Mar de Sales

Frenar los pensamientos

Alicia guía a Rylan en cada paso que debe seguir. Aunque este quería llegar y morirse en la cama, su esposa le ha negado el sueño. Ya que debe cuidar su salud, sobre todo después de exponerse a tanta ansiedad. Le ha preparado un baño relajante, con cremas que debe aplicarse y dejar actuar para aliviar los músculos y tendones. Para mejorar la circulación y le ayude a tener un sueño cien por cien reparador. Sobre todo, porque si tarda mucho en tomar ese baño, ella tendrá tiempo para hablar con Hamel. Y apenas cierra la puerta del baño detrás de sí, sonríe, se le acerca susurrante:

—Cuéntame, ¿por qué no aprovechaste de pasar la noche con Santiago?

—¿Qué? ¡No! ¿Estás loca? —aunque se altera mantiene su voz baja, sentada en el sillón—, Santiago no perdería esa oportunidad.

—¿Cómo así? ¿Entre ustedes pasó algo? ¿Crees que sería capaz de forzarte? —se le une, sentándose a su lado.

—No —duda—, no lo sé, pero… es que nos besamos —termina por confesar.

Alicia chilla de la emoción, rápidamente Hamel le reclama para que no haga un alboroto.

—Con más razón tendrías que haber aprovechado —le susurra, de nuevo.

—No, porque… es que cuando me besa no le puedo decir que no… —se avergüenza, reconoce el deseo que tiene por él.

—No le veo el problema si quieres —le sonríe con picardía.

—No, no quiero —su expresión cambia en un instante, le molesta recordar—. No conoces a Santiago, no le daré lo que quiere.

—¿Y qué quiere?

—Usarme para llenar su vacío.

—Bueno, eso podría funcionar como primer escalón, ¿no crees?

—No, porque yo quiero algo bonito —suspira, vuelve sus manos un puño—, llámame tonta pero yo quiero una confesión real, con un sentimiento genuino.

—Pero Hamel, eso ya no se da.

—Entonces me quedaré sola… prefiero quedarme sola a que me usen.

—Pero Hamel, está interesado en ti, ¿no es lo primero? —Aplaude ansiosa—. Es que de verdad, me emociona que por fin puedas estar con alguien pero me frustra que lo abandones por eso.

—No le pido que me jure amor eterno, por lo menos le pido que me trate con respeto y no lo hace.

—¿Cómo así?

—No quiero estar a su lado para recibir golpes… —susurra triste.

—¿Qué? —dice espantada—. Espera, ¿es de esos?

—No, no, me refiero a golpes emocionales…

—¿Maltrato emocional?

—No lo sé, es que él es muy controlador y es hiriente cuando no vas en su misma sincronía…

—No te entiendo.

—Mira, yo ya quiero que todo esto pase y, los quiero mucho a ustedes, pero ya quiero que se vayan para no saber más nada de él, en serio, solo quiero olvidarme de él.

—¿De qué hablan ustedes? —Rylan sale del baño con el pijama puesto.

—De que nos va a extrañar mucho —Alicia se apresura a inventar una excusa.

—Sí, que me harás mucha falta…

—¿Y quieres que te crea eso? —se cruza de brazos—. ¿Qué pasa con Santiago?

—Nada, te lo puedo asegurar. —Hamel se levanta—. Solo estoy emocionada porque hoy fue un día tan… especial —de inmediato lo abraza—, estoy orgullosa de ti…

—Sigue intentándolo, no vas a lograr que te de mi lugar de la cama —dice con seriedad, pero se le escapa una sonrisa avergonzada.

—Tenía que intentarlo —Hamel finge estar alegre—, ni modo, me toca el sillón.

Después de hablar con brevedad sobre el evento; por parte de Alicia y Hamel, que no paraban de alabar a los músicos, y Rylan sin poder agregar nada para no romperles la emoción, pues no se le quita la sensación de los fallos. Apagan las luces para dormir, ya que han quedado en levantarse temprano para reunirse en el vestíbulo antes de ir a la playa. A Rylan le cuesta conciliar el sueño, da vueltas en la cama cada vez que se despierta. Mientras que su hermana revisa su celular con el brillo al mínimo para no llamar la atención. Hamel no deja de pensar en esa duda, esa posibilidad de arreglar las cosas con una última conversación. Mira expectante la conversación con Santiago, la foto que él mismo le envió el día de la cita. Escribe y borra, quisiera escribirle, importunarlo, pero suspira triste, porque siente la seguridad en saber que debe estar dormido, y que solo a ella le importa. Apaga la pantalla, se da la vuelta y cierra los ojos, para disponerse a dormir. Lucha contra sus pensamientos, esfuma las visiones de los recuerdos alterados de esos besos, el hecho de no saber qué era lo siguiente le anima a fantasear, pero aun así, le cuesta imaginárselo como a ella le gustaría: entregado, amándola, ofreciéndole el mundo entero, el mundo que él tiene, donde él vive.

Ella no es la única que le cuesta dormir por entregarse a los pensamientos. Santiago también mira el techo, desconcertado, con la escasa luz de la lámpara en la mesa de noche, amarilla y tenue, que no ilumina del todo la habitación. Con los pies, que tocan el suelo, a medio cuerpo, tumbado sobre la cama cansado de dar vueltas en la habitación y en su cabeza también. No sabe como limpiar el caos que dejaron en esa presentación, tiene dudas si estos músicos podrían dar la talla en el festival. No entiende por qué sonaron tan diferente a los ensayos, hasta las improvisaciones que hacían no se salen tanto de la norma. «Los nervios» se dice en voz baja, da una conclusión, y esa palabra tiene una imagen de una persona bastante definida en su mente: Hamel. Trata de no tenerla presente, caer ante la desesperación y salir en plena madrugada a tocarle la puerta, no es una idea descabellada en estos momentos. Otra duda que no comprende: «¿Por qué me obsesioné con esta mujer?». Sabe que tiene que aguantar las ganas, dentro de un mes, solo ese tiempo tendrá que esperar, está seguro que la olvidará.

Para la mañana siguiente, hay varias caras somnolientas en el vestíbulo del hotel, y otras amargas. Esperan por Rylan y Alicia, para salir, Hamel bajó hace una media hora, avisó que estaban por bajar, pero aún esperan.

Antes de eso, justo cuando Hamel cierra la puerta, Rylan se cruza de brazos, observa a su esposa, entrecierra los ojos y dice:




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