Luna Maldita

Extra 3

Repórtense, mis chicas.

STELLA

—He oído que los dioses están muy alterados allá arriba, Arinya. Has cometido delitos muy graves, hija.

La verdad es que yo no fui una humana.

No tampoco tuve opción de serlo cuando mi madre, la Diosa Luna me envió a este mundo para ser el karma de Killian Wolf.

—¿Qué le has hecho, padre? —le echo una mirada al cuerpo de mi amado —. Desbloquea su cuerpo.

—Arinya, no me des órdenes —susurra tajante y seco.

Mi padre es el Dios de las sombras.

Tuvo una aventura con mi madre, La Diosa Luna y yo nací. Los Dioses también tienen sexo y engendran hijos que luego no desean, allí arriba no existen método anti-embarazo. Todo es un poco loco, no hay matrimonios, no enlazan sus almas por la eternidad. Tan solo tienen aventuras. Sexo descontrolado.

Por eso me gusta este amor que siento por Killian, el sentimiento de familia que me hace querer dejar toda mi vida y estar a su lado.

—No toques a mi hijo. Y suelta a mi prometido —le ordenó tajantemente.

—Arinya...

Me amenaza, se que pronuncia mi nombre con un motivo. Pero yo ya no soy la misma de antes. Mi madre Luna me envió a la tierra para castigar a Killian Wolf por todos sus pecados y su almas perversa, pero descubrí que él no es tan malo como ella piensa. Simplemente ha cometido errores.

—No, padre. Ya basta.

—¿Basta? Mato a personas inocentes. Cometió crímenes horribles y masacró pueblos enteros de humanos, vampiros y otras especies que habitan en la tierra. La región de los vampiros está demacrada. Carga en sus espaldas las vidas de almas imborrables.

—Era su trabajo.

—Arinya, el amor no existe —declara impasivo.

—No, padre. No soy Arinya, mi nombre es Stella. Arinya ya no existe —le explico sin voz.

El miedo trepa por mi cargada, no estoy segura de que vaya a salir viva de aquí. Él es el dios de las sombras, es el dios del Reino de las sombras. Esas criaturas son las más oscuras, malignas y letales. Yo tengo ese poder, también puedo controlarlas.

Pero...Él es el Dios.

—Esto es ridículo. Eres una Diosa, no te comportes como una terrestre.

¿Por qué nadie lo entiende? Es simple, amo a Killian y quiero vivir una vida humana. No quiero ser una diosa. No quiero que nadie espere nada de mi. Solo quiero amar y crear un verdadero hogar.

—Renege de ser una Diosa.

—¿Qué hiciste a los Dioses Arinya? No puedo comunicarme con ninguno de ellos. El clima está alterándose, tsunamis, terremotos, los animales están comportándose extrañamente, las plantas están floreciendo en lugares que no deben florecer. Incluso el rey licántropo Devon tiene una destinada fuera de su raza —acusa mi padre.

Mi corazón casi se sale del pecho cuando su furia se aviva, el cuerpo de Killian sale disparado hacia el techo y suena un golpe sordo por el impacto con la madera del techo. Parpadeo asimilando lo que está pasando.

No puedo mentir.

Debo decir la verdad.

—Los dormí.

—¿Como dices?

—Dormí a todos los Dioses. Se pusieron muy molestos cuando decidí volver.

La ceja de mi padre se alza, se levanta del sillón atrapando a mi pequeño Tyler en sus brazos. Mi bebé no es un cobarde, está jugando con su barba canosa y me dirige sonrisas tiernas. Lo que me preocupa es lo que mi papá haga con Killian.

—¿Me estás diciendo que tú y yo somos los únicos Dioses que seguimos gobernando las fuerzas del mundo? —brama casi histérico.

—Y algunos más. Hasta que los encuentré. Una siestita no les hará daño. Despertaran cuando yo muera —le explico seria.

La única manera de que Killian y yo pudiéramos estar juntos es dormir a los dioses. Lo que no sabía es que el mundo se iba a alterar tanto. Lo que me preocupa es que el clima pueda alterarse tanto, que destroce parte del mundo. Pero eso no sucederá, yo me encargaré de mantener todo a la perfección hasta que muera. Es un hechizo muy fuerte, no fue nada sencillo dormirlos a todos, tuve que canalizar sus poderes de uno en uno, e ir escalando para enjaularlos dentro de mí.

Destilo tanto poder que me cuesta mantenerlo oculto.

—¿Has perdido la cabeza? —pregunta mi padre —. Tu destino será fatal. No entiendes el problema de dormir a los dioses y mantener el poder oculto. No estás capacitada para tanto poder, hija. Despierta a los Dioses y hablemos con ellos. Son tu familia.

—¿Estás de mi lado o no?

La paciencia se me agota, el rostro de Killian está tornándose a negro y las sombras dañan esos músculos que tanto me agradan. La decisión ya está tomada, no entendía como el amor puede con todo. Pero ahora lo entiendo.

—Por supuesto que no —niega con la cabeza —. Es una locura.

Las sombras se arremolinan a mi alrededor, está intentando atraparme.

—Entonces, buenas noches padre.

Una sola mirada hacia sus ojos hace que sus pupilas se dilaten, sus extremidades se paralicen. Todo su ser se paralice. El pequeño Tyler se baja de sus brazos descendiendo por sus piernas, corretea hasta mi y lo abrazo atrayéndolo a mi pecho.

El cuerpo de mi padre se duerme y levita, junto con sus poderes. Depósito a Killian en el sofá de la casa, mientras que me encargo de las sombras de mi padre. Su cuerpo estalla en sombras y oscuridad. Cada una de ellas se arremolina en mi cuerpo, entrando en mis venas. Respiro las sombras, se introducen dentro de mi sistema.

Me siento más poderosa todavía.

Camino con mi hijo en los brazos, voy al sillón a revisar cómo está Killian. La vida vuelve a su rostro poco a poco, me siento en un lateral a esperar su recuperación. Besando sus labios, acariciando su cabello oscuro como la noche. Deposito al niño en los brazos de su papá, y yo me arrodilló en las piernas de mi hombre.

—Cuando yo muera los Dioses van a ir a por ti, Tyler. Para vengarse de mí —besó la coronilla de mi bebé.

Él se ha quedado sin palabras. Solo me observa y escucha.




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