Mar de Sales

Día de belleza

Domingo por la mañana. Aprovecha los rayos del sol que se cuelan por la ventana para disfrutar de una dulce luz: cálida y tranquilizante. Mientras se relaja, mira la guitarra a su lado. Alarga el brazo para alcanzarla. Desliza la mano por las cuerdas, toca los trastes con añoro. Nunca fue buena en clase, no tanto como los chicos, pero le encantaba tocar en el fondo del salón, con suavidad, para no hacer ruido, mientras los demás presumían ante la maestra. El instrumento está afinado, la melodía que comienza a sonar suena clara, aunque a un bajo volumen. Hamel tararea, le encanta la versión de “Nuestra oportunidad” que los chicos tocaron.

Alicia sale del cuarto, extrañada de donde viene el sonido. Se sorprende al ver a Hamel y se acerca con una sonrisa.

—Así que tú también tocas.

—¿Ah, si? —responde asustada, no esperaba que estuviera levantada tan temprano por la mañana, menos un domingo.

—Hamel —ríe—. Pareces un conejito asustado. —Busca en su celular—. Ni que fuera un crimen, mira —le muestra—, Santiago envió la canción.

—¿En serio? —Toma el móvil con emoción.

—Sí, ¿por qué no revisas tú primero?, y me dices que tal.

Se coloca los audífonos, y mantiene el móvil en la mano antes de darle a reproducir. Su corazón late acelerado, invadido por la emoción y el miedo de no saber qué esperar. Respira profundo y presiona el botón. Suena bien, para nada esperaba esto. La voz de Santiago la hace sonrojarse. Su cabeza es un corto circuito de emociones al escuchar lo que consideraba imposible. Su canción existe, ya no solo como letras sobre un papel. «Es magia» piensa, mientras escucha atenta la voz, que de alguna manera se le hace conocida. Al terminar, reprime la emoción, aunque le gustaría saltar y gritar, se mantiene tranquila y vuelve a reproducir la canción. Se da cuenta de qué Santiago agregó algunas palabras, que no suenan mal, le gusta.

—¿Y bien? —pregunta Alicia, le entrega una taza de café.

—Canta igual que Rylan… —Toma la taza con la mirada perdida.

—¿De verdad? —De inmediato agarra el móvil.

—Al menos en el coro, suena similar.

Alicia escucha atenta, abre los ojos impresionada de lo parecido que se escucha, al menos a como lo hizo en el primer concierto, donde Rylan cantó más grave, con voz “pesada” como él lo define.

—Suena similar a los chicos, realmente esta es la esencia de ellos. —sonríe, sabe que a ellos les va a encantar—. Es increíble, como si estuvieran en la misma sintonía.

—Supongo que por eso Santiago los quiere, porque sabe lo que son.

—¿Ya les dijiste?

—Si, mañana estarán puntuales en la dirección que Santiago nos dio.

—¿Cómo los convenciste?

—Les dije la verdad, tienen la misma curiosidad que yo, y también están hartos de estar sin mucho que hacer. —Toma un sorbo, ambas están sumergidas en sus pensamientos—. Cualquier excusa es buena para escapar un rato del pueblo.

—Si… y eso que hace meses que ninguno quería salir de ahí.

—Bueno… Era divertido cuando estábamos todos juntos, ahora es puro trabajo.

—Dudo mucho que Rylan sea el alma de las fiestas.

—No pero si, entre él y Nando era un caos… en buen sentido. —Sonríe nerviosa, pues no le gusta mencionar ese nombre—. Y le dijiste a Rylan? —Alicia niega y suspira.

—Tengo que decirle hoy y no sé cómo. —Se levanta, deja la taza en el mesón—. Cuando se despierte haremos un día de belleza.

—¿Día de belleza?

—Si, nos pondremos mascarillas y nos relajamos. —Ríe al ver la expresión de Hamel—. A él no le gusta pero yo lo obligo, asi como tu tambien lo vas a hacer.

—Ay no…

—¿No qué? —Coloca los brazos como asas a cada lado de su cintura.

—Nada, supongo que se hace lo que tu digas. —Alicia ríe, le encanta lo similares que son estos dos en sus respuestas.

Revisa su móvil, nada como ponerse al día mientras piensa en el desayuno.

—¿Tienes hambre? —le pregunta a Hamel.

—Un poco.

—Será que compramos algo… —Un mensaje la hace callar—. Santiago nos está invitando esta noche a un concierto.

—¿Qué concierto? —Hamel se acerca—. Cuando dices que nos invita, ¿a quién te refieres?

—A mí y a Rylan, pero si quieres ir podemos comprarte una entrada, supongo.

—No creo, es con ustedes nada más.

—Ay no seas tonta. —Alicia sigue leyendo—. Es una orquesta.

—Tú crees que Rylan quiera ir.

—¿Qué hacemos para convencerlo? —Suspira—. Primero vamos a comer algo, y luego pensamos, porque también está el otro tema.

—¿Quieres que le responda a Santiago por la canción?

—¿Hace falta? Igual lo veremos mañana.

—¿Por qué estás tan segura? Si todavía no sabemos la respuesta de Rylan.

—Compromiso es compromiso, iré con Rylan o sin él. —Toma las llaves del carro—. Vamos, dentro de poco te irás adaptando a nuestra forma de hacer las cosas —ríe.

—Si, esto de dejarlo dormir mientras salimos a comer me suena a traición —comenta con vergüenza al mirar la puerta del cuarto, cerrada.

—A él no le importa, de igual forma le traemos su parte.

El día de belleza consiste en una rutina de untar crema relajante para los músculos, en los brazos y rodillas principalmente, usar mascarillas para el control del acné en el rostro, tomar té de jengibre con menta, bueno para la garganta y el estómago, a la vez que relaja.

Rylan sale del cuarto con los ojos entrecerrados, el pelo desaliñado y con Papu en la mano. Acaba de comer, con el cuarto a oscuras y salir con tanta luz le hace difícil ver. Le acaricia el mentón a la gatita mientras camina con lentitud hasta el sillón, se tira y la deja caer a un lado, pero esta se rehúsa a separarse y se le acuesta sobre las piernas.

—Pronto comenzaré a sentir celos de esa gata —dice Alicia, quien lo mira desde la cocina.

—Fue tu idea traerla —acaricia el suave pelaje, hundiendo sus dedos y sonriendo adrede—, atente a las consecuencias.

Sirve una taza a cada uno. Le hace señas a su esposo para que vaya al baño a lavarse la cara. Este le entiende, y sin chistar obedece. Deja sobre la mesa, junto al té, las cremas y mascarillas a usar.




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