Corre hasta la parada de bus. No sabía que tenía que llegar puntual, hasta que recibió un mensaje de Alicia que dice: «¿Te falta mucho? ¡Te necesito urgente aquí, por favor, vuela!». La inquietud no le deja pensar con claridad. Para un taxi, esperar el bus serían quince minutos más. Respira profundo, no ha dormido lo suficiente como para aguantar un trote tan agitado. Esto debe ser una emergencia, pero, ¿para qué puede hacer tanta falta su presencia? La curiosidad la carcome.
—¡Llegué! —abre la puerta de un manotazo.
Queda paralizada ante la mirada de Santiago. Este la observa, tuerce la boca en señal de incomodidad.
—Justo a tiempo. —Alicia la saluda—. Ven, toma asiento, ¿quieres un café?
—¿No ves que está muerta del calor?, resplandece por el sudor. —Santiago se cruza de brazos.
Hamel toma asiento y se une a la conversación en silencio, sumida en la vergüenza. Alicia la mira con preocupación, se siente mal por ella, no se le pasó por la cabeza explicarle la situación, ya que la pondría al tanto al llegar. Pero ahora es tarde, Santiago se ha aparecido antes de poder hacer un plan. Tendrán que improvisar.
—Hamel es la representante de Mar de sales —continua.
—¿Que yo qué? —se señala a sí misma.
—Sí, te comenté que vendría un productor interesado en la banda. —Levanta las cejas, como pidiéndole a Hamel que colabore en la mentira—. Y quedamos en pedirle una muestra.
—¿Una muestra? —pregunta ella, todavía confundida.
—La canción, ¿trajiste la canción?
—Sí. —Revisa su bolso—. Dame un momento —se levanta y se aparta para sacar algo de ropa en busca del papel que guardó.
Santiago observa la escena, que no le hace ningún sentido. Lentamente gira su mirada hacia Alicia Esta le sonríe nerviosa.
—¿A ver, que se traman ustedes dos?
—Hamel que tan difícil es encontrar un cuaderno en un bolso. —Se une a la búsqueda.
—Es que no traje el cuaderno, traje un papel pero no lo encuentro —comenta histérica, vacía el bolso por completo.
—¿Cómo que no trajiste el cuaderno?
—No existe, creo que la abuela lo botó —lamenta, se tapa la cara llena de vergüenza.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Alicia susurra—. ¿Ahora qué hacemos?
—Yo escribí una canción, creí que podría funcionar, pero no sabía que se la enviarías a un productor —susurra, con voz aguda y atormentada.
—¿Saben que puedo escucharlas, no?
—Mira, lo siento por hacerte perder el tiempo. —Hamel encara a Santiago—. Ve con tu jefe y dile que se la haremos llegar luego.
—¿Jefe? —pregunta ofendido.
—¿Qué? ¿No trabajas para el productor?
—Hamel… —Alicia se encuentra desconcertada, le parece increíble como se puede tergiversar todo en un momento.
—No, yo soy el productor. —Santiago sonríe, un detalle generoso de su parte, para ocultar su molestia.
—¿Ah sí? Pero es que pareces un repartidor. —Alicia voltea la mirada, no quiere ver nada de esto—. ¿No? Digo, un productor respetable debería vestirse bien, al menos creo que si no tienes plata, por lo menos intentar aparentar, ¿no?
—¿Enserio? Cuéntame más. —Santiago no deja de sonreír—. Porque tú tampoco luces como una representante muy profesional.
—Yo creo que esto se ha vuelto absurdo y ya no tiene sentido la reunión. —Alicia interrumpe, parándose entre los dos.
—Espera. —Hamel saca el papel de su bolsillo—. Aquí está, qué tonta —ríe nerviosa.
—Sí, nos dimos cuenta.
—¿Hamel qué es eso? —Alicia desdobla la hoja—. ¿Esto lo escribió Rylan?
—Emm… —Le sabe mal mentir, y ya la mañana se ha vuelto un caos, solo quiere hacer las cosas más sencillas a partir de ahora—. No, la escribí yo.
Santiago ríe a carcajadas. Las chicas lo miran ofendidas, pero no saben qué más hacer.
—Esto servirá —dice Alicia, de un manotazo expone la hoja delante del productor—. Queremos una muestra de esta canción.
—A ver si entiendo… Todo este alboroto es para pedirme una canción, ¿que anime a los chicos a tocar? —Se levanta—. Que ridiculez, para la próxima quiero hablar con ellos en persona.
—¡No! —Alicia obstaculiza la puerta—. Esta es la única oportunidad que tienes.
—¿Hacer una canción romántica?
—Ni siquiera te dio chance a leerla.
—Leí lo suficiente.
—¿Acaso te da miedo el romance?
—Es… —Santiago se acerca a ella para decir lentamente—: una cosa absurda y ridícula.
—A los chicos les gusta esa letra —agrega Hamel, que ahora va entendiendo lo que pasa—. Si logras hacerla interesante estoy segura que se animarán, hasta podrán estar aquí la próxima semana.
—Ustedes son un par de desquiciadas. Ya me hicieron perder mucho tiempo.
—Pues no te iras. —Cierra la puerta.
—Qué noticia más refrescante y emocionante, ¿no? Alicia encerrada con otro hombre, ¿tú también quieres salir en la noticia? —le pregunta a Hamel.
—¿Por qué mejor no nos volvemos a sentar?, y comenzamos de nuevo —ruega, rogando que la pelinegra recapacite.
—Esta es mi oferta —abre la puerta—. Convierte este papel en una canción, y te tengo a los chicos acá reunidos el lunes —le entrega la hoja.
—No. —Santiago lo acepta—. Lo haré y se jugará con mis reglas, ellos ya deben de saber que la banda volverá a tocar, los quiero en mi estudio el lunes para el primer ensayo y discutir los pocos detalles que nos faltan aclarar. —Sonríe ante la cara indecisa de ella—. ¿Qué dices, socia?
—Sí, de acuerdo, así se hará.
Alicia cierra la puerta en lo que Santiago deja la habitación y se desploma en la silla del escritorio.
—¿Y ahora cómo hacemos para traer a los chicos?
—Creo que la pregunta más grande es, ¿cómo hacemos para que Rylan vuelva a tocar? —Hamel procede a recoger sus cosas.
—Ya toca, cuando está solo. —Estira el cuello en círculos—. He llegado silenciosa a casa y lo escucho desde la puerta, me quedo unos minutos antes de entrar… Sabe que lo hago, pero no he sido capaz de hablarlo con él.