Mar de Sales

Insistir

Aprovechando el contraste proporcionado por el mantel, Alicia toma una foto de su nuevo diseño de uñas. La música en vivo que se oye es relajante, la hace sonreír satisfecha, está convencida de que será una noche prometedora. Le ha costado dos días de súplica para convencer a Rylan de salir. Cómo siempre, no está dispuesto a hacer gastos innecesarios, pero solo en un lugar costoso y reservado como este, podrán pasar una velada sin interrupciones y sin ser reconocidos.

—¿Qué pasa? —pregunta preocupada, ver a Rylan molesto la lleva a dudar de su elección.

—Alguien en la barra me reconoció.

—¿En serio? —Suspira—. ¿Y cómo se veía?

—Tranquila, es un borracho, no creo que nos arruine la noche.

—¿Será? —Mira con cautela el alrededor—. ¿Y los cócteles?

—Según que los traerán.

—En fin, sabes que estaba pensando, como estos días de tocar la guitarra han sido tan fatídicos —suelta una risilla traviesa—. Tu poca paciencia me ha dado como una musa.

—¿Una musa?

—Sí, ¿no es genial? De nuevo me inspiras para una nueva línea de ropa, masculina, sería la tercera. —Sonríe ilusionada—. Aún no la tengo clara, pero quiero que sea algo rudo, crudo, colores neutros y tierra.

—Al menos alguien lo está disfrutando.

—Ey, no es bonito que me regañes, considero que yo te he enseñado con calma en la cocina, y mira que tú si eres pésimo para eso —ríe.

—Ya te dije que no voy a preparar algo más allá de una pasta con salsa precocinada, no me pidas más que eso.

—Te rindes tan fácil —ríe nuevamente—. En algún momento tienes que aprender nuevas recetas, no puedes vivir comiendo como un estudiante por siempre…

—Ay no —interrumpe la charla con una queja.

—¿Qué pasa?

—Ahí viene el borracho del que te hablé.

—No puede ser, ¿seguro que viene hacia nosotros?

—Sí…

—Espero estén disfrutando de una hermosa noche en nuestro preciado local. —Saluda Santiago, se esfuerza en mantener una agradable sonrisa—. Si no les molesta, me unire a su mesa por unos minutos.

—Sí molesta —agrega Rylan, con voz cortante, pero relaja el semblante al sentir un pellizco en su brazo.

—¿A qué se debe el gusto? —pregunta Alicia, finge una fina sonrisa, en su cabeza ruega por la cortesía que necesita en este momento.

—Soy Santiago, productor musical. —Se trae una silla de otra mesa—. Está noche yo invito la cena, dense el gusto de pedir lo más caro de la carta.

—Gracias. —Alicia junta las manos sobre la mesa—. Y cuéntanos, ¿a qué se debe esta invitación especial?

—Es productor musical, ¿qué crees?

—Rylan, deja que… ¿Santiago, no?

—Si, trabajé para Llamas azules como productor. Recuerdo que ellos te escribieron —mira a Rylan—, y se supone que aceptaste, pero no apareciste el día de la cita.

—¿Y a qué vienes? ¿A reclamarme? —Rylan pregunta con hostilidad—. Yo rechacé a último momento, y te puedo asegurar que con mucho gusto lo volveré a hacer.

—Que mal genio de novio te gastas, ¿no?

Alicia sonríe nerviosa ante esas palabras, no sabe qué hacer, mira el baño a lo lejos como primera opción para escapar un momento de la tensión.

—¿Te parece normal interrumpir de esta manera? —pregunta Rylan, dejando mostrar la ofensa.

—Ah sí, por supuesto, siempre lo hago. —Toca con los dedos la mesa—. Mira, seré directo, cosa que tu chica quería desde un principio para dejarlos en paz. —Ambos intercambian miradas con Alicia—. Quiero a Mar de Sales, necesito… ¿Cómo decirlo para no sonar tan dramático? —piensa—. Tengo mucho tiempo libre y quiero hacer buena música.

—Perfecto —dice Rylan—. Ve y hazla.

—No puedo solo, los necesito a ustedes.

—Pierdes el tiempo —le recuerda.

—Rylan, ¿no deberías preguntarle a los chicos antes de decidir?, digo, ellos quizás tengan otra opinión.

—Se mantienen en contacto, eso me alegra —agrega Santiago.

—Claro, les puedo preguntar, pero yo no cambiaré de opinión.

—En realidad, sin esta diva de acá no funciona.

—¿Diva? —pregunta Rylan con asombro, y Alicia se cubre la boca para no reír—. ¿Crees que insultarme me hará considerarlo?

—Mira, ¿por qué no nos reunimos en otro momento y hablamos mejor la situación? —Santiago mantiene una actitud serena, nada parece inquietarlo.

—Es que no hay nada de qué hablar. —Rylan insiste—. Creo que será mejor irnos, no sabía que en este lugar los dueños se dedicaban a molestar a sus clientes.

—Sí, ya les quité demasiado tiempo. —Busca en su bolsillo una servilleta—. ¿No tendrán algún lápiz?

—¿Quieres anotar algo? —pregunta Alicia, incrédula—. Si es tu número, puedo anotarlo en mi celular.

—Ciertamente… —Santiago cae en cuenta de lo viejo que se siente—. Anótalo, y lo piensan… y los dejo en paz.

Alicia guarda el contacto en su celular, y Santiago abandona la mesa de inmediato. Regresa junto a Manuel en la barra. Este le recibe con mucha curiosidad, pero su amigo le hace seña para otra copa.

—¿Te fue fatal? —ríe.

—Se rehúsa por completo, pero ella… parece interesada… —comenta pensativo.

—¿Caeremos tan bajo como para empezar por persuadir a la mujer?

—Es una buena idea, ambos sabemos que cuando Carolina dice algo, es lo que se hace.

—Bueno, es que con el carácter que se carga mi mujer… no le hagas caso para que veas. —Manuel tuerce la boca, de solo pensar en los regaños que prefiere evitar—. Pero, ¿cómo te vas a comunicar con ella? Es básicamente una celebridad, no te va a prestar atención.

—Tocará montar guardia a la tienda.

—¿Y si mejor pensamos en otro plan?

—No, sin antes agotar todas nuestras opciones con estos chicos —dice, como una promesa a sí mismo—. Por cierto, anota en mi cuenta lo que pidan.

—No puede ser. —Manuel lo mira con desprecio—. Te volviste a presentar como el dueño de este…

—Siempre lo haré.

—Ojalá lo hubiera sabido cuando te ofrecí la sociedad… que fanfarrón eres.




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