demás, Killian. No mereces nada de lo puedo darte.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.