Luna Maldita

Epílogo

KILLIAN

La muerte ya está pesándome en la espalda, siento como sus suaves tirones me jalan hacia ella. No estoy poniendo ningún tipo de resistencia. Estoy muerto en vida sin ti, mi amor. Cada segundo te tengo en mi mente, aunque siquiera no podría olvidarte.

Tengo el recuerdo de tu existencia pegado a mi cordura.

Nuestro hijo está creciendo sano, hoy ha cumplido un año. Y como cada día, estoy escribiendo esta carta para que me leas. Tu amiga la bruja me dijo que si escribía lo que sentía, lo plasmaba y luego quemaba la carta, podría llevar a ti de algún modo. Así que eso estoy haciendo.

Ya no tengo manada.

Vivo solo con Tyler en una casa de campo, alejada de la ciudad y otros licántropos. Tenemos un huerto donde plantamos verduras y frutas. He pillado un par de veces a tu hijo comiéndose un par de gusanos de las fresas podridas.

Es feliz.

Por el momento vive conmigo hasta que me muera y descanse junto a ti.

Aún no hemos encontrado tu cuerpo, a veces me pregunto si estarás viva y por eso no he muerto todavía. Extraño cada parte de ti piel. Mi alma está incompleta. Es muy duro criar a un bebé, es un llorón que no me hace caso y cambiarle los pañales es estresante...

—Perdona, creo que no deberías dejar a tu bebé solo en la orilla de la laguna. Podría pasarle algo.

El bolígrafo con el que estoy escribiendo la carta se suspende en el aire cuando escucho una voz femenina. Suspiro con fastidiado. Levanto la cabeza para ver a una mujer con el cabello largo rubio oscuro, está sonriendo ampliamente. Lleva un vestido corto de color rosa, un colgante de perlas adornando su cuello. Más arriba sus círculos oceanicos me retan.

—Es inteligente. No le pasará nada —gruño molesto.

Hay algo en sus ojos que me inquieta. Por alguna razón mi corazón comienza a latir. La ignoro, me acomodo en la hierba y comienzo a escribir de nuevo lo que me queda de la carta.

—¿Cuánto tiempo tiene? —pregunta interrumpiéndome de nuevo.

Suspiro.

—Un año.

Estoy apunto de escribir cuando me descubro levantando la cabeza para observar de nuevo esos ojos profundos.

—¿Quién eres? —le pregunto.

Guardo mi carta en la mochila que he traído para guardar los juguetes de Tyler y algo de ropa limpia, pañales nuevos por si mi bebé empieza a apestar como el demonio. Después el bolígrafo, entonces le doy toda mi atención a la desconocida.

—¿Una mujer, no lo ves? Tan guapo y ciego.

—Cómo te llamas me refiero.

Ella sonríe, sin que pueda evitarlo se sienta junto a mi. Mi cuerpo comienza a vibrar del placer por tenerla tan cerca. Estoy tan desconcentrado que incluso creo que mis malestares mejoran. Mi dolor de espalda disminuye cada mirada que me regala. Analizar esos ojos azules profundos me altera.

—¿Qué estabas escribiendo? —curiosea, echando un vistazo a la mochila.

—No es de tu incumbencia.

—Que rudo.

—Si no te gusta lárgate.

Por alguna razón me arrepiento de haberle dicho eso a ella. ¿Pero quién es ella? Una desconocida que por causalidad se ha detenido en el comienzo de la laguna.

Me quedo en silencio, ella también. No parece que vaya a irse, porque me ignora y observa a mi cachorro jugando con el alguna y algunos peces que nadan alrededor de sus pies. Aspira el olor de la naturaleza, su expresión está llena de felicidad. Su cuerpo es tan similar para mí, que no puedo evitar compararla con ella.

—¿Cuál es tu nombre desconocida?

—No es de tu incumbencia.

Touché.

Mi bebé suelta risitas animadas, se cansa de jugar en la orilla con los peces y comienza su trayecto hasta nosotros torpemente. No ha aprendido a andar aún correctamente, todavía se detiene o se tropieza con sus propios pies. Una mariposa vuela delante de él, corre para atraparla con sus risas infantiles.

Pero yo no puedo dejar de mirarla a ella, tiene una belleza extraña. Hay algo en su alma que me llama, un fuego que se extiende por mis venas.

Entonces Tyler llega hasta nosotros, pero se detiene cuando ve a la intrusa de cabello castaño rizado. Ni siquiera me tiene en cuenta cuando ella abre sus brazos, mi bebé camina con ella para devolverle el abrazo amoroso. La desconocida besa el cabello negro de mi bebé, después sus mejillas y él ríe.

Me quedo paralizado.

—Has crecido mucho, la última vez eras tan pequeño. Tenía miedo porque no pudieras sobrevivir —le susurra.

Levanto una mano para apartarle el mechón de cabello que me impide ver su rostro. Abraza al bebé como si no quisiera soltarlo jamás. La yema de mi dedo se calienta cuando acaricio su mentón, y le pongo la mano en el cuello para agarrarla.

—Jamás vuelvas a abandonarme —llevo mi cabeza hasta su cuello para inhalar su aroma. Es reconfortante.

Aparto su largo cabello para depositarle besos en su cuello, devoró su cuello, después sus labios. Mientras el bebé nos da manotazos, sonríe dulcemente tratando de llamar nuestra atención. Me corresponde todos los mimos y me besa de la misma manera intensa.

Su cuerpo es distinto.

Pero su alma es la misma.

—Eres mía.

—Y tú mío.

—¿Puedo preñarte de nuevo?

FIN




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