Luna Maldita

Capítulo 25

STELLA

Hay algo extraño en este lugar.

Una oscuridad maligna que pulula por todos lados, que no puedes controlar e intenta arrasar con tu estabilidad.

Cuando vivía aquí en las tierras de Humanity, no sentía esto. No había nada de lo que ahora me pone la piel de punta. Pero todo ha cambiado.

Seres malignos están intentando apoderarse de mi nación. Estoy segura.

Después de la visita a mi pueblo, Killian me lleva a un hostal que está ubicado en la capital de Humanity. Le pedí quedarme aquí porque quiero encontrar los cuerpos de mi familia y enterrarlos. No se merecen estar tirados como perros en el bosque mientras son comidos por animales o en una fosa común.

En la noche, me estoy dando un baño caliente en la ducha del hostal donde nos vamos a quedar a dormir. Mañana tenemos que ir a la comisaría para que pueda dar una declaración a las autoridades, el mundo puede pensar que fui la culpable de la masacre, pero no me siento tan triste porque Killian está de mi lado.

Y tarde o temprano, la verdad saldrá a la luz.

🐺

Mi casa está destruida. No hay rastro de ese recuerdo bonito que tengo de mi hogar. El esqueleto de madera está en ruinas, las paredes caídas, arrasadas por las llamas y envueltas en una oscura pared de hollín. No hay flores sobresaliendo en el jardín.

Killian está a un paso detrás de mí, puedo escuchar su respiración y oler su compasión por mí.

—Quiero hacerlo sola. No me acompañes, espérame aquí. La casa aguantará mi peso.

—Sé que puedes hacerlo sola, bonita. Solo déjame estar ahí, no notaras mi presencia —suena calmado, pero ansioso.

Tiene la extraña obsesión de ir detrás de mi como si oliera el peligro. En este caso, si el peligro está en mi casa, yo me salvaré.

—Quiero hacerlo sola, por favor.

Killian parece sopesarlo, le observo con expresión de corderito degollado y finalmente acepta.

—Está bien, si en diez minutos no has bajado, iré a sacarte de ahí.

Una sonrisa adorna mi rostro, levanto mis pies para depositar un suave beso en su mejilla.

Aguanto las lágrimas que me sobresaltan cuando me incorporo en la entrada de mi hogar, la puerta ya no existe igual que las ventanas. Todas las pertenencias de mi familia están ahí dentro, consumidas, rotas, vacías.

—¿Estás segura, princesa? Puedes desmayarte por las emociones. No creo que debas hacerlo sola —comenta Killian preocupado.

Me pasa una mano por la espalda, y besa la parte de atrás de mi cuello para reconfortarme de alguna manera.

—Ya no tengo emociones, lobito.

Suelto su agarre, introduzco mi cuerpo en la casa que meses atrás era mi hogar. El miedo azota mi barriga, envuelvo una mano en mi tripa, que ha crecido más, cada día aumenta unos centímetros y las estrías ya se están multiplicando en mi vientre, y camino por el lugar.

Adentro todo es oscuro. Inhalo el aroma a muerte a cada paso que doy. El sillón dónde se sentaba mi papá está en el suelo, descomponiéndose, ha perdido su color verde característico. Hay sangre seca por las paredes mezclándose con los rastros de llamas. Cierro los ojos, suspiro un minuto para seguir mi camino.

Intento no pensar en toda la sangre de mi familia pegada a la pared.

Llego hasta mi habitación, ha quedado un poco de mis pertenencias. Mi maniquí está intacto y mis telas para hacer prendas guardadas en el cajón como si las llamas las hubieran repelido. Mi mano está llena de cenizas cuando acaricio el mueble, abro el cajón donde está esa caja, la caja donde guardo todos mis diseños de moda.

Antes de que la desgracia sacudiera mi vida, quería abrir una boutique, porque no había mucha moda en Humanity.

Rebusco para encontrar algo más que dibujos, las fotografías de papel es lo primero que aparece, están apiladas y ordenadas. Estas fotografías son muy especiales porque mamá y papá se las hicieron en su juventud en los viajes que hicieron. Cuando veo sus rostros me rompo.

La caja cae al suelo junto con las fotos y me desplomo junto a ellas, las lágrimas bajan de forma silenciosa. Rápidamente las recojo para guardarlas, pero no puedo evitar que se manchen de cenizas y suciedad. Mi pecho duele con cada sacudida de llanto, pero lo retengo.

Lo guardo.

Lo convierto en rabia.

Y entonces algo llama mi atención.

Una fotografía.

Mamá y papá están sonriendo, sus rostros iguales a los que recuerdo solo con menos arrugas. Están en un palacio altivo, decorado de figuras enormes de lobos en los arcos de los edificios, posando con un sujeto que reconozco enseguida.

Tieran Wolf.

El padre de mi amor.

Atrapo esa fotografía, le doy la vuelta para ver la dedicatoria que tiene.

Esa ley absurda jamás arruinará nuestra amistad, amigo mío. Te mando la foto para agradecerte ser el padrino de tu hija. La cuidaré cuando lo necesite. La protegeré cuando ya no estés.

Con afecto,

Tieran Wolf.

La sangre deja de fluir por mis venas, se hielan con esta revelación.

¿El padre de Killian era el amigo que debía encontrar? Entonces Killian me mintió. Mi cerebro trabaja rápidamente para entenderlo, pero no logro descubrir porque él haría eso. Por qué me engañaría. Pensaba que era él. Tampoco es que muchos lobos tengan amigos humanos.

Me guardo la foto en la media de mi pierna. Con una última lágrima bajando por mi mejilla, apilo algunas cosas que me quiero llevar, como mi libro de diseños y la caja con las fotos. Cuando estoy lista me despido de mi cuarto, de mi casa, de mi familia. No miro atrás cuando estoy saliendo de mi casa.

🐺

De acuerdo, padre. Iremos lo más rápido posible. Tengo que colgar —guarda su aparto telefónico y se abalanza sobre mi para atraparme las mejillas —. ¿No había nadie ahí dentro, cierto?

Solo fantasmas —respondo vagamente —. Y gente que miente y hace daño.




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