STELLA
No puedo dormir.
Observo como el pequeño Tyler abraza a su ranita de peluche mientras está dormido plácidamente en su pequeña cuna de madera. Tengo la ventana del cuatro abierta para que el aire fresco de la noche invada la habitación, el aroma de la tierra y la naturaleza del bosque embriaga mis fosas nasales relajándome. Eso es lo que necesito ahora, porque mis nervios están desquiciados.
—¿Qué te preocupa, princesa? —curiosea Killian saliendo de la nada en medio de la ventana.
—¡Me has asustado, chucho! —le grito sonriendo.
Mi corazón palpita en mi pecho al borde de la explosión.
—Me ofendiste, te voy a castigar, eh. No te pienses que te vas a librar de mí esta noche —asegura sonriendo de lado —Tengo fresas deliciosas y una jugosa nata para bañarte en ella.
Que rico, mi amor.
Tiene el torso descubierto con sus numerosos músculos a la vista, me relamo los labios mientras lo observo trabajar. Este hombre podría alterarme las hormonas, aunque se paseara con tapado de los pies a la cabeza. Tiene algo que me hace volverme loca por él. Es tan atractivo el condenado.
Es mío.
Es mi compañero.
Me siento tan plena por tenerlo en mi alma.
Son las ocho de la noche, ya casi ha anochecido, pero le he pedido a Killian que instale rejas en la habitación de Tyler. No soporto la idea de que ese señor misterioso, entre por la ventana de mi pequeño y le hable con él. No lo dejaré solo ni un momento.
Killian utiliza el revés del martillo para ajustar una de las rejas. Me lanza una mirada fugaz.
—Hay algo diferente en ti.
Mi corazón no gana para sustos.
—¿En mí? ¿Qué podría estar diferente en mí? No hay nada que esté diferente —mi voz suena chillona.
Maldición, estoy tratando de ocultar algo. Así no se puede, soy demasiado obvia cuando se trata de mentir. ¿Debería decirle la verdad? Killian es mi novio, puedo confiar en él. Pero me temo que, si revelo mi secreto, sobre la verdad de cómo salí de la ciudad de los Dioses y volví al mundo terrenal, creo que podría meterlo en peligro.
Es mejor que viva en la ignorancia.
—Stella...
—Termina ya, lobito molesto. Prometo recompensarte por los trabajos realizados —le lanzo un beso.
—¿Sí? —duda.
Le miró con mala gana.
—¿Sí? —lo imitó. Me levantó del sillón junto al lado de la cama de Tyler, camino lento hasta la ventana —. Dame un besito.
Sus ganas de saber tambalean, prefiere pasarse la vida besándome a estar pensando en cosas que no debería. Y, sobre todo, porque no sabe todos esos demonios que nos persiguen.
Me inclino en la ventana introduciendo mi rostro por uno de los huecos de las rejas, le robo un beso en la mejilla y se le escapa una sonrisa picarona. Él trata de ignorarme, sabe que no puede hacerlo por mucho tiempo. Termina de ajustar la última reja, suelta sus herramientas y me observa intensamente.
—Voy a descubrir lo que escondes, princesa. Dame tiempo.
Ahora es él, el que me roba un beso.
🐺
—Mami, ¿poque ta roja? —pregunta mi bebé desde abajo con su cesta de recolectar huevos.
Me llevo los dedos a mis cachetes y confirmo que están ardiendo.
—Hace mucho calor en el gallinero, ranita. Date prisa, mi amor, que ya es mediodía y voy tarde para preparar el almuerzo.
Me agacho para atrapar un huevo de la zona de abajo donde se ha podido caer en los cubículos de las gallinas que ponen en los estantes más altos. Lo inspecciono y lo meto en mi cesta cuando lo veo correcto.
—¿Me va a haser huevo con patata frita? ¡Chii! —exclama con entusiasmos —. A mi me gusta mucho.
Deja su cesta en el suelo y alza sus brazos para que lo agarre. Lo tomó entre mis brazos con una sonrisita, me las apaño para llevar a un bebé y dos cestas de mimbre.
—Sí, mi amor. ¿Sabes algo? Hoy se estrena el concurso de las elegidas, el primo Devon va a conocer muy pronto a su nueva compañera.
Él asiente con la cabeza chupándose el dedo.
—Mi amigo me contó que la elegida del pimo está mueta. Y que lo va a traisionar —se le escapa una risita dulce.
Una tormenta helada se pasea por mi nuca, mis bellos se ponen de punta. ¿O tras vez? ¿Está bromeando? Él no puede saber esas cosas ni tampoco inventárselas. Eso es imposible. Nadie ha podido entrar en casa porque Killian ha puesto seguros en las puertas y rejas en las ventanas. Ese señor no puede entrar.
¿Y si es mágico y tiene otra manera de hablar con mi hijo?
Mi pánico se multiplica.
—¿Cuándo te visita tu amigo, cariño? —le pregunto, acariciando su cabello oscuro.
—No che mami, cuano estoy domido.
Tyler me observa sonriendo con sus ojos azules.
—¿Poque ta preocupada? —hace un mohín en su lindo rostro.