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STELLA
Killian no aparece en el hospital para hacerme una visita.
Pasan los minutos.
Las horas.
Y hasta un día.
Desde que estoy aquí, no he podido dejar de pensar en él.
Está clavado en mi mente, y no encuentro la herramienta para sacarlo de ahí.
Supongo que estará haciendo cosas de Alfa, su puesto en la manada es complejo. Hoy era el baile en la capital, pero debido a los acontecimientos, él ha decidido rechazar la invitación. Se puede dar el lujo de hacerlo, porque pertenece a la realeza.
—¿Me estás escuchando? Estás muy distraída —Lavinia, mi amiga bruja, me tira una carta de tarot a la cabeza —. Aterriza que las cartas no me hacen caso.
No puedo creer que haya hecho una amiga en este sitio.
Y que sea bruja.
—Qué te dicen —le regalo una sonrisa de disculpa —. Me urge saber que está pasando, si mis padres se quieren comunicar conmigo necesito saberlo todo. Necesito volver a hablar con ellos.
Tengo un sentimiento en el pecho que no me deja respirar, es nostalgia. Recuerdo a mi familia, mis ojos se nublan por la tormenta que quiere ser desata.
Lavinia recoge las cartas de tarot, las apila en las sábanas de la cama. Está sentada al igual que yo sobre ella, con las piernas cruzadas y los pies descalzos.
—No estoy hablando con ellos ahora, la comunicación es algo complicada. Yo no tengo ese poder, pero mi abuelita sí. Por eso está en camino ahora mismo. Ella se comunica con los muertos, sabe cómo hacerlo y no espera a que ellos intenten hablar con ella.
Pone mala cara, observando los dibujos aleatorios.
—¿Entonces que estás haciendo?
—Una sesión de tarot —se le escapa una sonrisa traviesa —. Esto es interesante. Sale la Torre en primer lugar, después la Emperatriz y por último La Rueda de la Fortuna.
—Ah, claro, tiene sentido. Estamos en un castillo, por eso la torre.
Ella se ríe.
—No tienes no idea. La torre significa la destrucción de algo, hace referencia a que algo en tu vida se ha derrumbado, los cimientos son cenizas. La Emperatiz, es símbolo de prosperidad, la mejora de algo que se destruyó. Y La Rueda de la Fortuna, es un cambio de ciclo que vas a tener en tu vida.
—Esto es una pérdida de tiempo, Davinia —me tumbo de nuevo en la cama, cerrando los ojos —. Eso no aclara nada. Al revés, me deja peor.
—Está mostrando tu destino.
—¿Dice que voy a morir? —le pregunto —. Eso lo único que me interesa de mi destino.
Ella recoge sus cartas, las guarda en su bolsita de satén y las lanza al sillón. Me mira mal cuando se hace un hueco a mi lado, en la misma cama.
—Hazme un lado, que también estoy cansada.
—Pregúntale a las cartas que su voy a morir —preguntó de nuevo, con la voz abrumada.
—Algún día, todos morimos.
—No quiero morir ahora.
Las medias negras de Lavinia me agradan, le dan un toque lindo a su vestido gris.
—No vas a morir. Porque todos te vamos a ayudar, ya te he dicho que no me voy a ir de aquí hasta que no te recuperes y estés a salvo, con tu bebé en brazos.
—Y también porque te gusta un guerrero, cochina. Dame detalles de cuando le viste desnudo.
—¡Stella! ¡No me expongas así! —grita histérica, saltando en la cama —. Tenía unas nalgas hermosas...
La miro raro.
—¿Qué? Tengo debilidad por las nalgas, solo espera ver las de tu hombre.
—¿Quién es? ¿Ya ha pasado algo romántico? —muevo las cejas seductoramente —. Cuéntame todo el chisme.
Lavinia me lo cuenta todo con pelos y señales, aún no le ha hablado, pero ha tenido un par de momentos cuando su aquelarre y ella los ayudaban con los entrenamientos. Ahora que sus amigas brujas se han ido, no sabe cómo va a empezar a hablarle. Juntas creamos un plan de conquista, que claramente va a ser el triunfante.
🐺
Me apetece explorar. Me gustaría conocer más a la manada, el sitio donde vivo y sobre sus habitantes sobrenaturales. Llevo aquí bastante tiempo, solo sé cosas básicas y eso no es justo. Lo más normal es que sepa de su cultura, sus creencias y cómo funcionan su pirámide social.
Afuera en el hospital sigue cayendo una tormenta, mis pies están fríos cuando comienzo a andar por mi habitación, estoy harta de estar aquí. Me aburro, no se puede hacer nada.
Lavinia ya se ha ido a ejecutar su plan de conquista, vendrá más tarde con noticias y pasaremos una noche de chicas viendo películas en el hospital, porque aún me tiene que hacer un par de pruebas.
Salgo de mi habitación, abrochándome la bata blanca que me han puesto. Mis rizos caen por mis hombros, los acomodo detrás en mi espalda para que no me estorbe. Me he bañado, y no he encontrado un peine para amansar mi cabello salvaje.
El pasillo del hospital está vacío, hay algunos cubículos están cerrados y otros abiertos.
Las puertas de cada habitación, está abiertas abiertas. Hoy no hay ni gun guerrero, supongo que no ha habido entrenamiento. ¿Entonces dónde está él? Mientras paso lentamente dando un paseo, me llama la atención que casi todos los pacientes de este hospital son niños. Sus rostros están blancos como la nieve, su rostro débil y llenos de cables inyectados en sus pieles, suministrándoles líquido rojo.
Me quedo paralizada cuando veo a una niña pequeña, jugando con una muñeca de trapo sola cerca de la puerta de su habitación. Tiene una peluca azul en la cabeza. Comienzo a aligerar el paso para llegar hasta su habitación y preguntarle que le pasa, porque las enfermeras están ocupadas.
Un pecho de acero impacta con mi rostro.
—¿Otra vez te quieres escapar? —me besa la frente —. Vas a ir derecha a la cama otra vez.
—Eres como un grano en el culo —le digo de mala gana —¿Dónde estabas?
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Editado: 24.11.2024