Mar de Sales

Un respiro

Andrés sale directo al estacionamiento y se regresa al ver el auto de Alicia todavía estacionado. Se le acerca a la recepcionista con una breve descripción de su amigo y esta le indica que salió por la puerta, hacia la calle. Afuera se encuentra con la ola de gente que va y viene en diferentes direcciones. ¿A dónde fue? se pregunta, mientras decide si ir por la izquierda, la derecha o cruzar la calle. Camina hacia donde cree que pudo ir, mientras busca en su móvil el número para llamarlo. Guarda el celular, como era de esperarse: Rylan no contesta; está seguro que fue capaz de olvidarlo en el carro.

Cruza la plaza y mira atento cada banco. Si algo recuerda con precisión es cuando acostumbraban a quedarse en la plaza cerca del colegio, era el lugar de descanso favorito de Rylan. La naturaleza siempre le funcionaba para desconectar de la realidad, ayudándole a afrontar momentos agobiantes como este. Y ahí lo encuentra sentado, en un banco bajo un árbol, con los ojos cerrados y el cuello estirado hacia atrás.

—Era obvio que vendrías aquí —dice Andrés, sentándose a su lado.

—En realidad no sabía que vendría, solo caminé… y aquí estoy.

—Es cierto que a la ciudad le falta como más puntos de descanso. —Mira a la gente caminar—. Todo es de aquí para allá, sin reparar en nada, puro ajetreo.

—Agobiante…

—Extraño la vida tranquila, y algo silenciosa —ríe, no siempre había ruido—, que teníamos. Pero la verdad tambien martilla cada día, hasta la saciedad nos lo repitieron ¿no?

—Sobre todo Nando: que aquí no hay vida, que si en la ciudad hay, no se cuantas, oportunidades… imbécil.

—Sin resentimiento, ¿eh?

—Qué se lo lleve el tren —ríe—. Al menos ya no tengo que oír el chiste de los vómitos en el inodoro.

—No, los aros de cebollas como lentes, ¡no! —ríe también—, ¡no me recuerdes esas cosas!

Ambos miran el cielo. Los autos y personas dejan de pasar por un momento, y aprovechan para disfrutar el breve espacio de silencio.

—Una fuente caería perfecto en este lugar —dice Andrés, el sonido del agua sería más relajante.

—Sí… ¿qué quieres? ¿Te mandaron a hablar conmigo? Como en los tiempos del colegio.

—Yo me ofrecí, dudo que alguien lo hubiera hecho… Sabes que esto no va a ser lo mismo sin ti, y en realidad, toda la oportunidad se ha dado por tu talento, ese don que todos te envidian pero tú lo quieres sepultar —sonríe al recordar—. ¿Qué importa cómo se vea? ¿No sería mejor vivirlo?

—La vez que se llenó el bar; el día que se hizo el primer evento de Mar de Sales, me puse muy nervioso y me lastimé la garganta. Por eso me fui apenas terminó el toque, no aguantaba el dolor.

—¿Por la gente?

—Eso y… no lo sé, quizás pueda que se meta la inseguridad de fallar.

—¿Fallar? —ríe—, con esa voz, nunca. —Suspira—. Mientras no hagas guturales vas a estar bien. Con lo demás siempre te desplazas excelente.

—Ojalá fuera así de sencillo.

—Faltan varios meses para ese bendito festival, hay tiempo para prepararnos, pero dime, ¿no te emociona en lo más mínimo? —sonríe con sinceridad—. Es loco, muy loco.

—Sí… —sonríe también—. Como me muero de ganas por hacer el ridículo.

Una chica joven de pelo negro interrumpe la conversación. Se planta delante de los dos, sonríe nerviosa y saluda con la mano antes de hablar:

—Hola, lo siento por invadir así, pero, ¿puedo pedirles una foto?

—Lo siento, no suelo dar… —Rylan se apresura por responder, pero Andrés le corta las palabras con una seña.

—Por supuesto —responde sonriente.

—Genial —levanta las manos con emoción. Con el celular en la mano toma asiento entre los dos—. Digan: ¡si! —toma la foto—. ¿Puedo subirla? —voltea hacia Rylan.

—Seguro —responde Andrés—. Etiquétanos para saber sobre ti.

—¡Gracias! Ojalá retomen la banda, les prometo que estaré en la primera fila en cada concierto. —Se sacude la falda al levantarse.

—Entonces espero verte de nuevo —Andrés le vuelve a sonreír.

—¿Van a volver? —junta las manos con emoción—. Oh por favor, necesito ser la primera en publicarlo, ¿puedo?

—No.

—Amigo, ¿qué podría causar? —ríe—. Si quieres déjame tu número y cualquier cosa te aviso.

Rylan suspira para disimular la frustración. Este amigo hace cualquier cosa para coquetear. Los mira de reojo compartir algunas risas, y apenas la chica se despide alejándose, dice:

—¿No que estabas perdidamente enamorado de la casada?

—Sí, pero de seguro ustedes tienen razón y me va a rechazar, y si eso pasa, voy a invitar a esta chica. Tiene buena vibra ¿no?

—Por favor, de seguro le llevamos diez años.

—Mejor, más energía; últimamente las de mi edad son como amargadas… Como tú, te fue mejor con Alicia, que es cinco años menor; quizás lo que dicen que las mujeres maduran antes sea cierto ¿no?

—Qué excusa tan lamentable. —Niega con molestia—. Ya arruinaste la tranquilidad, mejor vámonos.

—A ver —lo sigue—. Santiago dijo que irían al bar, ¿los alcanzamos?

—Ve tú.

—Creo que deberíamos ir y llegar a un acuerdo, mira que me acabo de comprometer con esta chica, ¿no me vas a dejar mal, no?

—¿Comprometer? Que rápido te olvidas de todo, ese es tu rollo.

—Rylan, por favor, no podemos sin ti… —Se adelanta, parándose enfrente para detenerlo—. Te lo suplico, sabes que sería mi perfecto regalo de cumpleaños. —Sonríe nervioso ante la mirada fulminante de su amigo—. Además, es super linda, se parece a Alicia, solo que tiene esos ojazos azules…

—No tienes reparo —continúa con la caminata.

—No, pero me encantaría ser el bajista de una buena banda —ríe nervioso—. ¿Qué dices? ¿Vamos al bar?

—Sí, vamos, deja la intensidad.

En el bar ya están los demás instalados y cómodos en una mesa, en la zona exclusiva alejada de la barra pero cercana al escenario. Disfrutan de su segunda ronda de bebidas y platillos de entrada. Omar y Uno entretienen con sus anécdotas graciosas sobre la primera vez que fueron de pesca. Solían ir en grupo al menos una vez al mes. Sobre todo era una excusa para alejarse, estar entre el lago, las montañas, salir de la rutina y beber cerveza hasta el atardecer. Luego acampaban durante la noche y llegaba Nando con más gente, convirtiendo el espacio de relajación en una fiesta.




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