Rebe siempre logra arruinarme cualquier plan de descanso, es como un don que tiene, yo después de ese doble turno infernal en el restaurante solo quería tirarme en la cama, taparme hasta la cabeza y dormir como si me hubieran desconectado de la vida, pero claro, a ella no le importa que yo esté medio muerta, según su lógica lo peor que podía hacer era quedarme encerrada porque eso me hacía ver más víctima del chisme viral, y su solución era sacarme como fuera de la casa, aunque yo protestara como alma en pena
—Vale, nos vamos al cine, ya está decidido —dijo entrando a mi cuarto con la determinación de un huracán— y no quiero excusas, ya compré las entradas y si no vienes te arrastro en pijama
—Rebe, estás loca, ¿cómo voy a salir al cine ahora? ¿quieres que la gente me grite mi propio audio en plena sala? ya soy un meme andante —le dije tapándome con la sábana— en cualquier momento alguien aparece con un cartel que diga “esto es un circo” y me hace desfilar en medio del pasillo
Ella se rió como si yo hubiera hecho el mejor chiste del mundo
—Pues mejor, cariño, si ya eres famosa aprovéchalo, además no vas sola, invitas a Julián.
Yo me destapé de golpe porque no podía creer lo que acababa de escuchar.
—¿Perdón? ¿a Julián? ¿para qué lo voy a invitar?.
—Para que no te me escapes, con él no hay manera de que me digas que no, además seamos sinceras, está siempre ahí, vive contigo, respira contigo y se nota que te derrites aunque lo niegues —dijo con esa sonrisa de “yo sé más que tú”.
—¡Rebe! —protesté— Julián siempre está ocupado, tiene su trabajo, no anda pendiente de ir al cine a escuchar a medio mundo reírse de mí
Y fue justo en ese momento, como si la vida se burlara de mí, que escuchamos la voz de Julián desde la cocina
—No estoy tan ocupado, si hay cine yo me apunto —dijo con calma, como si hubiera estado escuchando toda la conversación.
Yo quería que la tierra me tragara, pero claro, Rebe aplaudió feliz
—Perfecto, ya está todo arreglado, en una hora salimos, ustedes dos se arreglan que yo no pienso desperdiciar entradas.
Salió dando portazos de la emoción, y yo me quedé mirando a Julián con cara de tragedia griega, pero él ni se inmutó, estaba sirviéndose un café, impecable como siempre, camisa planchada, peinado perfecto, el tipo parecía que vivía en un comercial de colonia cara
—¿Tú no deberías estar ocupado? —le dije cruzándome de brazos.
Él me miró con esa media sonrisa que me sacaba de quicio.
—Tal vez, pero prefiero estar ocupado contigo.
Rodé los ojos con tanta fuerza que casi me los dejo atrás, pero por dentro mi corazón dio un salto ridículo que intenté ignorar.
Una hora después ya estábamos en camino, Rebe iba emocionada como si fuera la premiere de Hollywood, yo iba con las manos sudando porque estaba segura de que en cualquier momento alguien me iba a reconocer, y Julián conducía tranquilo, como si llevara años practicando para manejar en desastres sociales.
Al llegar al cine la fila para comprar las entradas estaba llena de gente joven, todos con sus celulares en la mano y esa mirada de “te conozco de algún lado”, yo podía sentir la vergüenza subiéndome por la espalda, y claro, tenía razón
—¡Mamá, es ella! —gritó un adolescente señalándome— la del audio, la del “esto es un circo”.
Yo quería evaporarme ahí mismo, pero Julián, sin perder la calma, le sonrió al chico y le pasó un brazo por los hombros
—Sí, es ella, pero hoy está de incógnito, así que si la delatas, te cobramos la entrada doble.
El muchacho se rió, pidió una selfie y Julián aceptó como si firmara autógrafos todos los días, yo solo podía mirar al piso deseando que me tragara.
—¿Ves? ya somos influencers —me susurró Julián mientras avanzábamos en la fila.
—Si somos influencers yo soy la que promociona pastillas para la vergüenza ajena —contesté mordiéndome el labio.
Conseguimos las entradas y entramos, pero la tortura no terminó ahí, porque Rebe nos había guardado los asientos justo en el medio, así que tuvimos que pasar frente a toda una fila de desconocidos que cuchicheaban apenas me veían, yo me sentía como si estuviera en una pasarela del ridículo.
Nos acomodamos, palomitas, refrescos, todo el kit completo, y cuando empezó la película yo traté de concentrarme, pero era imposible, cada tanto alguien se daba la vuelta para mirarme y confirmar que sí, la mesera viral estaba ahí, sentada como una mortal común.
El colmo fue cuando la protagonista de la película gritó “¡esto es un desastre!”, y alguien en la sala imitó mi voz diciendo “¡esto es un circo!”, entonces media sala se rió, y yo me encogí en el asiento queriendo desaparecer, pero Julián se inclinó y me susurró.
—Si esto fuera un circo, tú serías la estrella principal, y yo… bueno, yo sería el tipo que te sostiene la cuerda
Me hizo reír en el peor momento, como siempre, tenía esa habilidad de volver ligero hasta lo insoportable, y por primera vez en días me sentí menos aplastada por la vergüenza.
Al salir del cine Rebe estaba feliz como si hubiera logrado salvarme la vida.
—¿Viste? no pasó nada grave, hasta fue divertido.
—¿Divertido? me gritaron mi propio audio en plena sala —protesté.
—Eso es lo mejor, cariño, ya tienes club de fans —respondió abrazándome.
Julián sonrió, y yo noté que no me soltaba el brazo, como si hubiera decidido que era su trabajo evitar que yo me derritiera de pena en el pavimento, caminamos hacia el estacionamiento entre risas, fotos y bromas de Rebe, y en medio de todo ese ruido él me dijo en voz baja, solo para mí.
—¿Sabes qué es lo más raro de todo esto? que aunque pasen los años, nunca pude olvidarte del todo.
Me detuve en seco, sentí el corazón golpearme tan fuerte que me mareé, pero él siguió caminando como si nada, como si hubiera dicho cualquier tontería, yo lo miré con los ojos abiertos, tratando de procesar lo que acababa de soltar tan tranquilo.