KILLIAN
Hace un día que volvimos al palacio.
Me encuentro en el campo de entrenamiento con mi inútil ejercito.
¿El motivo por el cual mis guerreros son tan ineficientes? Son novatos, no saben absolutamente nada sobre lo que es la guerra, porque ninguno estuvo en una de ellas. Mi deber es prepararlos, tengo el motivo de su existencia entre mis dedos y el poder de decidir si sirven o no. Si no me sirven, los asesino.
Es una acción radical, pero es lo único que sirve para deshacerme de los inútiles.
En las Tierras Bravas no necesitamos lobos débiles, mi deber como capitán del ejército licántropo es crear un grupo de soldados fuertes, letales, inteligentes y valientes. Un armamento que nos proteja antes los demás seres sobrenaturales, por si una nueva guerra inicia y no nos atrapa desprevenidos.
Esa es mi penitencia.
Mi castigo.
Por todos mis pecados del pasado.
Llevo haciendo esto desde hace años, mandan a mi manada a los guerreros más inútiles y se los devuelvo siendo los más ágiles. Pero cada vez se me está haciendo más difícil, porque en mi mente solo existe Stella y no puedo pensar más allá de ella.
No creí que el lazo podía ser tan poderoso.
Se mete tan profundo en mi corazón, que no puedo controlarlo. Ella es mi Luna, porque un lobo necesita a una luna a quién aullar para mantenerse cuerdo, ella es la mujer que me dará la fuerza que necesito para seguir viviendo esta vida de mierda.
¿Pero como voy a presentarla si está embarazada?
Si Stella decide tener a su bebé, no puedo oponerme a ello y darle la espalda. Ella me pertenece, por ende el bebé también.
Tiene que haber una solución para que la ley licantropa no me impida casarme con ella. En cuanto se den cuenta que ese bebé que se gesta en su vientre, no es biológicamente mío, pueden apresarme por romper las leyes. Un delito más y me condenan. A los Alfas no se les permite adoptar, ni criar hijos con adn que no sea del mismo parentesco.
Encima Stella es una humana, y tampoco se me va a permitir casarme con ella por eso.
Necesita que la maldición licantropa entre en su ser.
Los hombres-lobo nos convertimos por una maldición, hace tantos siglos, como años tiene la tierra, que una hechicera poderosa nos maldijo a los lobos y nos condenó a ser mitad humano, mitad lobos. La historia es muy larga y me da pereza repetirla.
Todos son problemas.
Estoy estresado.
—¿A quien vas a matar empuñando así la espada? —le grito al muchacho que está colorado por el combate —. Allí afuera te encontrarás ogros que te aplastarán, demonios que querrán absorber tu alma, brujas que te hechizarán, vampiros chupasangre que no dudarán en drenarte, ¿así piensas defender a tu pueblo?
—Alpha, ya no puedo más —murmura el chico sin aliento.
Y eso que un no se ha convertido.
Antes de cambiar a la forma de lobo, debo entrenar su cuerpo humano. Le falta un año para cumplir su mayoría de edad y que pueda al fin cambiar a su forma de lobo. Su resistencia mejorará, será mejor en sus habilidades.
—Alpha, por favor...—me suplica.
Ante la seguridad de mi gente no tengo piedad.
—Resiste —le ordeno.
Llevamos desde las cuatro de la mañana en el campo de combate, en el aire helado en la pradera. Aún no ha agarrado bien la espalda, tiene buena fuerza, pero no sabe usarla. Su resistencia es mínima. Esta débil. Necesita más músculos y proteínas. Se deja llevar por su instinto, que es fallar. En resumen, un desastre.
—Enfoca el adversario.
Creo que necesita gafas.
Después de un tiempo, tomándome el tiempo para prestarle atención a los demás, decido terminar con el entrenamiento y mando llamar al oculista de la manada para que ver si puedo resolver su ceguera.
—Descansen los demás, tú te quedarás aquí hasta que sepas cómo agarrar la espalda. Después te vas con el oculista que venga —le hablo al chico y me dirijo hacia los demás —. Mañana tenemos entrenamientos con las brujas, van a venir para ayudarnos, así que exijo respeto para ellas. Nada de bromas absurdas. Mi último ejército está pudriéndose por cosas absurdas que hicieron.
Escucho un asentimiento colectivo.
Quiero ir a ver a Stella, siento ansias por admirar esos ojos verdes tan hermosos que carga. La curiosidad se filtra por mis pensamientos, saber que hace mientras no esta conmigo.
Cómo se entretiene.
Sus manías.
Sus defectos.
Sus habilidades.
Sus sueños.
Sus metas.
Quiero rascar en su corazón hasta descubrir el último secreto.
¿Seguro que quieres saber todo lo oscuro que esconde?
Qué cojones...
Dejo el campo de entrenamiento detrás de mi, tomo el camino de piedra labrada que lleva hasta la entrada trasera del palacio. Las luces de la tarde pegan en las ventanas, los rayos dorados se filtran por las habitaciones de mi hogar.
—Killian, es urgente. ¿Cuando vas a hacerme caso y hablar conmigo sobre la humana? —una voz molesta aparece de la nada —. No se puede quedar con nosotros.
—No voy a discutir contigo sobre esto, Angelica.
Sobrepaso la entrada del palacio, me introduzco en el edificio. Ignoro a mi prima mientras me sigue.
—¿Es tu compañera destinada? —pregunta con ansiedad —. Habla de una vez.
—Me da pereza hablar contigo.
Angelica me sigue, es tan pegajosa como una babosa.
—Primo, ella no se puede quedar y tú no puedes dejar que te distraiga de tus deberes. En el pueblo de la manada hay edificios hechos pedazos, esos ogros hicieron mucho caos y ni siquiera has ido allí para ser consciente de los daños —me acusa enojada.
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Editado: 24.11.2024