Rylan se cruza de brazos y observa de manera despectiva a su hermana, a la espera de una explicación con sentido, o cualquier pretexto que le ayude a calmar su molestia.
Hamel tuerce la boca, suspira derrotada y exhala junto con las palabras:
—Sí me gusta Santiago…
La pareja se busca con la mirada. Alicia responde con una torpe sonrisa y guarda la llave del auto en un jarrón, en la cocina.
—Pero… —Hamel continúa—. No importa lo que diga, el punto acá es: ¿de verdad crees que Santiago me va a prestar atención?
—Tiene un punto —Alicia está de acuerdo, o al menos pretende estarlo.
—A mí no me afecta, sabes que siempre me encapricho con alguien, y eso se va a pasar, ya sabes, como siempre.
—¿Como siempre? ¿Quieres que te recuerde que el “siempre” del que hablas se trata de quedarte ahí hasta incomodarte?
—No me voy a quedar tanto tiempo en este trabajo, tengo otros planes…
—¿Y cuáles son? Si se puede saber —alza la voz, con molestia.
—Amor, no es una niña para que la andes regañando.
—No, no lo es, pero actúa igual que una.
—Dije que me gusta, no dije que lo amo. —Hamel se pone de pie, alterada—. Y es algo ridículo porque; es algo a lo que no debemos prestar atención, ¿cómo crees que me voy a enamorar de un tipo que le monta los cuernos a su ex pareja?
—¿Qué? —ambos se impresionan—. ¿A Elú? —Alicia pregunta aterrorizada—. ¿Cómo le va a poner los cachos a semejante modelo? No solo eso, es… ¿perfecta?
—Lo siento, no debería haber dicho eso… —se cubre la boca—. ¿Pueden hacer como si nada?
—¿Cuáles son tus planes? —el rostro de su hermano se torna inexpresivo.
—No les puedo decir, todavía…
—¿Pero si puedes soltar detalles personales de otros?, por favor Hamel.
—No lo quería decir, solo que me molesté y me vino eso a la mente porque —gruñe y mira brevemente al techo—. Bien, creo que lo dije porque cada vez que él la menciona se me tensa el cuerpo y me frustra que extrañe a alguien a quien le hizo tal daño. ¿No es estúpido? Y sin sentido, ese hombre no tiene sentido. Y luego viene a molestarme, por irónico que parezca, le encanta hablarme, en especial cuando estoy en la cocina. Y me estresa, pues soy consciente de que me puedo volver adicta a esto.
—Uy, mejor busco algo para tomar, ¿quieren juguito? —Alicia interrumpe, nerviosa ante tales declaraciones.
—¿Adicta? —sigue con el tema—. Eso no es solo gustar, ¿o si?
—¡Da lo mismo! —Hamel grita—. Si sabes sumar —junta sus dedos chocándolos entre sí—, te puedes dar cuenta que no vamos a encajar, no hay nada por lo que debas preocuparte.
—No me interesa Santiago, me preocupas tú, qué otras vez tenga que verte llorar por las ilusiones que te montas en la cabeza.
—¿Y qué si pasa? —finge sonreír—. No me voy a morir por eso —baja la voz—… me encanta vivir las emociones por mi cuenta, es muy diferente a verlas en otros. Te prometo que no voy a interferir con la banda, al menos no va a pasar lo mismo que con Nando…
—Ah… Hamel —Rylan suspira—. ¿Qué vamos a hacer contigo?
—Nada, yo resuelvo mis cosas, y ustedes las suyas…
—¿Ah sí? —responde con asombro, insinuando estar ofendido—. Anda a comprar un vidrio nuevo entonces.
—Lo siento…
—Es broma —Alicia ríe—, no le creas. Me han faltado las palomitas para verlos a ustedes dos, son tan entretenidos.
—¿Y tú como que sabías de las fantasías de mi hermana y no me ibas a decir nada?
—¿Quieres jugo? —le ofrece sonriente—. Te serví en tu vaso favorito.
—Yo me tengo que ir, les puedo pasar dinero para el vidrio… —dice avergonzada.
—No te preocupes cariño, ya estaba por romperse.
—Miente —Rylan insiste—, luego te paso la factura, por lo menos paga la mitad.
—Es que tú no perdonas, ¿verdad?
—No, él no —Hamel responde—, por eso vive amargado.
—No es por eso —señala a su hermana con el dedo, luego gira hacia su esposa—, y tú deja de ser tan permisiva.
—Por supuesto —Alicia toma la mano de Rylan entre las suyas, antes de proceder a abrazarlo—. ¿Todo bien? —le pregunta a Hamel.
—No hace falta sujetarlo —sonríe divertida—. Pero, ¿qué le digo a Santiago?
—Ve tranquila, sé como ponerlo de buenas —asegura Rylan.
—¿Si? ¿cómo?
—Le tengo canciones nuevas, con eso bastará para compensar el tiempo perdido.
Hamel asiente, camina hasta la puerta y se detiene, antes de abrir se gira para mirar a su hermano y decirle:
—Sabes que te quiero mucho, ¿no? Y aunque te regañe, siempre estaré para escucharte. —Se despide.
Rylan suspira y se queda en silencio mirando la puerta.
—Es muy tierna —comenta Alicia, todavía abrazándolo—. No le queda para nada dársela de firme, su corazón es blando…
—Lo siento —expresa con voz baja, de inmediato oculta su rostro en el hombro de ella—. Perdóname…
Alicia se sorprende. Siente los latidos acelerados e inconstantes, y pasea sus manos por la amplia espalda:
—Tranquilo amor, es parte del proceso…
—No, soy un niño, pretendo ser como uno y no puedo seguir así… —solloza—. Lo siento, no sé vivir. —Llora, después de tanto aguantar no puede más—. Siempre intento regresar, a ese punto… —Se agacha, se cubre el rostro.
—Está bien, puedes decirlo… —También se pone en cuclillas, volviendo a masajearle la espalda—. No me iré a ningún lado.
—Quisiera regresar a ese punto donde todo se rompió… —susurra—. Quisiera vivir eternamente en ese lugar, donde no conocía nada más… donde… —Su respiración entrecortada le corta las palabras.
No puede seguir hablando. Cada palabra que sale es como una hojilla que corta su cuerpo.
—Amor —lo abraza, lo besa, conmovida por verlo así; es la primera vez—. No puedes regresar, pero ahora eres mi niño, ¿si?
—No debería…
—Deja esas tontearías para las apariencias. Cuando estamos solo los dos: somos todo, ¿entiendes? Eres mi vida, mi hombre, mi amante, mi escudo y también, porque no, mi niño —sonríe con ternura.