STELLA
Hay una cosa que deben saber.
Y es...
Yo no debería de estar aquí.
Observo la luna escarlata que tinta el cielo de negro, sentada en el porche de mi nuevo hogar. Las nubes vuelan cómo humo gris nadando entre la sangre. Algo muy malo se está acercando. Casi maligno. Nadie puede asegurarlo, pero lo noto en cada celular de mi sistema, en lo más profundo de mi alma.
Los dioses están furiosos.
Por lo que hice.
No es para menos, me merezco lo peor que puede existir por mi maldad.
—Tyler desplumó a una gallina después de perseguirla por todo el gallinero —la voz de mi hombre me devuelve a la realidad —. Se está convirtiendo en el terror de los animales. Va a ser un excelente cazador.
Lo dice con un tono jocoso, casi divertido.
Pero yo me preocupo.
No le veo la gracia a este asunto, a mi me parece terrorífico.
Noto su presencia detrás de mí. Estoy sentada en las escaleras de porche de la casa, estudiado cómo se comporta el cielo. No me está gustando nada ver la luna de sangre, se supone que es un acontecimiento sucede cada dos años, pero es frecuente. Muy frecuente últimamente. Eso solo quiere decir una cosa.
—¿Se la comió entera, con plumas y el pico? Ni siquiera tiene dientes —pregunto preocupada.
No puedo creer que mi pequeño bebé haya despedazado a esa gallina y la haya devorado.
—Todavía no. Está viva, solo la desplumó un poco —niega divertido y respiro —. Princesa, es normal que muestre indicios de ser un depredador. Tiene gen licántropo. Sus dientes son fuertes y su mandíbula también, no va a dañarse con eso.
Killian me rodea por la espalda, me envuelve con su ardiente calor. Su cuerpo es una llama imparable que me apasiona. Toma asiento detrás de mí, siento su pecho musculoso apretándome, mi respiración se ve alterada porque no puedo controlar ni uno solo de mis sentidos cuando estoy cerca de él. Sus manos se deslizan por mis caderas, atrayéndome.
Es impresionante como su olor logra envolverme en una burbuja pacífica.
Pero mis pensamientos son filosos como agujas, atacando las burbujas. El caos se eleva en mi mente de nuevo. No tengo el control de nada, no sé lo que va a pasar. Estoy aterrada porque sé que cada peligro puede ser un castigo para mí. La vuelta hacia la realidad.
No soy una humana.
Soy la Diosa de las Estrellas y Oscuridad.
—¿Quieres que te relaje? —susurra en mi oído muy coqueto —. Hace como cinco horas que no te beso. Mis labios te echan de menos.
Estoy a punto de caer.
De ceder ante su lujuria de nuevo.
Pero la imagen de mi bebé manchado de sangre y matando sin compasión me paraliza.
—No es normal, Killian. El niño solo tiene dos años y medio, ya habla, sus dientes son duros, tiene una fuerza impropia de un nene de esa edad. Es muy pronto para que el gen se haga visible. Si le pasa algo malo me muero.
—No dejaré que le pase nada malo. Ni a él. Ni a ti. Ya os fallé una vez, no volveré a cometer ese error.
Aparta un mechón de mi cuello para depositar un ardiente beso en mi cuello. Me estremezco cerrando los ojos, una sonrisa traviesa tira de mis labios.
—No es tan grave, yo a su edad ya...Mmm, me estás distrayendo con esa hermosa cara. ¿Por qué cada día tu belleza aumenta? No puedo soportarlo.
Mi corazón vibra de amor.
—Tu siempre te distraes—le acuso con una sonrisa —. Qué te pasa conmigo. Estás pegado todo el día a mí.
—Es que no puedo soportar alejarme de ti.
—¿Y si me alejo, que piensas hacer?
—Llevarte a la fuerza a mi cama y devorarte.
Killian me agarra del cuello tirándome hacia atrás para empezar a depositar besos pecaminosos en las comisuras de mis labios. Utiliza su lengua para lamer mi boca.
—¿Poque papi quere devora a mami? —pregunta Tyler con su peluche de rana entre los brazos.
Se detiene en el umbral de la puerta, analizando que está pasando entre sus padres. Nos observa con cierta curiosidad, una sonrisita se aproxima cuando se lanza para caer en nuestros brazos. Sonríe alegremente mientras se acurruca.
—Hamble. Teno Hamble. Quero teta, mami —pide mi bebé.
Killian nos abraza a los dos mientras coloco a Tyler en mi regazo. La luz de la luna roja llena su rostro infantil. Un escalofrío recorre mi espina dorsal tan fuerte, que por un momento siento que la quiebra.
Solo estoy siendo estupida.
Nada malo va a suceder.
—Yo también quiero —suplica el otro bebé de casi dos metros.
—Ño, papi. Eh mia. Teta mia. Fuera.
—Antes de que nacieras, tu padre era el único que pertenecía a tu madre. La teta es mía también.
—Ño. ¿Veda mami? Papi ta' grande. Si papi roba teta, se va al ganinero con las ganinas y dueme solito —el bebé suelta una risita infantil, y procede a llevarle mi pecho a la boca para beber la leche que le alimenta.
Killia suelta un gruñido y yo estallo en carcajadas.
🐺🍼🌙
Analizo atentamente como mi hijo juega con la arena de la orilla del cristalino lago que tenemos en frente de nuestra granja en el bosque. Killian y yo hemos trabajado duro en nuestras tierras para construir una casa, un hogar donde estar seguros. Hemos creado una zona de cultivos para abastecernos. También criamos animales; vacas, gallinas, puercos, conejos, cabras... Obtenemos leche, huevos, los alimentos suficientes para subsistir.
Recuerdo el motivo por el cual volví.
Y todos los remordimientos se evaporarán.
Ellos son todo para mí.
No me pesa haber hecho algo malo para tenerlos en mi lado y vivir esta vida. Pero la verdad es que hice algo horrible. El castigo de mi madre la Diosa Luna será fatal.
Por eso pienso aprovechar lo bueno, lo más que pueda.
—Cariño, está anocheciendo. Debemos volver a casa —le aviso a mi pequeño.
Recojo todos mis bocetos de papel en su estuche, también los lápices que he utilizado para pintar los nuevos modelos de ropa que tengo en mente. Necesito ropa nueva porque mi novio me los arrebata al verme.