¿madura? ¡las frutas!

Capítulo 2

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Lara se acababa de sentar ante la mesa de la cocina, para beber un café, cuando llamaron a la puerta. Se levantó rápidamente para ver quien era y evitar que el ruido despertara a su papá. Cuando abrió, se encontró con Rosaura, su vecina. 

— ¿Qué ondas, Larita? — Dijo la mujer, entrando sin esperar invitación. — ¿Cómo sigue el viejo? 

— Baja la voz, por favor. — Le indicó Lara. — Está descansando. 

— Ah... — Respondió la otra con algo de indiferencia y se encaminó a la cocina. — ¡Café! ¡Qué rico! 

Se sentó ante la mesa y tomó la taza de Lara para empezarla a beber. 

Ella negó en silencio y se fue a preparar otra bebida. 

— Vengo encabronada. — Dijo Rosaura, dejando la taza en la mesa y soltando un bufido. — El “cacas” se ha estado haciendo pendejo y no me da para las inscripciones de mis hijos. ¿Qué se cree? ¿Que la escuela se la regalan? Ya lo amenacé con demandarlo si no me pasa la pensión. ¿Ese estúpido se cree que se puede zafar así como así de sus responsabilidades? 

Lara no respondió nada y empezó a beber su café. Sabía que no importaba lo que dijera o intentara decir, Rosaura continuaría con su sempiterno monólogo de quejas contra su exmarido y el hecho que se rehusara a mantener a sus hijos, cuando en realidad él sólo había engendrado a uno, ya que se había divorciado al descubrir que su mujer le había sido infiel y que el bebé que esperaba era de otro hombre. 

De pronto se sintió sofocada y muy acalorada, dejó la taza sobre la mesa y se levantó a tomar un mazo de servilletas para secarse el rostro que estaba perlado de sudor. 

— ¡Santo Dios! — Exclamó con molestia. — ¡Qué feo es esto! 

— ¿Qué te pasa? — Preguntó su amiga, mirándola con curiosidad. 

— Supongo que son los tan mentados bochornos. — Dijo Lara encogiéndose de hombros mientras intentaba abanicarse con la mano. — Desde cuándo estoy que voy a ir con la ginecóloga para hacerme un chequeo y ver si necesito hormonas o algo así, pero por una cosa o por otra, no he podido.  

— ¿Apenas estás empezando con la menopausia? — Le preguntó Rosaura, algo sorprendida. — ¡Pensaba que ya la habías terminado! 

Lara frunció el ceño. 

— ¿Cómo que apenas? — Preguntó algo molesta. — ¡Ni que tuviera sesenta años! 

— ¡Ay, bueno! Pero estamos de acuerdo en que tampoco te cueces al primer hervor. ¡Pareces mucho mayor que yo! — Respondió la otra, encogiéndose de hombros y tomando su taza. 

Lara no contestó nada. Pero se sintió molesta porque no era la primera vez que Rosaura le hacía comentarios mal intencionados sobre su edad o su apariencia física. 

Si bien era cierto que su amiga era unos años mayor y que ya casi llegaba a los cincuenta, en realidad, ambas se veían muy distintas. Rosaura se mantenía delgada, teñía su cabello para ocultar las canas, siempre andaba maquillada y su ropa era femenina y coqueta; por lo general, usaba faldas cortas y escotes bajos, mientras Lara era en extremo conservadora y tradicional. Siempre con faldas a la rodilla, blusas clásicas de tipo camisa y zapatos cerrados. Tenía algunas canas ya, pero nunca se teñía el cabello. No se maquillaba y casi nunca usaba cremas en el rostro y  no se cuidaba en lo absoluto la piel. Debía reconocer que era cierto que la mayoría de las veces parecía una anciana... ¡Y se sentía como tal! 

— Lara... — La voz de Rosaura la sacó de sus cavilaciones. — Lara... ¡Despierta! 

— Dime. — Respondió al tiempo que volvía a tomar su taza. 

— ¿Hasta dónde te fuiste?  Llevo horas hablando y no me haces caso. 

— Lo siento. — Dijo luego de dar un sorbo a su café. — Pensaba en mi papá, me tiene preocupada. 

Rosaura intentó disimular un sutil gesto de fastidio. 

— Ese viejo necesita descansar ya y dejarte descansar a ti. — Añadió, tratando de disimular. — Enfermo y en cama, sólo se volvió una carga más pesada. 

— No es una carga. — Respondió Lara tajantemente, poniéndose de pie. — Es mi padre, así que te voy a pedir que lo trates con respeto. 

Su vecina soltó una trompetilla. 

— Lo único que ha hecho toda la vida es tenerte de criada. — Señaló sin miramientos. — La verdad, es que no veo la hora que se muera para que tú puedas por fin disfrutar de todo y darte la buena vida. ¡Y no me digas que tú no piensas igual! 

— Pues no. — Negó Lara bastante molesta. — No pienso igual, yo sí tengo sentimientos, así que te voy a pedir que te retires. Si sólo vas a venir a estar hablando mal de mi papá y faltándole al respeto de esa manera, mejor no vengas. 

— ¡Ay buenooo! — Exclamó Rosaura, sorprendida, poniéndose de pie. — ¡Qué sensible andas! Mejor vengo otro día que estés de mejor humor, porque ahorita estás insoportable. 

— ¡Por supuesto que estoy sensible! — Exclamó Lara, tratando de no gritar. — Mi papa... Mi ÚNICO familiar está enfermo, estuve días con él en el hospital y, además, haciéndome cargo de sus negocios y de la casa. ¡Estoy agotada! ¿Y dónde estuviste tú, mi gran amiga durante todo este tiempo? ¿Alguna vez te acercaste a preguntar si necesitaba algo? ¿Aunque sea para ver si necesitaba una muda de ropa o un café? 




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