El día está nublado. Santiago cierra la ventana y aplasta el cigarrillo contra el cenicero. Durante tres días se ha metido por completo en la tarea de hacer esa canción. De inicio, fue fácil conseguir una melodía, pero lo que no sabía era que iba a recordar muchas conversaciones pasadas. Busca en su celular, revisa el perfil de Elú, en especial las fotos. Extraña tomar un café con ella, pasar la tarde divagando entre teorías y reflexiones de la vida, que es lo que solían hacer. Pero las fotos junto a Hernán lo hacen molestar, logrando que lance el móvil a un lado en el sillón. Siente un vacío, una tristeza que lo apaga todo. Hundido en la ansiedad por avanzar, de querer salir del estancamiento, y quizás, dejar de ahogar las penas en alcohol. Detesta ver los días pasar, a veces suele tener un momento de lucidez como este, y reflexiona sobre el abuso al que se somete. Pero basta con fumar otro cigarrillo para olvidarlo todo y seguir igual, como si no hubiera pensado en nada.
Vuelve a entrar al estudio. Su apartamento es grande y lujoso, de siete habitaciones. Él solo se limita a usar el área cerca de la cocina, a un lado del ascensor de entrada. Duerme en el cuarto de servicio, porque el principal le ha quedado grande, de alguna manera eso le abruma. Convirtió uno de los cuartos en un estudio, es la única decisión de la cual no se arrepiente. Este edificio es conocido por albergar celebridades y personas reconocidas. Sus vecinos acumulan aficionados en la entrada, pero a él nunca le importó, acostumbrado ya a trabajar con gente famosa
Se coloca los auriculares. Escucha la pista que tiene, luego, de varios minutos de prestar atención y escribir algunas notas, se prepara para grabar la batería por cuarta vez. Así pasó toda la tarde, afinando detalles. En la computadora, editando y mezclando las pistas. Pensó en dejarse llevar por lo obvio, una canción romántica merece una melodía atrapante, puede que sensual o coqueta. Pero no, al final se decidió por algo diferente. La idea es mostrar lo que quiere de Mar de Sales, no caer en clichés. Dando resultado a una melodía fuerte, marcada por el rock pero con una letra simple y entrañable.
Observa el archivo de audio, listo ya, en la pantalla, guardado en una carpeta donde pretende tener mucho más que eso. Después de días, algunos complicados por los recuerdos. No se siente tan satisfecho como debería. Tampoco ha obtenido confirmación por parte de Alicia.
—Nada —dice, observando la pantalla en silencio.
Las notificaciones de los correos sobresalen en la esquina de la pantalla. El numerito le hace recordar la deuda con Manuel. Navegar entre los mensajes que recibe puede volverse complicado, algunos son automáticos, de servicios y suscripciones, otros son de peticiones. Busca directamente el nombre de su amigo para salir rápido de eso, ya que lo había olvidado, otra vez. Antes de apagar el equipo, se queda pensativo. Decide revisar la sección de correos no deseados, a ver si hay alguno relevante. Las esperanzas de ser contactado por Elú nunca fueron tan vividas como ahora. Pero no hay nada, le toca enfrentar el vacío que él mismo causó. Sin embargo, la palabra orquesta resalta y le llama la atención. Sonríe, una idea propia de Elú, llega a su mente.
Es un jueves por la tarde. Se merece un buen trago después de tanto encierro. Camina con tranquilidad por las calles mojadas, las pocas gotas que aún caen no le molestan, su capucha por fin sirve para algo más que espantar.
—¡Amigo! —saluda Manuel, apenas lo ve llegar—, ¿dónde estuviste todo este tiempo? Estaba debatiéndome si reportarte a la policía como desaparecido.
—Exagerado… —Toma asiento—. Estaba trabajando.
—Anda a mentirle a otros, tú no trabajas.
Santiago sonríe ante el comentario, era obvio que lo diría. Deja su celular sobre la barra.
—Tenemos a Mar de sales —dice con seguridad.
—¿Ya hablaste con ellos? —ríe con emoción—, digo, te estabas tardando en conseguirlos, para ser tú.
—Me halagas, pero no en realidad, ya casi.
—¿Entonces no lo puedes asegurar? —hace una mueca de decepción—. Se me ha caído un ídolo.
—¿No has visto a estas “damas” —muestra las comillas con sus dedos—, por no decir otra cosa, que dicen que hay que declarar para que pase lo que quieres?
—Ajá, una idea muy profunda. No sé que tienes en contra, pero, ¿son esas que hablan sobre la belleza, y salud mental, y tal?
—Bueno, el punto es que yo lo declaro, tenemos a Mar de sales.
—¿Y qué tienes en contra de las que dicen esas cosas?
—Qué para mí son unas locas sin vergüenzas, pero eso no es lo importante ahora.
—Bien, nuestro amigo se levantó con ánimos de tener conflictos.
—No, tú eres el que los quiere, ¿de verdad es todo lo que escuchaste de lo que dije?
—Lo otro es una ilusión, o un delirio de borracho, creo que es peor. —Mira el celular sobre la madera pulida, cayendo en cuenta que Santiago aún no está tomando.
—En fin, grabé una canción.
—Siempre grabas canciones, sin letra y sin voz —ríe, mientras le sirve el trago.
—Gracioso, pero esta sí la tiene. —Enciende la pantalla.
—Bien, “ahí estás” —lee—, ¿qué esperas?, reprodúcela.
—¿En medio del local?, por lo menos busca audífonos.
—Dame un momento. —Va a la oficina y regresa con el cable negro en la mano.
—Siempre a la antigua, ¿no? —ríe antes de beber, tenía tiempo sin ver audífonos que no sean inalámbricos.
Manuel escucha con detenimiento la música, con la cabeza sigue el ritmo de los instrumentos. Alza las cejas y las baja cada vez que escucha una frase romántica, no es propio de su amigo.
—Oye, sorprendente —se quita los audífonos—. ¿Por fin bajó la musa entre tanto humo de cigarrillo y te bendijo para inspirarte en lo que menos sabes hacer?
—A veces me pregunto por que te tengo de amigo.
—Sensible el hombre —niega—. Totalmente irreconocible. —Se sirve un trago para sí—. Cuenta, ¿volviste con ella? ¿Te ayudó a escribir esto verdad?