Luz de Luna

Luz Escarlata

Las plantas de los pies le dolían por el andar apresurado, se detuvo un instante entre la penumbra del bosque, escuchaba su respiración agitada, el intenso latir del corazón martillar en su pecho y el sudor frío recorriendo su espalda.

El peso en sus brazos le impedía ir demasiado rápido, percibía los ligeros movimientos de la criatura, pero no se atrevía a mirarle, no le quería, nunca lo hizo.

Cuando por fin llegó a donde deseaba, elevó la vista al cielo, en una plegaria silenciosa pidió por su alma, por el perdón de ella y la pronta muerte de la ahora indefensa criatura.

Depositó el pequeño bulto tibio a las faldas del gran y frondoso árbol. No se atrevió ni una vez a mirarle, a saber como lucía el ser a quien dio vida.

«No, eso no era un ser, eso era... Un monstruo»

Le observó por última vez para regresar la mirada al cielo y deternerse ante la única testigo de su acto, la Luna, en su fase mas hermosa parecía juzgarle, se mantenía silenciosa, pero desde ahora y por todos los días de su existencia, le recordaría aquella acción aberrante.

Con mayor premura, se alejó al punto de correr, tenía miedo, miedo por su vida, porque sabía que Jake le daría caza una vez la noticia llegara a saberse, porque estaba segura que si aquella historia se hacía realidad, el futuro estaba decidido. Y creyendo esto, tenía la certeza que con su acto les había salvado, pero esto no lo entendería él, no el hombre y mucho menos el Alfa, quien siempre le dijo que les protegería, que sonreía al tocar su vientre abultado, el que soñaba con su propia familia.

 

***
 


El pequeño ser arropado y cubierto hasta la carita con la sábana blanca, no paraba de llorar y mover sus diminutas manos en busca de calor.

El berrido siguió por minutos, horas.

Era indefenso y pequeño, no había hecho ningún mal, no había pecado, era puro, por lo menos eso creyó el hombre mayor cuando le escuchó y arrullo entre sus brazos para brindarle calor y tranquilizarle.

-¿Pero qué es esto? -le había dicho la hija mas joven al anciano.

-Clara, le he hallado en el bosque, sabe Dios cuanto llevaba ahí. Debemos traer al médico para que le revise.

-Pero padre, no pensarás...

-Puedes criarle como tuyo ¿no es lo que siempre habías querido?
Por fin Dios te ha enviado la criatura que has deseado con vehemencia.

El primer cambio llegó mientras dormía, algo había sucedido que cuando despertó sentía el cuerpo demasiado adolorido. Pero como todo infante no le dio importancia.

La niña crecía con normalidad, era bastante inteligente y cariñosa, de piel tostada y ojos avellana, las personas ocasionalmente cuchicheaban cuando le veían junto a su madre en el pequeño mercadillo de la ciudad. Pero Marissa nunca le tomó importancia, su madre siempre le dijo que no eran similares físicamente porque ella había heredado la belleza de su abuela.

Marissa corría dentro de casa mientras jugaba con tobi, el cachorro canela, que su padre le había regalado en su reciente cumpleaños número diez.

Cuando sin aviso el dolor en las costillas apareció, era fuerte y horrible, lloraba, gritaba.

En cuanto su madre llegó junto a ella, el verle de esa manera le asustó, no sabía que hacer, no entendía que le ocurria, no se había caído, no tenía sangre por ningún lado, pero el perro de repente le gruñía y se mantenía alerta.

Intentó ayudarle, y corrió por ayuda.
Pero en cuanto regresó junto a Noah y el médico, Marissa sólo se hallaba en el suelo desmayada y sudando.

El episodio no se volvió a repetir.
Y de esa forma pasaron siete años más.

En el austero instituto le habían adelantado dos cursos por su alto aprendizaje en temas para su edad. Vivían en un pequeño pueblo nombrado Jaén, que no ofrecía demasiado, pero que gracias a su profesor le había otorgado una beca para que Marissa pudiese tener acceso a un mayor nivel educativo en la capital.

Su viaje fue de maravilla. Su madre había llorado, mientras su padre le animó.

Estaba a dos meses de cumplir diecisiete. Era feliz, dichosa. Se sentía bendecida por todo lo que hasta ahora la vida le brindó. 
Lo que no sabía, era que el cambio definitivo se acercaba y que sería difícil, doloroso. Y que más de una persona estaba en su búsqueda, lamentablemente no por las mismas razones.

Su madre le quería asesinar, mientras el Alfa le deseaba conocer y salvar.

Alma había huido por los mismos diecisiete años bastante bien. Hasta ahora Jake no le había encontrado, pero eso le había válido, constantes cambios de residencia e identidad.

"Cuando cumpla diecisiete, 
la sangre pura en ella dominará, dejará de tener razón y sólo será una bestia, un ser sin alma. 
La luna siempre a sido asociada con tu especie y llevan mas de un siglo sin concebir un puro y mucho menos una hembra. ¿Sabes lo que eso significa?"
 




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