Luna Maldita

Capítulo 18

STELLA

El hospital de la manada no es nada como me lo imaginaba.

En Humanity, no teníamos material electrónico muy moderno, usábamos la medicina alternativa y plantas medicinales. No había variedad, simplemente te tomabas un mejunje de plantas y esperabas a que te pusieras de nuevo sano.

Aquí todo es tan moderno, que me abruma.

Hay enfermeras bonitas por todos los rincones, ayudando a algunos hombres-lobo a poner en su sitio los huesos desencajados. Vaya que si son feroces en esos entrenamientos. No es necesario curar sus heridas porque se regeneran rápido, pero supongo que con los huesos dislocados necesitan un poco de ayuda.

—¿Como te encuentras, Stella? —el doctor aparece en mi cubículo, cerrando la puerta.

—Estoy sangrando de nuevo, doctor —me sorbo la nariz, mis lágrimas se atoran —. No sé detiene, estoy muy asustada no quiero perder al bebé.

Killian está conmigo sentado en la camilla, me está abrazando por detrás mientras sostiene una toallita cerca de mi parte baja, donde la sangre mancha todo. Me recuesto en el muro que tiene por pecho, la debilidad en mi sistema me marea. Su barba me me hace cosquillas en las mejillas cuando nos rozamos los rostros.

Un millón de mariposas bajan por mi estómago, pero son aplastadas por los dolores.

No ha dicho una sola palabra.

Tiene una expresión seria, sus gestos son firmes y rápidos. Creo que está preocupado.

Observo al doctor, mis ojos destilan una desesperación absoluta.

—Mantén la calma, Stella. Lo importante es que no te alteres. Te voy a revisar —anuncia él.

Se toma su tiempo para analizar mi barriga, que aún no es tan abultada, pero ha crecido bastante. Y eso me está aterrando, porque que crezca tan deprisa me daña la piel, no hay manera a que se acostumbre a una extensión tan rápida.

El doctor usa un estetoscopio, un instrumento que utiliza para escuchar algo en mi interior. El círculo de metal de ese aparato se pasea por mi barriga, está frío así que aguanto. No se que está pasando, pero no quiero abortar. Puede que estuviera indecisa sobre el hecho de tenerlo o no, pero ¿por qué no? Estoy sola. Mi familia ha muerto. Y necesito un motivo para luchar.

Este bebé será mi luz.

Mi motivo.

Mi vida.

El doctor mira a Killian y le sonríe.

—Eso es —susurra el doctor.

—Ese sonido es inconfundible.

Killian tiene una media sonrisa, no se que me pasa, pero cuando tiene esa cara me hace querer devorarlo.

—Es su corazón —afirma el doctor.

—No entiendo.

—Tu bebé está sano y salvo, Stella. Su corazón late fuerte ahí dentro, sin duda que va a ser un licántropo fuerte —me regala una cálida mirada, se acomoda su objeto otra vez alrededor de su cuello —. Aproximadamente estás en el día 20 de la gestación. Las lobas tardan en gestar desde 61 a 65 días. Lo que quiere decir, aproximadamente dos meses. Vas casi por la mitad, muchacha. ¿No es increíble?

La sangre literalmente se escapa de mi cuerpo y me quedo helada, escuchando su explicación. No entiendo una mierda sobre embarazos. Diga lo que me diga, me lo voy a creer.

¿Oh dios, pero esto va rápido.

¿Solos dos meses para que el bebé se forme?

—¿Increíble? —se me escapa un gemido de angustia.

Killian me ayuda a controlar la sangre que estoy vertiendo en las sábanas, está encargándose de dejar las toallas cerca de mi entrepierna, de sobar mi vientre para tranquilizar mi dolor y besar mi sien para intentar calmarme.

Y lo consigue.

A pesar de que, casi no cabemos en la pequeña camilla, me siento más segura cuando el se encarga de cuidarme. Puedo hacerlo sola, pero eso hace sentirme valorada por él. Amada. Es bonito sentir esto por alguien, aunque esté poniendo una barrera con él.

—¡Claro que increíble! Esto jamás se vio. Es un milagro. Una humana gestando a un bebé. ¡Los periodistas van a acorrarla a preguntas si se enteran!

—Doctor, le recuerdo que mi mujer está sangrando —gruñe Killian malhumorado —. Le sugiero que empiece a hacer su trabajo. Ya.

El doctor acomoda sus lentes avergonzado.

—Oh, por supuesto. Mandaré que le suministren medicamentos para fortalecer su sistema, pero necesito hablar con usted. En privado.

—¿En privado, por qué? —sueno desesperada.

—Que sea rápido —contesta mi lobo.

—De acuerdo.

¿Mi lobo? Perder tanta sangre me está haciendo delirar.

Killian besa mi hombro y me susurra un par de palabras tranquilizadoras. Le intento agradecer con una sonrisa, pero no me sale. No puedo sonreír.

Desparecen por la puerta, pero no me quedo sola porque unos minutos después llegan unas enfermeras muy amables.

La lluvia cae sobre el cristal de la ventana, permanezco observando mientras me abren una vía en la vena de mi brazo, me inyectan un par de líquidos que no tengo idea de para que son. Tal vez sean vitaminas, como dijo el profesional, necesito fortalecer mi cuerpo para que todo vaya bien.

Otra enfermera me ayuda a cambiarme. Mis mejillas se tiñen de rojo por la vergüenza que siento, me limpia toda la sangre de las piernas y de mi centro, me coloca una bata bastante cómoda y caliente. Me ponen un pañal por si sigo sangrando y empiezan a quitar las sábanas para cambiarlas.

Aún estoy preocupada, no me ha dicho porque sangro tanto. Pero el dolor parece disminuir. Así que camino por la habitación. Hasta la puerta, que está entreabierta.

Pero me detengo al oír voces.

—¡No me vale que no pueda hacer nada! ¡Lo investiga y lo consigue! —grita furioso Killian desde algún lugar del pasillo —. Esa humana no se muere, ¿lo comprendes?

—Alfa, es casi imposible que sobreviva.

—Lo hará.

—No quise desmoralizarla, pero su cuerpo es demasiado pequeño. El corazón del bebé está latiendo más fuerte que el de ella, su sistema está alimentándolo y se está quedando sin energía. Si llega al parto, será un milagro. Pero no sobrevivirá —la voz del doctor es más calmada, pero consigo escucharlo.




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