Tomo el post it del bolsillo y lo aplano con la mano, sintiéndome un poco idiota. Cristina lleva razón, sin mis papelitos, estaría perdida... y mis tres agendas, una digital, archivo y copia de cada boda, porque me aterra perder algún detalle importante y quedarle mal a mi idola de todos los tiempos: Aleja Santorini Delaware.
—No sé que haré sin ti, Mia, eres mi cable a tierra—admito.
Pego la ajada nota en el espacio vacio en la pared y siento que mi mundo vuelve a su eje. Sé que es ridículo pero no lo puedo evitar.
—Aprende a calmarte, jefa, pienso que se le borra la memoria debido a la ansiedad y entonces se vuelve más ansiosa, es un ciclo repetitivo. Además, no ayuda que siempre esté compitiendo con esa arpía.
—Sabes que Nariz de pimiento es la que me busca—me encojo de hombros y me dejó caer en mi estilizada silla estilo francés, toda la decoración de la Agencia de bodas es exquisita—¿Estás segura de que no puedes postegar el parto por lo menos un par de meses?
La miro con ojitos de ilusión acompañados de un mohín lastimero. Mi asistente suelta un suspiro y se rinde.
—Está bien, jefa, le diré al bebé que se quede en mi barriga hasta que le venga bien a usted...
Olé y olé.
La veo maravillada.
¿Eso se puede? Seguro que sí, con tantos avances tecnológicos que existen hoy en día en la medicina. Si pueden crear a un bebé probeta ¿cómo no iban a lograr un embarazo oncemesino? Mi sonrisa se extiende desde Sevilla hasta Madrid.
—Será una pena cuando rompa fuentes y riegue esta linda oficina de sangre y líquido amniótico viscoso. Le recuerdo que el líquido es el orine del bebé—continúa.
Se me borra la sonrisa.
—¡Puaj! Acabas de poner una fea imagen en mi cabeza—me quejo.
—No se preocupe, antielefante, pronto lo olvidará—añade con sorna, no me respeta en lo más mínimo—. Le recuerdo que tiene una cita con la Señora Gutierrez.
¿Señora Gutierrez?¿Señora Gutierrez? Mi memoria no me arroja ningún dato ante el nombre facilitado por mi asistente, pero me niego a hacérselo saber.
—Por supuesto, ya lo sabía. Señora Gutierrez, bien, bien, bien, dígale que pase—me enderezo en la silla como ama y señora.
—No recuerda nada ¿cierto? Tiene una cita con ella en el café Dior a las tres de la tarde.
Me levanto como un resorte.
—¡Son las dos menos veinte, voy tarde!
Mi asistente se acerca y me pasa el abrigo que me pongo apresurada.
—El café está muy cerca, no tomará más de diez minutos llegar—dice en tono tranquilizador.
—Llegar diez minutos antes es llegar tarde y es signo de mediocridad, Mia, por Dios, te lo he dicho muchas veces.
Antes de poder decir mu, he salido por la puerta...
Me devuelvo de inmediato.
Me he dejado mi agenda, movil, bolso y la carpeta de muestras para la clienta. Y todo lo que necesitaba para reunión, excepto mi cabeza ya que la tengo sobre mis hombros.
Mia se ha apostado cerca de la puerta y me pasa los accesorios uno a uno sin decir nada. Yo los recibo sintiéndome torpe.
—La reunión es para definir la papelería de la boda—añade como la madre que le recuerda la tarea a su niña despistada—. Tienes las muestras y posibles proveedores en el folder.
Soy la niña despistada de veinticinco años. Le estoy muy agradecida por hacerme la vida más fácil.
—¿Segura que tu bebé no puede ser oncemesino?