Luna Maldita

Capítulo 21

KILLIAN

—¿Qué significa esto, Amber? —le tiro la carta de invitación de mi supuesto matrimonio en la mesa de mi despacho. —No habrá boda, nunca.

—Sabes todo lo que podemos perder. Estás obligado a casarte conmigo. Lo pactaste.

—Todo ha cambiado.

—Nada ha cambiado, tu necesitas tener contento a los altos cargos de tu reino y yo necesito un esposo para que el mío me haga reina.

—Cuando encuentras a tu alma gemela, no puedes casarte con otra. Son reglas de mi reino —le hablo duro —. Así qué, no habrá matrimonio.

No hay nada que me vincula con esta princesa, porque la verdadera princesa de mi mundo ya ha aparecido y debo protegerla del mundo cruel que se abalanza sobre ella. Ni el gobierno, ni las leyes están de mi lado, pero ya tengo un plan para casarme con Stella y que todo esto sea legal. Una mentira sobre nuestras cabezas que sí sale bien nos llevará al triunfo.

Pero esta hada del demonio no para de revolotear y acabar con mi paciencia.

—¡No puedes hacer eso! ¡Soy una princesa! —me grita, la elegancia que dice tener cae en picado —¿Quién te crees que eres?

—A mí me importa un carajo el título que poseas, hago con mi vida lo que me dé la gana —avanzo hasta la salida de mi despacho —. No te quiero en mi palacio. Saldrás de aquí esta noche.

—Lamentaras tu ofensa, Killian.

Su furia hierve como una olla a presión, a punto de explotar. Y a mí me encanta desatar el caos.

—Lárgate o tú sí que lamentaras no marcharte pronto. Recuerda que quemar hadas fue una práctica que adoré en mi adolescencia.

—Tienes que pagar por tus crímenes, La Corte de las Naciones te va a mandar ejecutar por desobedecer el tratado.

—Qué divertido.

No espero su respuesta, le cierro la puerta a mis espaldas, la dejo sola en mi despacho. No me interesa lo que tenga que decir, ya he tomado una decisión. La humana es mi alma gemela, mi otra mitad y la mujer que tiene mi corazón en sus manos. Si el destino la ha puesto en mi camino, es por un motivo. Si su sangre está destinada a mezclarse con la mía, nadie se interpondrá.

La figura del ama de llaves atraviesa con la rapidez de un rayo el pasillo en dirección a las escaleras, sus pasos frenéticos se detienen en el comienzo de esta mientras me espera impaciente.

—A sus órdenes, Alfa. —Hay un delgada línea de nerviosismo en su voz.

Juega con sus manos, intentando tranquilizar esos nervios que la tienen en ese estado de incertidumbre. Y no es capaz de mirarme a los ojos.

—Encárgate de sacar todo el equipaje de esa hada de mi palacio y todos sus acompañantes, no la quiero aquí —le ordeno, aprieto la mandíbula por la rabia que siento —. ¿Dónde está mi mujer?

—Alfa...

—¿Qué pasa?

Crujo mis dedos porque me estoy poniendo histérico.

—La humana escapó del hospital. Creemos que ha huido.

—¡Cómo que huyó! —le grito tan fuerte que se espanta.

Recobra la compostura y explica con las manos temblorosas:

—Me temo que ella se fue del hospital, nadie sabe cómo ni cuándo salió, pero hay una sospecha de que fue está noche. Mandé a unos lobos a buscarla, porque ayer llovió mucho y el bosque está enlodado.

—¿Y por qué me entero ahora?

—Señor...

—Cierra la boca. ¿Y los soldados que cuidaban de ella? —exijo, furioso.

—Buscándola, Alfa. Le pido que tenga compasión, apenas están empezando a saber que es un trabajo de verdad.

No vale la pena escuchar más, no tengo tiempo para su rollo absurdo. Castigaré a quién sea que no esté haciendo su trabajo porque esa es mi manera de crear un buen ejército.

Más rudeza. Eso es lo que se merecen.

Mi corazón se estruja con anhelo y preocupación. No sentí nada, solo puedo pensar en tus ojos oceánicos.

¿Por qué motivo se iría? No tiene sentido que Stella huya ahora, no después de que todo entre nosotros esté fluyendo perfectamente. No está sola. Ahora me tiene a mí. Pero hay algo en su mente que no la deja ser feliz, porque está rota, tal vez por eso huya, porque no se fía de mí. Ni de nadie.

Cómo me duele.

Mi princesa.

STELLA

La primera cosa que debes tener cuándo huyes, es contar con un alojamiento seguro, sobre todo para que las articulaciones no se te conviertan en hielo y la brisa glacial no te corte la piel. Sigo llorando después de varias horas ya, no puedo evitarlo, tenía a un chico apuesto, fuerte y protector que estaba interesado en mí, o que parecía estarlo.

Y ahora no tengo nada.

¿Por qué siempre mi felicidad se tiene que acabar tan deprisa?

Es cierto que ni siquiera me he esperado para pedirle explicaciones y la verdad, tampoco me interesa porque tengo miedo de la respuesta. Yo no soy una mujer que se queda donde es engañada, sí es un mentiroso, que lo sea con otra.

Soy una tonta por creerme todas esas palabras bonitas, de verdad pensé que era para mí. Que había un hilo que nos unía, hasta la eternidad. O hasta que alguno de los dos muriéramos. Porque de morirse, la primera sería yo. Pero qué más da, aunque fueran unos meses más yo quería amar y entregarle mi alma a ese lobo con mirada feroz.

Qué es sucio mentiroso.

A lo mejor es mejor así, que me olvide de este romance que arremete contra mi corazón roto. Uno donde las llamas se vuelven imparables y el calor me sofoca hasta desvanecerme. Siempre deseando más y más...

Es probable, puede que me esté volviendo un poco estúpida.

Son las hormonas del embarazo.

—Ay —libero un quejido al pisar una piedra afilada que cubre el suelo del bosque. Estos zapatos de lana que me dieron en el hospital son muy cómodos, pero una basura para huir.

Extraño la comodidad de la cama, el reconfortante calor de la calefacción y la comida recién hecha para mí. Así es, Killian ordenó a la cocinera de su palacio que trajera una comida nutritiva y deliciosa exclusivamente para mí. Es adorable.

Y farsante apestoso.




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