Manual para arruinar la boda de tu ex

Capítulo 4

El guapo mesero se dedica a recoger mis notas. No puedo negar que es atento al hacerlo. Tal vez no debería chivarlo con el dueño del café. Muchas de las notitas terminan en mis manos. Sucias, arrugadas, como sea, terminan conmigo. Llámenme loca, pero esa simple razón logra calmarme.

— ¿Estás mejor?

Tomo una respiración profunda colmada de resignación.

—Creo que las hemos recuperado casi todas, así que sí—le regalo una pequeña sonrisa de agradecimiento—. Supongo que algo podré hacer con ellas.

El guapo mesero parece que es uno de esos seres que todo le parece gracioso, incluso estar lleno de café, cazando notas para una desconocida que le deseó la muerte hace cinco minutos.

Se levanta y estira el brazo para ayudarme a levantar en un gesto espontáneo de caballerosidad que me lleva directo a sus brazos.

Incómodo.

Doy un paso atrás y él me libera de su abrazo, metiéndose las manos en los bolsillos.

Más vale pájaro en mano que gato en el tejado—recita de pronto.

—Eso no es lo que dice...

—Con razón eres tan patosa—mira mis zapatillas con el asombro de un niño de cinco años—tienes unas zapatillas de cien centímetros.

—Eso no. Eso no es posible. Son de quince centímetros—le corrijo estirando la chaqueta de mi traje rosa para verme medianamente presentable—y soy capaz de correr una maratón con ellas, por otro lado tú...

—Tienes razón, el refrán dice: Más vale pájaro en mano que loro gritón en casa de la suegra. No sé cómo se me pudo olvidar, es obvio. Aunque, pensándolo, no tendría que ver con esta situación.

—No, no tiene que ver porque no es así.

—¿No?

—No, el refrán dice: más vale pájaro en mano...

—¿Que pollo congelado en el súper? ¿Que gallina en corral? ¿Que wifi sin batería?

Ha disparado todas sus preguntas absurdas como metralla, dejándome anonadada.

—No, no y no. Mira, dejémoslo así. No quiero volver a desearte la muerte ni chivarte con el dueño del local para que te eche por estar hablando por móvil en tu horario laboral.

—Te juro que estoy en mi descanso—aclara, con ojos muy abiertos.

—Como sea, toma para que disfrutes de tu café con chocolate, whisky y nata cortada.

—Es con caramelo, bourbon y crema.

—Como digas—meto un par de billetes en sus manos y me empleo a recoger mis cosas. Cuando me volteo, lo atrapo con una de sus manos muy cerca de mi trasero.

—!Atrevido!

—Oye, oye, no es lo que crees.

Apuro el paso para perderlo porque insiste en perseguirme, el muy pervertido. Exaltada, llegó a la oficina y me apresuro en cerrar la puerta.

—¿Qué sucede, jefa? Tiene cara de espanto.

—Por Dios, Mia, casi caigo en manos de un acosador pervertido que incluso me persiguió una cuadra.

—Qué horrible experiencia. Venga, siéntese y cuénteme.

Camino un par de pasos y siento un jaloncito en mi trasero. Me vuelvo y encuentro a Mía con un post it en su mano.

—Disculpe, Tenía está nota adherida a su trasero.

—Oh, por Dios.

Abro los ojos, dándome cuenta de lo obvio.

No era un acosador.

—El guapo mesero solo quería ayudarme y salí como alma que lleva el diablo. Santo Dios.

—Bueno, no será para tanto. Mañana se acerca al café, pide una disculpa y asunto arreglado. Por ahora cámbiese ese traje por uno limpio, tiene cita con la diseñadora para la boda de los Raffertty.

—Está bien, pero antes—saco el montón de notitas arrugadas y se las echó en las manos—.Necesito que transcribas esto.

Mi asistente toma una nota emborronada cubierta de café.

—¡Qué barbaridad!




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